martes, 13 de marzo de 2018

LA GUERRA DEL GENERAL ESCOBAR. José Luis Olaizola


Hasta el momento no he conseguido encontrar una definición clara del subgénero literario conocido como novela biográfica. Tampoco puedo asegurar que biografía novelada sea un término sinónimo del anterior. Incluso no parece haber acuerdo en cuanto a su encuadre en un determinado género, aunque algunos la incluyen dentro de la novela histórica. En cualquier caso, este tipo de narraciones, en torno a un personaje real, suelen mezclar la ficción y la interpretación libre sobre determinadas actitudes o aspectos de su personalidad, con la veracidad de los hechos históricos que protagonizó. Si nos atenemos a estas dos características, estamos ante una muy buena novela biográfica, quizás la obra más conocida del escritor vasco José Luis Olaizola (1927), ganadora del Premio Planeta el mismo año de su publicación.
La historia del coronel de la Guardia Civil Antonio Escobar Huerta (1879-1840) fue intencionadamente ocultada durante el periodo franquista. En los comienzos de la democracia se inició una tímida reivindicación de su dimensión histórica en publicaciones como “Cambio16” y alguna que otra revista de historia. Pero no fue hasta 1983, dos años después del intento golpista de Tejero, cuando esta novela rescató del injusto olvido a Escobar, quizás como antítesis del anterior, y popularizó su figura entre los lectores, tanto que un año más tarde fue seguida de su versión cinematográfica, interpretada por Antonio Ferrandis.
El coronel Escobar, luego ascendido a general, fue sin duda, frente a la traición de los sublevados, un ejemplo de lealtad al gobierno de la II República. Su decisiva intervención a favor del orden legítimo, en Barcelona durante la jornada del 19 de julio del 36, evitó el triunfo del golpe militar en Cataluña aunque no pudo evitar el caos impuesto por las milicias anarcosindicalistas en los meses siguientes. Una lealtad republicana que mantuvo hasta el final de la guerra y  le costó la vida, tras la derrota de 1939. Lealtad tanto más meritoria, si cabe,  por ser hombre de ideas conservadoras y fuerte convicción católica, con hermanos e hijos guardias civiles en ambos bandos, e incluso un hijo falangista que murió luchando en el bando nacionalista. A pesar  de esos antecedentes, las autoridades republicanas no dudaron de su profesional imparcialidad y le asignaron sucesivas misiones durante el curso de la guerra, a resultas de las cuales fue herido gravemente en dos ocasiones. Terminada la contienda  se negó a huir por creer que sólo había cumplido con su deber. Fue jugado por los vencedores en consejo de guerra, acusado paradójicamente  de rebelión militar, y fusilado en el castillo de Montjuic meses antes que el presidente de la Generalitat, Lluis Companys. También resulta una injusta paradoja que el nacionalismo catalán convirtiera en mártir a éste último y olvidara al hombre que le salvó la vida al comienzo de la sublevación militar.
La guerra del general Escobar (1983) está narrada en primera persona por el propio protagonista, que escribe unas ficticias memorias durante su prisión en espera de ejecución de sentencia. El lenguaje es austero y sencillo, sin florituras literarias, el que correspondería a un militar. En sus opiniones y juicios de valor no oculta sus ideas pero manifiesta una estricta neutralidad respecto a los que deberían ser sus contrarios políticos, siempre amparado en el cumplimiento del deber y una cierta piadosa comprensión. Y sin embargo, el relato no resulta frío como pudiera pensarse por lo dicho, bien al contrario, desprende una emotividad contenida y hasta cierta dosis de humor.  Todo ello tiende a destacar en el personaje la serenidad frente a un destino dramático, amparado en el fervor religioso que parece ser su refugio y consuelo.
Aunque es imposible desligar al protagonista de los hechos históricos que vivió, no estamos ante una novela de guerra. Es la historia de un hombre que sufre la guerra enfrentado a conflictos éticos, conciencia o deber, lealtad o traición, en unos tiempos en  que la trágica lucha fratricida convertía en imprecisos los límites entre esos principios y un error de cálculo podía ser fatal.
El retrato del personaje que nos ofrece el escritor, aún con cierto tinte hagiográfico, es verosímil y convence al lector. En el plano histórico el relato es riguroso y sin sospecha de parcialidad. En suma, se trata de una buena novela que se lee con agrado, y un merecido homenaje a un hombre de mérito que había sido injustamente olvidado.

1 comentario:

  1. Esta también me la he perdido! Al leer tu reseña dan ganas de leerla pero por ahora mi mente está en otras cosas. Saludos don Lope

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