martes, 13 de marzo de 2012

HHhH. Laurent Binet


La elección de una lectura suele estar inspirada por factores muy variados.  Los más determinantes son la información previa sobre la obra, los gustos particulares del lector, y hasta su estado de ánimo en ese momento concreto del inicio de la misma. También pueden ser decisivos otros aspectos triviales en apariencia. En el caso de esta novela del escritor francés Laurent Binet  me atrajo  la combinación de una portada sugerente e inquietante y un extraño título. Después de haber leído la breve sinopsis de contraportada decreció un tanto mi interés; una novela histórica más sobre nazis, un  tema y un subgénero literario de moda, con abundante producción y no siempre de calidad suficiente. Lo que al final  inclinó la balanza a su favor fue el  haber conseguido en el año 2010 el prestigioso premio literario Goncourt, aunque es verdad que este tipo de galardones  no siempre asegura el mérito de una obra.
          Se trata de la biografía novelada  de un personaje siniestro, Reinhard Heydrich (1904-1942) segundo, tras Heinrich Himmler, en el mando de las  SS y de la Gestapo, temido y odiado hasta por los propios jerarcas nazis, planificador de la llamada Solución Final al problema  judío, nombrado  Protector de Bohemia-Moravia  y conocido con apelativos tales como  “la bestia rubia” o “el carnicero de Praga”. Es también la historia  del atentado que sufrió en 1942 a manos de patriotas checos, en cierta medida frustrado, a resultas del cual murió ocho días más tarde.  La vida y muerte del personaje no están exentas de tintes novelescos pero el principal atractivo, o repulsión, de Heydrich es que simbolizó al nazi perfecto, frio, calculador, disciplinado, de ideología simple pero obsesiva, capaz de llevar a cabo las mayores atrocidades con eficiencia burocrática y sin el menor escrúpulo.  Ahora podemos aclarar el extraño título de la novela; HHhH  son las siglas de una frase que  expresaba lo que sus subordinados de las SS pensaban de él, “Himmlers Hirn heisst Heydrich”, “el cerebro de Himmler se llama Heydrich”. La crueldad y determinación con que desempeñó el papel de verdugo en la barbarie nazi contrasta con el ámbito privado en el que fue buen deportista, experto en esgrima, refinado melómano intérprete  de violín, y aparentemente buen padre y esposo. Es precisamente esa amoralidad intrínseca, esa falta de arrepentimiento y la planificación científica del terror lo  que impresiona del nazismo. Nunca se vieron a sí mismos como sádicos ni irracionales, se creían personas normales  que ejercían su trabajo con metódica responsabilidad.
          Volviendo a la novela; lo que tiene de original  HHhH, por lo que ha sido premiada es sin duda la forma en que Laurent  Binet nos cuenta la historia.  No está narrada  en tercer a persona  ni mediante el recurso de un personaje que la relata a modo de  memorias personales, que son las técnicas  narrativas  más frecuentes en la novela histórica. Está escrita en primera persona porque es el propio escritor el que  nos cuenta la historia y de esa forma se convierte también en protagonista de la novela. El relato se sucede a través de capítulos muy cortos que  el autor llama escenas, en las que  describe  a modo de  pinceladas breves  la ascensión de Heydrich  a la cúpula nazi en forma paralela a la conquista del poder por el nazismo. Al mismo tiempo  el  escritor se introduce e intercala en el relato y nos cuenta  el proceso  de elaboración de la historia; de su interés casi obsesivo  por la figura del nazi, o más bien por su dimensión novelesca;  de la abundante documentación recogida sobre el personaje y de las lagunas que tuvo que rellenar renunciando a lo real en favor de lo verosímil; de cómo  sucesos aparentemente triviales pueden cambiar el curso de la historia y de cómo el novelista puede caer en la ucronía  (aquello de: “¿qué hubiera pasado si….?”); de las dudas sobre  la veracidad de algunas escenas y sobre la posible falsedad de los documentos que las sustentan. En definitiva, Laurent Binet nos plantea de nuevo una idea que obsesiona de forma recurrente a muchos escritores actuales, a saber, los imprecisos  límites  entre realidad y ficción, entre historia y novela. Y también, de cómo la memoria histórica  de los pueblos está construida con elementos sustentados en ese mismo terreno vago e indefinido.
Las  frecuentes disgresiones  provocadas por la  intromisión del escritor en el ámbito de la narración tienen, no obstante, la virtud de no alejar nuestra atención sobre  el eje  principal de la trama argumental. Dicho de otra forma, la frialdad de los hechos históricos relatados se complementa y enriquece con la visión subjetiva, las emociones y los juicios del escritor y también con su particular forma de contarlos. En este ámbito, su pericia narrativa consigue  convertir la historia final del atentado y sus secuelas  posteriores en un auténtico relato de suspense.
          Para terminar y resumiendo, una novela histórica  muy original en su estructura narrativa, escrita en lenguaje sencillo y directo que consigue mantener nuestro interés a pesar de conocer de antemano el desenlace.  En mi opinión, el premio  Goncourt  lo  merece sin discusión.

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