sábado, 12 de octubre de 2013

TODO LO QUE SOY. Anna Funder

El nazismo y su ascenso al poder en la Alemania de los años 30  ha sido objeto de un profundo análisis histórico. El ambiente social que propició su aparición y desarrollo también fue tema recurrente de literatura y cine. Como muestra bastará recordar  una gran película La caída de los dioses (1969) del italiano Luchino Visconti, y en cuanto a lo literario citaré Adiós a Berlín (1939) del escritor británico Christopher Isherwood, novela poco conocida que alcanzó posterior difusión gracias Cabaret (1972), su versión al cine dirigida por Bob Fosse. Aún siento un frio estremecimiento cuando vuelvo a ver una escena  de esta película, la del joven de las juventudes hitlerianas que canta, en un restaurante rural, la canción “El mañana nos pertenece” mientras la melodía y la letra evolucionan  gradualmente desde un lirismo idílico hasta la fuerza fanática de una marcha militar.
         Pues bien, después de muchos años y de cierta saturación de historia, cine, y literatura al respecto, aún siento curiosidad por este periodo alemán de entreguerras regido por la débil república de Weimar, y sigo sin comprender del  todo  como un pueblo de larga tradición cultural, gobernado por una democracia, pudo permitir la eclosión de semejante monstruo político ante la mirada indiferente o temerosa del resto del mundo occidental civilizado. Esa misma curiosidad  parece sentir la autora de la novela que hoy nos ocupa cuando, en entrevistas y artículos, reconoce su interés por el modo de organización de las sociedades democráticas y  por la detección de los mecanismos mediante los cuales podían, y pueden, deslizarse hacia una dictadura.
         La australiana Anna Funder (1966) es una mujer polifacética; abogada, periodista, conferenciante, negociadora de tratados, y participante en instituciones internacionales relacionadas con los derechos humanos y el medio ambiente. Su carrera literaria es corta, ha escrito dos novelas, ambas galardonadas con varios premios. La que comentamos está dedicada a Ruth Blatt, profesora  de alemán de la escritora, a la vez que memoria y fuente de los hechos narrados en la misma.
         Todo lo que soy (2012) es una historia de ficción basada en hechos reales, y espero que esta  frase convencional  no se preste a confusión con aquella etiqueta true story que se aplica a las películas de serie B para TV. Nada que ver con esto último. Cuenta  la historia de un reducido grupo de alemanes, intelectuales y activistas de izquierda, exiliados en Londres , que intentaron  mostrar al mundo  la verdadera cara del régimen nazi tras su llegada al poder en Alemania y alertar de los peligros que se avecinaban. En cierto modo fueron víctimas del conocido como síndrome de Casandra porque profetizaron un futuro aciago y se sintieron impotentes para evitarlo, además de pagar un alto precio por su osadía.
         La realidad que se narra, los hechos reales, estuvieron envueltos en una nebulosa de falta de pruebas, informes oficiales y oficiosos tergiversados, directrices gubernamentales interesadas en una neutralidad imposible, y la sospecha  de infiltración del espionaje nazi en Inglaterra. Los dos protagonistas principales son también reales. La antes mencionada Ruth  Blatt, que en los años 30 fue una joven activista del Partido Socialdemócrata Independiente, y Ernst Toller (1893-1939) poeta, dramaturgo, político y revolucionario alemán de origen judío. Ambos personajes  son las dos voces narrativas que, en primera persona, nos cuentan sus experiencias en un continuo y alternante flashblack tan bien equilibrado que no resulta desorientador en ningún momento. Lo hacen además desde dos planos temporales distintos. La primera cuando ya octogenaria en el año 2001, rememora su juventud desde su retiro en Sidney; el segundo cuando redacta sus memorias en Nueva York  poco antes de suicidarse en 1939. El nexo de unión entre ambos relatos son precisamente estas memorias manuscritas que Toller lega a Ruth y  ésta revisa poco antes de su muerte. Es en suma la historia de ambos personajes, el testimonio de una época de ideales juveniles y lucha compartida por dos  personas  que la evocan desde el ocaso de sus vidas, a modo de testamento.  El componente de ficción que envuelve a estos personajes reales es lo que los humaniza, los hace  literarios y emotivos cuando nos introduce en su apasionado y generoso idealismo, en sus amores, en su abnegación y entrega a la causa común, al tiempo que destaca también aspectos negativos pero igualmente humanos como la traición, el recelo, el miedo, la sensación de desamparo y de impotencia.
         La trama argumental se desarrolla con lenguaje fluido y elegante en un estilo sugerente y expresivo con diálogos mesurados  en los que aparece ocasionalmente la ironía y lo implícito. A través de la misma vislumbramos el marco ambiental y asistimos a las debilidades de la república de Weimar, las iniciales revoluciones de izquierda duramente reprimidas, el revanchismo latente del estamento militar, la miseria y la frustración del pueblo, la inconsciencia de las clases altas, el ascenso nazi amparado en el populismo, el incendio de Reichtag y el progresivo desmantelamiento de la democracia, el secreto rearme del régimen de Hitler, y el comienzo de la represión de la oposición de izquierdas que precedió a la persecución de los judíos.  En resumen, todo un retrato de época.
         Para terminar, estamos ante un novela interesante, bien escrita, que sabe mantener la tensión hasta el final, y recomendable  para todos aquellos que aún se resisten a padecer de Alzheimer histórico.
                

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