viernes, 1 de octubre de 2010

LA SOLEDAD DE LOS NUMEROS PRIMOS. Paolo Giordano

El acceso de Paolo Giordano (1982) al mundillo literario fue aquello del dicho: “llegar y besar el santo”. En efecto, con sólo 26 años publicó ésta, su primera novela, que le hizo famoso. Éxito de ventas, ganadora de prestigiosos premios y traducida a varios idiomas. Parece que este joven escritor italiano es además un científico de cierto nivel, especialista en física nuclear y ha colaborado en causas humanitarias con diversas ONG. Ha publicado desde entonces dos novelas más y muchos relatos cortos en prensa.
En mi opinión, La soledad de los números primos (2008) es un merecido triunfo para un relato original y un tanto inquietante. La historia de un amor imposible entre dos adolescentes, Alice y Mattia, marcados ambos por sucesos terribles ocurridos en su infancia, secretos inconfesables, de los que imprimen su huella para siempre y los conducen al aislamiento social y familiar, a una soledad deseada y temida al mismo tiempo.
El título, alusivo a las matemáticas, es una metáfora del propio relato. Los números primos, solo divisibles por sí mismos y por la unidad, aparecen de forma ocasional sin ninguna relación periódica en la serie de los números. En algunas ocasiones se presentan como primos gemelos, es decir, en parejas, pero no de forma sucesiva sino separados por otro número no primo. Los protagonistas son como esas parejas, arrastran su soledad y casi contactan sin llegar a juntarse. Se reconocen en su aislamiento, se comprenden y se atraen, pero el peso de sus secretos y sus traumas les impide unirse. Son como las líneas paralelas, iguales pero destinadas a no contactar nunca.
La trama argumental se desarrolla de forma lineal en el tiempo, dividida en grandes capítulos, señalados con fechas anuales que encuadran la evolución de los protagonistas desde la infancia a la edad adulta. Éstos a su vez se subdividen en otros, numerados y más cortos, que enfocan la acción hacia cada uno de ellos a modo de escenas muy visuales en lo descriptivo y con diálogos cortos. El narrador en tercera persona nos muestra sus sentimientos y actitudes en las que hay de todo; sufrimiento, culpa, autolesión, venganza y soledad.
El tono del relato no es trágico, pero está salpicado de momentos francamente angustiosos que pueden provocar inquietud en el lector. Pienso que esto se debe a que, de alguna forma, nos reconocemos en los sentimientos de los personajes que, en mayor o menor medida, todos hemos experimentado alguna vez. El deseo imposible de comunicarse con otros, la atracción frustrada por la timidez, los pequeños o grandes secretos que guardamos en nuestro interior y nunca compartimos por vergüenza o miedo a ser juzgados por ellos.
La soledad de los personajes carece de aspectos positivos, es opresiva, pero en cierto sentido deseada por los protagonistas como un medio de redención de sus culpas que en el fondo los conduce a la serenidad y la paz interior. Rechazan el amor y la comprensión y se conforman con la complicidad de saberse iguales.
En fin, se trata de una estupenda historia relatada con sencillez, sin artificios literarios, que agobia en algunos momentos, pero no te deja indiferente y te engancha hasta el final.
  


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