lunes, 16 de julio de 2012

EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ. Jonas Jonasson


Parece indudable el auge actual de la novela negra y policiaca sueca que autores como Henning Mankell o Stieg Larsson (trilogía Millennium) llevaron a la cumbre, al tiempo que han  conseguido definir una auténtica escuela nacional con estilo propio. A favor de su éxito han aparecido nuevos escritores y novelas, no todas de calidad, que hasta cierto punto han saturado a los aficionados de este subgénero literario. Por suerte la literatura sueca no se agota en la novela negra y esta obra que comentamos hoy es un buen ejemplo. Desde el principio me llamó la atención su título, la portada antiestetica de forma deliberada, contradictoria hasta lo absurdo, e incluso el nombre del escritor (Jonás, hijo de Jonás) que parece una parodia del tópico genealógico de muchos apellidos suecos. “El abuelo que saltó por la ventana y se largó” es la primera y única novela de  Jonas Jonasson (1961) un periodista sueco, también consultor de medios y productor de televisión que, obligado por circunstancias  profesionales o bien tocado por la inspiración, liquidó sus negocios y se retiró a Suiza para hacer lo que parecía desear, escribir un libro. Su empeño se ha visto coronado por el éxito porque la novela editada  en 2010  es ya un superventas que se ha traducido a varios idiomas.
Se trata de un relato original, de un humor inteligente y bastante surrealista, que nos engancha desde el primer capítulo.  El protagonista es  Allan Karlsson, un anciano que antes de celebrar su centenario decide largarse de la residencia donde está internado y  a partir de ese  momento  inicia una aventura trepidante y alocada, a la que se van sumando otros personajes, que genera multitud de situaciones inesperadas capaces de sorprender continuamente al lector.
          La trama argumental contiene dos planos narrativos que al final se juntan en un desenlace común. De una parte  las disparatadas aventuras  del protagonista que van  generando situaciones extremas y que dan lugar a una investigación y seguimiento policial con tintes de parodia. De la otra  se pasa revista al pasado del protagonista, un hombre  apolítico, falto de prejuicios, de un gran sentido común, que no teme a la muerte ni renuncia al placer de estar vivo, que a lo largo de su vida tiene relaciones inverosímiles con multitud de personajes históricos, Franco, Stalin, Truman,  Churchill, De Gaulle, entre otros, y se ve envuelto sin quererlo en peripecias históricas como la  invención de la bomba atómica, el triunfo del comunismo chino, la guerra de Corea etc.  Estas  memorias del protagonista dan lugar a un repaso humorístico de la convulsa historia del pasado siglo XX. En ambos planos  de la narración  el escritor  satiriza y se ríe de casi todo; de la lógica policial, de los políticos y la prensa, de la rigidez burocrática y de otros muchos aspectos.
Para resumir, un libro original, bien escrito, que nos hace pasar un buen rato de diversión y entretenimiento.  Termino  destacando una frase que el escritor pone en boca de su abuelo, en el prefacio de la novela:  “quienes sólo saben contar la verdad no merecen ser escuchados”

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