martes, 7 de febrero de 2012

EL SUEÑO DEL CELTA. Mario Vargas Llosa


En la extensa producción literaria del hispano-peruano Mario Vargas Llosa son frecuentes las novelas de tema político entre las cuales destacan algunos de sus mejores títulos como La guerra del fin del mundo (1981) o  La fiesta del Chivo (2000).  Su última novela “El sueño del celta” puede incluirse  por su temática en este mismo grupo aunque yo la calificaría  como una  biografía novelada pues se centra en un personaje histórico  real, el irlandés  Roger Casement (1864-1916), cónsul británico que a principios del siglo XX fue el primer europeo que denunció  la tremenda explotación, los abusos y crueldades cometidos por  el sistema colonial en el Congo belga y en las estaciones caucheras del  Putumayo, en la Amazonía peruana. Lo que hace atractivo  a este personaje, según el autor, son los fuertes contrastes de su peripecia vital que lo convierte en la representación de las  grandes contradicciones que están en la esencia del alma humana. En  la introducción de la novela se alude a Proteo, aquél dios marino de la mitología griega con capacidades proféticas que cambiaba continuamente de forma, lo cual lo hacía inaprensible. De su nombre deriva el término “proteico” referente a quien muda continuamente de opiniones y afectos. Proteo y lo proteico simbolizan lo que el ser humano tiene de cambiante, lo que nos hace no ser uno sino muchos en uno, a veces de forma sucesiva y llena de contrastes.  Desde luego el personaje central de la novela fue todo un ejemplo de contradicciones y contrastes.  Nacido irlandés de padre anglicano unionista y madre católica, fue bautizado en secreto por ésta y educado como anglicano. De formación inglesa y con una visión paternalista del colonialismo civilizador  pasó a ser un firme anticolonialista tras ser testigo de las atrocidades del sistema. Sus informes sobre el Congo belga y el Putumayo le dieron fama y reconocimiento en Inglaterra pero a continuación  abandonó  el servicio diplomático de la corona británica y abrazó los ideales del nacionalismo irlandés al tiempo que abandonaba el anglicanismo y se hacía católico inducido más por motivos políticos que por reflexión religiosa.  Convertido en independentista radical, su mayor frustración era no dominar el gaélico.  Su sentido práctico le indujo a buscar la ayuda de Alemania a una sublevación en Irlanda durante el trascurso de la Primera Guerra Mundial  y por tal motivo pasó de ser un héroe a un traidor a los  ojos de Inglaterra. Tras la sublevación independentista  conocida como “de Semana Santa” o “de Pascua” fue detenido, aunque no participó en la misma, y finalmente ejecutado. Su fuerte idealismo contrastaba con cierto grado de depravación, y su homosexualidad, entonces un delito, fue utilizada para desacreditarle mediante un supuesto y dudoso diario repleto de obscenidades que parece fue manipulado.
          Casement conoció en sus viajes a personajes como el explorador Henry Morton Stanley, cuya figura queda desmitificada en la obra, y también al escritor Joseph Conrad que viajó por el río Congo y en su novela  “El corazón  de las tinieblas”  expuso la tesis de que la naturaleza exuberante y salvaje  de la selva  impone al europeo civilizado  unas duras condiciones de vida que lo arrastran a la soledad, el miedo a lo desconocido, y finalmente hacia la locura. Nuestro protagonista compartió inicialmente estas ideas pero luego se dio cuenta  de que era la avaricia de los europeos y su afán de enriquecimiento rápido lo que conducía  a la pérdida de valores morales, a la crueldad y la locura.
          La novela tiene una estructura doble, es decir, dos líneas narrativas o dos tiempos entrelazados. La primera  se desarrolla  en los capítulos impares  y se  localiza en la prisión de Pentonville (Londres) donde  Casement  pasó  los últimos meses  antes de ser ejecutado en la horca  en agosto de 1916. La segunda es el relato de su vida  centrada en  sus etapas en el Congo belga, en el Putumayo, y  como nacionalista irlandés.  Ambas líneas están narradas en tercera persona lo cual parece un intento del escritor por enfriar el relato y darle un tono objetivo y desapasionado.
          En resumen, el trasfondo de la novela  es la denuncia de los estragos que el colonialismo de finales del XIX y principios del XX provocó en muchos países suramericanos y casi todos los africanos. Casi cincuenta años después se produjo la descolonización e independencia de estos países pero las secuelas de aquél  régimen colonial de las potencias europeas aún se dejan sentir.
          Una nota final. La obtención del caucho natural (latex)  fue una de las causas de aquella explotación colonial. Era un producto indispensable para el desarrollo europeo, principalmente en la incipiente industria de automoción. Ciudades  como Manaos en Brasil o Iquitos en Perú  se enriquecieron  de forma fabulosa en pocos años a costa de este comercio, pero la  fiebre del caucho duró poco. A finales de la Primera Guerra Mundial, los alemanes, sin un imperio colonial que explotar y deficitarios en este producto, inventaron el caucho sintético y ese fue el final de aquel espejismo de riqueza y ostentación.  

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