martes, 1 de julio de 2014

EL BANQUERO ANARQUISTA. Fernando Pessoa

Con Fernando Pessoa (1888-1935)  he mantenido hasta ahora una curiosa relación que oscila entre dos extremos, el absoluto desconocimiento de su obra y un interés creciente por el escritor. Lo primero puedo explicarlo en base a mi relativo desafecto hacia la lectura de poesía, quizás algo injustificable en cuanto a este poeta portugués reconocido como uno de los mejores de la moderna literatura europea. Lo segundo, porque he  tenido acceso, de forma más o menos casual, a  muchos artículos de prensa especializada, ensayos, o alusiones de otros escritores, que glosaban su compleja e incluso contradictoria personalidad. Sin duda enfocaron mi atención hacia esta persona - curiosamente la traducción de pessoa -  que trascendió su vida discreta de corresponsal comercial  desdoblándose en personajes que acabaron por convertirlo en esa figura literaria misteriosa que sigue suscitando multitud de estudios en torno a su vida y obra.
Pessoa fue en efecto el creador de sus heterónimos; nombres como  Ricardo Reis, Alberto Caeiro, o Álvaro de Campos, entre otros muchos. No eran simples pseudónimos sino auténticos personajes que van naciendo como alter ego del escritor a lo largo de su vida. Personajes con rasgos biográficos y carácter definido, con tendencias estéticas, filosofía, y pensamiento político propio que condicionaban su poesía y escritos; a los que criticaba a veces, o hacía enfrentarse entre ellos. Los heterónimos fueron en suma el instrumento que permitió al poeta luso multiplicarse y despersonalizarse, manifestando así la amplitud y multiplicidad de su visión del mundo y la complejidad  conceptual y estética de su poesía. Mediante esos escritores de ficción descubrimos a un Pessoa estoico y epicúreo, decadentista y simbolista, monárquico sebastianista, pagano y cristiano gnóstico, místico y ocultista, entre otras muchas facetas, algunas en aparente contradicción.
Este relato breve, de los pocos publicados en vida del escritor en una revista portuguesa, pone fin a mi aislamiento de su obra literaria. El banquero anarquista (1922) es ya desde su mismo título un oxímoron conceptual o más bien una paradoja retórica, es decir, una contradicción. La narración gira en torno a dos amigos o contertulios que cenan juntos y conversan en los postres. El ambiente de simposio y la estructura de diálogo entre los dos interlocutores, uno de ellos centrado en plantear preguntas y dudas frente al otro que expone sus ideas, recuerdan vivamente los diálogos platónicos y es sin duda un homenaje a la literatura clásica.
El enfrentamiento dialéctico de los dos protagonistas se centra en la pretensión del banquero de ser también un anarquista, no sólo teórico sino en la práctica. Para demostrarlo inicia un proceso de razonamiento que partiendo de unas premisas previas pretende deducir las conclusiones que confirman el aserto inicial. Se trata de un juego lógico con matices falaces porque es de sobra conocido que a partir de premisas dudosas o falsos axiomas se pueden obtener todo tipo de conclusiones, incluso las más absurdas, manteniendo no obstante una línea de razonamiento acertado. Bajo la aparente racionalidad de la argumentación subyace una sutil ironía. Así cuando se concluye, rozando lo absurdo, que  la búsqueda individual de la riqueza conduce a la ansiada libertad anarquista, no sólo se establece una nueva paradoja sino que se confirma lo utópico de la filosofía libertaria en su aplicación a los movimientos sociales.
         En mi opinión el relato es una sátira contra el anarquismo en particular y contra la dictadura revolucionaria en general. No debe olvidarse el contexto histórico en que fue escrito, tras la revolución rusa de 1917 que ya mostraba su tendencia al totalitarismo comunista, y la oleada de atentados anarquistas en España y Europa occidental.
         En fin, este cuento ha sido  un primer encuentro con la obra de Fernando Pessoa, una lectura no elegida pero sí una propuesta acertada, una especie de aperitivo previo al abordaje del plato fuerte, su poesía que intuyo atractiva y  sugerente pero también compleja.



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