domingo, 4 de marzo de 2018

GABRIELA, CLAVO Y CANELA. Jorge Amado


Las primeras frases de esta novela son rotundas: “Esta historia de amor por curiosa coincidencia…, comenzó el mismo día claro, de sol primaveral, en que el estanciero Jesuíno Mendonza mató a tiros de revólver a doña Sinházinha Guedes Mendonza, su esposa”. Como no recordar, desde el principio mismo de la lectura, los comienzos en las novelas de Gabriel García Márquez, potentes y sugerentes, capaces de atraer la curiosidad del lector desde las primeras líneas. Y, sin embargo, Jorge Amado (1912-2001) no fue un imitador del genial escritor colombiano, a la inversa, la crítica literaria le reconoce como uno de los precursores del realismo mágico en la moderna literatura latinoamericana. Es verdad que en esta novela  no se aprecia esa intención de hacer verosímil y otorgar carácter común y cotidiano a lo fantástico e irreal, el rasgo más definido de este movimiento estilístico. Pero sí podemos encontrar aquí esas descripciones intensamente sensoriales que apelan a la sensualidad, o la sensación de detención del tiempo cronológico mientras fluyen los pensamientos de los personajes, rasgos igualmente típicos del realismo mágico.
         Gabriela, clavo y canela (1958) es la obra más popular entre la extensa producción del escritor brasileño. La más premiada, más traducida y más versionada en cine y televisión. Desde el mismo comienzo del relato, el narrador omnisciente nos aclara que estamos ante una historia de amor, la del sirio Nacib y la mulata Gabriela, de una belleza agreste y cautivadora. Queda claro que esa relación y sus peripecias  es uno de los hilos conductores de la trama argumental, pero en mi opinión no es el eje principal de la  misma. Tampoco me parece que sea Gabriela la principal protagonista, tal y como sugiere el título, sino más bien Nacib, un personaje sensible, entrañabe y pragmático que, en su condición de comerciante que regenta el principal bar en el puerto de Ilhéus, está al tanto de todos los chismes, murmuraciones  y noticias de la vida ciudadana, y en cierto sentido hace de nexo de unión entre el resto de personajes. Desde el principio el narrador nos describe sus inquietudes y penetra en sus pensamientos. En cambio Gabriela entra en escena a mitad de la historia, con bastante fuerza, es verdad, gracias a una desbordante sensualidad y a su naturaleza sencilla y libre de prejuicios, con una alegría y energía vital que arrastra tras de sí a casi todos los personajes, y la convierte en centro de atención del lector. El narrador también nos cuenta en su momento la crisis de la protagonista pero, aún así, el retrato psicológico de Gabriela es menos profundo y perfilado que en caso de Nacib.
         El verdadero protagonista de la novela es la propia Ilhéus, ciudad costera del estado brasileño de Bahía, en torno a 1925, cuando el cultivo del cacao  está en pleno auge y produce el  enriquecimiento rápido de la ciudad. Es entonces cuando aparecen tensiones sociales, llevadas al terreno político, entre los antiguos propietarios, los llamados coroneles, y los hombres nuevos. Los primeros representan el conservadurismo más retrógrado, incultos y poderosos, anclados en una mentalidad patriarcal y en el espíritu de los primeros colonizadores que, revolver en mano, nos recuerdan vivamente los tiempos de Far West tan divulgados por el cine americano. Los segundos son  empresarios y exportadores de la segunda ola migratoria, gente con mentalidad moderna y ansias innovadoras, partidarios de cambios sociales y políticos acordes con la nueva realidad económica. En suma, el conflicto entre tradición y progreso, un concepto que aparece con insistencia a lo largo de la narración. Los dos personajes que mejor representan esas dos tendencias antagónicas son el viejo cacique Ramiro Bastos y el emprendedor empresario Mundinho Falcao.
         En mi opinión estamos ante una estupenda novela histórica. Por la narración desfila todo un coro de personajes arquetípicos de esas dos mentalidades, y en sus actitudes y opiniones vislumbramos la evolución social inducida por el progreso económico. La intención crítica del escritor no pretende ser agria ni incisiva sino más bien amable e irónica, más centrada en el retrato costumbrista que en la profundidad analítica. Un retrato de época enfocado en la clase social dirigente, la de los blancos enriquecidos y favorecidos por toda clase de privilegios políticos. El pueblo llano aparece de forma marginal, representados en toda una cohorte de negros y mulatos, campesinos del cacao y pistoleros, sin capacidad de decisión, refugiados en sus bailes y tradiciones ancestrales. Algunos dicen que Gabriela representa el nexo entre ambas capas sociales y es el símbolo de ese progreso y evolución que se quiere poner de manifiesto en la sociedad de Ilhéus. Yo pienso que, frente a la encorsetada e hipócrita buena sociedad, representa la espontaneidad y la alegría de vivir de los afroamericanos. En mi opinión son dos mundos intercomunicados que aún podemos percibir en la sociedad brasileña; el poder político y social para los blancos, el carnaval y la samba para los mulatos.
         En resumen, una magnífica novela, que se lee con interés de principio a fin, retrato histórico de una época y una sociedad  que a mí me parece atractiva por lo exótica, aunque esos mismos cambios sociales, entre finales del XIX y principios del XX, son extrapolables a otras naciones. Los amores de Nacib y Gabriela insertos en la trama narrativa aportan la amenidad que toda buena novela histórica debe tener si quiere mantener su intención divulgativa. La historia que comienza con un crimen de honor, impune según la tradición, termina en el epílogo con el moderado castigo penal del mismo; todo un símbolo de cambio.

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