jueves, 8 de septiembre de 2011

EL RECURSO DEL MÉTODO. Alejo Carpentier


          Es la tercera novela que leo de este autor cubano y, como las dos anteriores, “El Siglo de las Luces” y “¡Écue-Yamba-O¡”, esta tampoco me ha defraudado. Me gusta su estilo barroco exuberante en sinónimos, su gran  erudición, las frecuentes alusiones marginales a personajes, acontecimientos políticos, movimientos literarios o artísticos, que te sitúan claramente en un momento histórico determinado sin necesidad de recurrir a fechas o citas explícitas.
          Alejo Carpentier (1904-1980) fue un escritor cubano que recibió desde la infancia una educación esmerada y cosmopolita; sus padres, un arquitecto francés y una profesora de origen ruso, le imprimieron un cierto mestizaje cultural, y su formación posterior se  enriqueció con viajes frecuentes y estancias prolongadas en Venezuela, Haití, y Francia. En este último país entró en contacto con el surrealismo y posteriormente se integró en las vanguardias latinoamericanas del “realismo mágico” siendo reconocido como uno de los miembros de este movimiento. Aún así, los críticos reconocen discretas diferencias conceptuales entre “realismo mágico” y lo que entiende Carpentier como lo “real maravilloso”, es decir, un sentimiento de sorpresa ante lo inusual o inesperado, una sensación que el escritor hace extensiva a la realidad de toda América latina, como comunidad cultural, sin distinción de países. Es lo que podría considerarse como un “surrealismo suramericano”  
                En “El recurso del método” el escritor cubano  trata la figura del “dictador bananero” que, como se indica en la introducción de la contraportada del libro, constituye todo un subgénero de la literatura latinoamericana con novelas como “El Señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias, “Yo el Supremo” de Roa Bastos y “El Otoño del Patriarca” de García Márquez. Se olvida, no sé si deliberadamente, otro título de este subgénero que a mi entender es el precursor de todos ellos, me refiero a “Tirano Banderas” de Valle Inclán.
          Aunque Carpentier introduce en su obra elementos surrealistas en relación a sueños o ideas del personaje, nada tienen que ver con el “realismo fantástico” llevado al extremo por García Márquez o el  excesivo localismo saturado de mitología  de Miguel Ángel Asturias, que con tanta frecuencia hacen tediosa y dificultan la lectura a los europeos. Es mi opinión personal, supongo que muy discutible. Lo cierto es que Carpentier, con ser cubano hasta la médula, es para mí el autor latinoamericano más europeo, de ahí la facilidad para asimilar su obra literaria. El barroquismo, tan propio del escritor, enriquece el lenguaje y el estilo de sus novelas sin perder por ello claridad.

Finalmente quiero destacar el  juego que Carpentier mantiene desde principio a final de la obra en cuanto a mantener incógnita la localización y el nombre del país gobernado por el Primer Magistrado. Por supuesto todos los nombres de ciudades (Nueva Córdoba, Puerto Araguato, Ciudad  Moreno) son ficticios, pero sucesivamente se aportan datos que te hacen pensar en distintos países reales sin que podamos concretar ninguno, reforzando así una total ambigüedad al respecto. Por el contrario, las coordenadas temporales de la acción están claramente establecidas entre finales del XIX y primer tercio del siglo XX, ya que alude a dictadores reales de ese período como Porfirio Díaz o Estrada Cabrera. Pienso que esta ambigüedad es deliberada y supone el reconocimiento de la figura del “dictador bananero” como fenómeno generalizado en aquella época, que pudo afectar a cualquier país hispanoamericano, el  “patio trasero” de los yanquis. Después vendrían las sangrientas dictaduras militares del cono sur, pero estas tienen claros aspectos diferenciales  con respecto a las anteriores.

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