domingo, 28 de diciembre de 2014

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA. Gabriel García Márquez

En este año 2014, que tiene los días contados, hemos perdido a Gabriel García Márquez (1927) uno de los grandes de la literatura hispanoamericana, y también el representante más genuino del llamado realismo mágico. Si hubiera que elegir en su producción narrativa las tres mejores novelas, la crítica es casi unánime en destacar como  su obra cumbre Cien años de soledad (1967). Aunque no la he leído aún, acepto esa preferencia, y añadiría en segundo lugar ésta que nos ocupa hoy, seguida de Crónica de una muerte anunciada (1981).
         El amor en los tiempos del cólera (1985) fue desde su edición un gran éxito de ventas. No hace muchos años que la versionaron al cine y, como suele ocurrir, parece que decepcionó a los admiradores incondicionales de la novela. Entre éstos últimos se cuentan algunos de mis amigos y uno de ellos la ha comparado, creo que acertádamente con una cebolla, ya que, al núcleo central que relaciona a los protagonistas principales, el escritor va añadiendo, a modo de capas, más y más personajes secundarios -hasta 86- con sus propias historias que enriquecen la trama argumental, configurando así un conjunto armónico y -valga el símil hortense- concéntrico y redondo. Entre esa multitud de personajes algunos, citados de pasada, son reales e históricos y sirven para encuadrar el relato en sus correctas coordenadas temporales y espaciales. Porque al escritor colombiano le gustaba interactuar con el lector e implicarlo en la historia, y con esa intención omite deliberadamente las ciudades que son el principal escenario de los  hechos narrados, así como el tiempo en que transcurren. Como recursos orientativos utiliza la alusión a dichos personajes, la cita de  unos pocos sucesos históricos y algunos topónimos de lugares más remotos, todo lo cual nos permite ambientar la historia en la costa caribeña colombiana, con Cartagena de Indias como escenario principal, y en el margen temporal de  los sesenta años que van de 1870 a 1930, una época de transición entre el extinto régimen colonial y la modernidad. Años de grandes cambios sociales, culturales y políticos, plagada de conflictos que reproducen y recuerdan los del siglo XIX español, cuyas secuelas configuran y  aún condicionan a la Colombia actual. 
         No obstante, con ser destacable el ambiente histórico y local caribeño, enriquecido éste en colorido y sensualidad por las descripciones del autor, no estamos ante una novela histórica sino, como indica el título, frente a una estupenda historia de amor; el que siente el joven Florentino Ariza por Fermina Daza, frustrado desde sus comienzos cuando ésta se casa  con el doctor Juvenal Urbino. Un amor al que se mantendrá fiel en alma, que no en cuerpo, hasta su vejez. García Márquez dijo haberse inspirado en una historia parecida; las difíciles relaciones de sus propios padres, aunque aclaraba que: «La única diferencia es que mis padres se casaron. Y tan pronto como se casaron, ya no eran interesantes como figuras literarias». En realidad la novela es casi un tratado sobre el amor y sus múltiples variantes que van desde el romántico o platónico hasta la sensualidad más carnal; del posesivo al tierno y sosegado; del amor materno a la  amante maternal; del cobijo en la amante madura y en la adolescente casi púber; de la rutina a las fantasías del juego amoroso. También se reflejan en el relato los sentimientos y condicionantes negativos del amor; el orgullo, los celos, los prejuicios de clase y los convencionalismos sociales, o el matrimonio de conveniencia. Por último es una reflexión sobre el paso del tiempo que nos destruye y de cómo reconciliarnos  con nuestra memoria. Los dos viajes de Florentino Ariza por el río Magdalena simbolizan este devenir temporal, y el sorprendente final es su personal ajuste de cuentas con el pasado.
         La novela está narrada en tercera persona, por un narrador omnisciente, con casi total ausencia de diálogos y sin el recurso al monólogo interior de los personajes, pero con una precisión descriptiva tal que nos sumerge de lleno en la trama argumental y nos aproxima a los sentimientos de los mismos. El relato se va desarrollando centrado en los protagonistas principales mediante una técnica de enfoque alternativo e individual de cada uno de ellos en distintos momentos de sus vidas, dentro del marco temporal que antes se indicó, es decir, desde su juventud hasta la vejez. En torno a éstos se despliegan los personajes secundarios y sus respectivas historias.
         El lenguaje es muy rico y abundante en palabras propias del argot local caribeño, entreverado de frases sencillas y rotundas que todos podríamos sentir como propias y en ocasiones adornadas de ese humor tan típico del autor. Para ilustrar lo que digo destacaré dos: Un hombre sabe cuándo empieza a envejecer porque empieza a parecerse a su padre. O este consejo de la madre a su hijo Florentino que sufre por los desaires de su amada: Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas. Que estas cosas no duran toda la vida.
La historia es por otra parte muy rica en todo tipo de matices y curiosidades. Oscila entre escenas y ambientes que recuerdan el romanticismo decimonónico hacia otras más realistas y crudas, que rozan a veces lo escatológico, y por fin con algunas de una gran comicidad matizada por la ironía. En cuanto a la etiqueta de realismo mágico yo diría que es la menos mágica de las tres novelas más importantes del escritor, aunque tiene sus toques al respecto.
         En fin, pienso que estamos ante un libro que puede ser justamente incluido entre los grandes clásicos de la narrativa y no debería ser obviado por quien aspire a ser un buen lector.  
        
        


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