domingo, 24 de junio de 2012

BOMARZO. Manuel Mujica Láinez


Hace tiempo que asocio de forma imprecisa este título con su autor, quizás por  notas de prensa o referencias a premios literarios, pero lo cierto es que ambos me fueron indiferentes en su momento. Ahora, después de muchos años tras su publicación, la novela  ha llegado a mis manos y me alegro de esta lectura tardía  porque un libro no madura y mejora con los años, como un buen vino, pero el lector maduro suele disfrutar, más  y mejor, las cualidades y matices de un buen libro.
          Se trata, sin duda, de una estupenda novela histórica, editada a principios de los 60 del pasado siglo cuando este subgénero literario aún no se había popularizado tanto como en la actualidad. Por aquel entonces eran muy conocidas las novelas del finlandés Mika Waltari, entre las que destacaba “Sinuhé el egipcio”, todo un clásico. Bomarzo (1962) fue la gran novela de Manuel Mujica Láinez (1910-1984), la que lo hizo famoso entre toda su abundante producción literaria en la que destacan otros géneros como ensayo, biografía, cuento, y crítica de arte, además de las novelas.
          Durante un viaje a Italia en 1958, el escritor argentino visitó  éste  pequeño pueblo que da título a la obra, cerca de Viterbo y de Roma, y allí quedó impresionado por unos jardines conocidos como “Parque de los  Monstruos”, de enigmáticas construcciones y estatuas grotescas, construido en el siglo XVI pero muy diferente a los tradicionales jardines renacentistas italianos cuyo ejemplo más paradigmático es  la  Villa de Este en Tívoli. De aquí  surgió la inspiración de su novela, de compleja y ardua elaboración,  precedida de un largo proceso de documentación histórica.
          El argumento narra la vida de Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo, perteneciente a una noble familia romana, de  cuya historia real existen pocos datos y por esto mismo resulta el personaje ideal para ser  recreado por el escritor que le da una nueva vida, literaria pero  verosímil, rescatándolo así del anonimato. El protagonista da pie para evocar a toda una serie de personajes históricos que componen un impresionante fresco del Renacimiento italiano tardío, el del siglo XVI, conocido allí como “cinquecento”. Todo un mundo de condottieros, nobles intrigantes, papas corruptos, bufones, artistas, mecenas, en el que se aplicaba el principio maquiavélico de “el fin justifica los medios”  y por ello abundante en asesinatos, traiciones, lujo desmedido, nepotismo etc. Una Italia dominada por las grandes familias nobiliarias, los Orsini, Colonnna, Gonzaga, Farnese, Medici, que luchaban entre sí, establecían alianzas matrimoniales, ambicionaban el solio pontificio y las dignidades eclesiásticas, se traicionaban cuando convenía, y apoyaban a franceses o imperiales en sus pretensiones de dominar  el complicado mosaico de  ducados, reinos ,y ciudades independientes  de la península italiana.
          Pero Bomarzo no  es sólo una novela  histórica  sino  que el aspecto fantástico es un componente fundamental de la narración. Los paisajes brumosos, las antiguas ruinas etruscas y sus misteriosas tumbas, los castillos con pasadizos y cuartos secretos, los astrólogos, alquimistas, y cabalistas que rodean al protagonista,  son  elementos  decisivos a la hora de aumentar  la intriga  del relato en una línea que recuerda algo a los románticos.  El propio protagonista se reviste de ese halo fantástico ya que  narra  su vida  en primera persona  y en pasado, porque es el relato de un muerto, pero en muchas ocasiones se dirige a nosotros desde el presente  dando a entender que  ha conseguido la inmortalidad por reencarnación que le auguraba su horóscopo  de nacimiento. En las páginas finales se aclara el misterio; se trata sí de inmortalidad, pero de otro tipo.
Mujica Láinez declaró en varias ocasiones que quien quisiera   conocerlo debería leer sus novelas, y parece cierto porque la obra tiene un fuerte componente autobiográfico ya que escritor y personaje tienen bastantes puntos en común; el origen aristocrático, el retiro a un villa con jardines, el gusto por el arte  y el coleccionismo de objetos extraños, la afición por los temas esotéricos y la creencia en la reencarnación.
          La novela está escrita utilizando un lenguaje culto y preciosista, abundante en términos poco comunes e incluso arcaicos (como ejemplo el verbo fincar: del latín-fincar = castellano–hincar  = echar  raíces = radicar).  Los ambientes se captan a la perfección gracias al talento descriptivo del autor en particular en cuanto a obras de arte se refiere. En este sentido merece la pena sacar de Internet los cuadros y esculturas que se citan en el texto y compararlas con las descripciones  minuciosas de las mismas.
          En resumen una gran novela  en la que se mezclan a  partes iguales  realismo  y  fantasía; el primer elemento  aporta la ambientación histórica y el segundo la intriga y el misterio.
Para terminar citaré  una anécdota;  En 1967 se estrenó  en Nueva York la ópera Bomarzo, con libreto escrito por  Manuel Mujica Láinez (un extracto del libro) y música de Alberto Ginastera. La obra fue prohibida en Argentina por la censura del gobierno militar del general Onganía, que la tachó de inmoralidad.  Dado que la novela  había sido publicada en ese país y hasta premiada, el escritor declaró con ironía que lo inmoral debía ser la música.

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