viernes, 5 de noviembre de 2010

AKHENATÓN. Naguib Mahfuz


No me parece una de las mejores obras de este escritor egipcio, Premio Nobel de 1988. Se trata de una novela histórica centrada en la figura de Amenhotep IV (1353-1336 a.C.), faraón de la XVIII dinastía que cambió su nombre por el de Akhenatón  y protagonizó la primera revolución o reforma religiosa de la historia.

       Hasta no hace mucho, los historiadores occidentales, quizás influidos por el cristianismo, vieron con simpatía la religión egipcia  de Atón (el disco solar)  al considerarla como la primera visión monoteísta de Dios en un mundo antiguo dominado por el politeísmo.
En la actualidad está aceptado que se trató más bien de una reforma de carácter político destinada a limitar  el poder de la casta sacerdotal del dios tebano Amón. El padre de Akenatón, Amenhotep III, fue el primero en dictar leyes y medidas para limitar dicho poder pero fue su hijo, al que se atribuye un carácter de iluminado, el que materializó la revolución amarniana impregnada de pacifismo y tan conceptual que eliminaba las tradicionales representaciones antropomorfas del nuevo dios, algo que no casaba bien con la mentalidad egipcia y que a la larga la llevó al fracaso. En este ambiente de misticismo y deseos de paz universal, Ahenatón y su esposa, la famosa Nefertiti, se proclamaron únicos intermediarios entre el dios Atón y sus seguidores, al tiempo que fundaron una nueva capital llamada Aketatón (Tell-Amarna). Con estas dos medidas eliminaban de golpe el poder de los sacerdotes y acabaron con  la hegemonía tebana convirtiendo así a la nueva religión en instrumento de revolución política, aunque de hecho el politeísmo no fue proscrito, sólo  convirtieron el culto solar en la religión estatal.

La novela de Naguib Mahfuz aborda este conocido episodio del Antiguo Egipto dándole un enfoque relativamente original en el que los personajes históricos que rodearon al faraón, la reina madre Tiy, su maestro Ay, el general Horenheb o su esposa Nefertiti, entre otros, opinan sobre Akhenatón según su visión de los hechos y bajo la óptica de sus propios intereses particulares. Pero a pesar de todo la resultante es una narración algo monótona en la que el escritor egipcio sacrifica los que son algunos de sus principales valores literarios, su gusto por la leyenda y los cuentos populares, todo en aras de un afán de objetividad a la que no está obligada la novela histórica. En resumen, como historia no aporta nada y como relato pierde el misterio, el  romanticismo y la chispa a la que nos tenía acostumbrado este escritor en sus otras novelas ambientadas en el antiguo Egipto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario