sábado, 23 de marzo de 2013

STABAT MATER. Giovanni Battista Pergolesi


A pocos días antes del comienzo de Semana Santa  hemos asistido en la Sacristía de la Catedral a un recital de música sacra. Si esta especialidad musical parece la más adecuada al lugar, la composición principal del programa, la que lo titulaba, era sin duda la más acorde a la festividad religiosa que se aproxima.  El Stabat  Mater es el himno gregoriano al que  más veces le han puesto música diferentes compositores, en distintas  épocas y estilos a lo largo de la historia, desde que fue escrito por un monje franciscano a finales del siglo XIII.  Se trata de un  poema  compuesto en estrofas rimadas y en latín medieval que medita sobre  el dolor de María ante Cristo crucificado y termina en una  invocación o plegaria a la Virgen. El título le viene del verso que inicia el canto “Stabat Mater dolorosa” y como otras oraciones termina con el tradicional Amen. De las casi doscientas composiciones musicales sobre este tema mi preferida hasta ahora es la del checo  Antonin Dvorak  pero  la más popular y quizás la más interpretada es la que hoy nos ocupa, la de Pergolesi, un compositor italiano del XVIII que  formó una importante escuela musical  napolitana  y renovó  el género lírico introduciendo en Europa la nueva ópera bufa italiana  frente a la tradicional ópera francesa. Se admite que partiendo del barroco musical  fue también un precursor del clasicismo.
         El Stabat Mater de Pergolesi fue elegido para ser representado en Nápoles precisamente el Viernes de Dolores. Fue compuesto, con acompañamiento de orquesta de cuerda, para soprano y contralto, es decir la voz más aguda y la más grave entre la escala femenina. Como en aquella época las representaciones musicales y teatrales estaban prohibidas  a las mujeres,  fue interpretada por  castrati que cubrían  esos dos registros vocales. Posteriormente con la desaparición de este tipo de cantantes, y dada la escasez de contraltos, la pieza se  representó de nuevo con dos voces femeninas, soprano y mezzosoprano, la pareja de solistas más frecuente en la actualidad.  Yo asistí hace pocos años a esta misma representación cantada por soprano y contratenor, este último un tipo de cantante masculino que tiene un registro muy agudo y utiliza voz de falsete, tesitura muy parecida a la de los antiguos castrati  que finalmente fueron prohibidos por la Iglesia Católica.
         En esta ocasión, el acompañamiento instrumental estuvo reducido a sólo tres instrumentos, piano, violín y violonchelo. Las dos solistas Alfonsi Marín (soprano lírica) y Constanza Ávila (mezzo)  tuvieron una buena interpretación  aunque  en mi opinión  con un cierto desequilibrio a favor de la primera que oscureció un tanto la segunda voz aún admitiendo que  la brillantez de los agudos  consigue habitualmente este predominio.
         En fin, una velada musical agradable  que mereció la pena a pesar de la noche desapacible y lluviosa que tuvimos que afrontar los asistentes. Muy de agradecer el patrocinio  de este tipo de conciertos  desgraciadamente escasos en la actualidad.
         Por cierto, en las artes plásticas se conoce también con el nombre de Stabat Mater  las representaciones  de  Cristo crucificado  con la Virgen Dolorosa a su derecha y San Juan  a la izquierda, tal y como aparecen en las imágenes  que ilustran el cartel anunciador.  


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