jueves, 21 de junio de 2018

HORAS PARA WALLADA. Miguel Ángel Cáliz


La novela histórica se configuró como tal con los escritores románticos del XIX, y entre ellos podemos considerar al escocés Walter Scott como un auténtico pionero. El siglo XX consolidó el éxito de este subgénero con autores y títulos inolvidables; Mika Waltari (Sinué el egipcio), Robert Graves (Yo Claudio), Umberto Eco (El nombre de la rosa), o Marguerite Yourcenar (Memorias de Adriano), este último, para mi gusto, el mejor título de este género.  
El éxito de la novela histórica se mantiene en la actualidad gracias a la feliz combinación de un relato de aventura e intriga en un contexto de realidad histórica que resulte ilustrativo y ameno para los lectores no demasiado familiarizados con la Historia. Pero al socaire del éxito editorial de aquellos grandes títulos, medraron escritores y novelas de calidad más que discutibles. En ellas encontramos personajes a menudo anacrónicos; centuriones romanos que se expresan como marines norteamericanos, o heroínas de la antigüedad que manifiestan ideas feministas muy actuales. A menudo los protagonistas están desdibujados y sus insulsas aventuras son una mera excusa para exponer, de forma bastante explícita, unos hechos históricos que parecen relatados con finalidad exclusivamente didáctica. Y qué decir de aquellos autores que pretenden encubrir sus carencias literarias con una buena documentación histórica. En fin, la abundante producción en este subgénero nos obliga a ser críticos a la hora de seleccionar una lectura, y conviene no dejarse arrastrar fácilmente por el último superventas. Modestamente puedo decir que he leído bastantes novelas de este tipo y asegurar que no es oro todo lo que reluce. Junto a unas cuantas excepcionales, y otras bastantes desastrosas, predomina un nivel de calidad medio. La cuestión en estas últimas es que resulten amenas y de fácil lectura.
Esta opinión, un tanto pesimista, sobre la novela histórica y sus mixtificaciones actuales, solo traduce mi cautela al iniciar una de éstas. Por suerte no justificada en la que hoy comento.
Horas para Wallada (2009) de Miguel Ángel Cáliz creo que bien merece una valoración positiva. Está ambientada en la Granada nazarí entre los años finales del siglo XIV y principios del XV, unos noventa años antes de su conquista por los Reyes Católicos. Un periodo de esplendor cultural y artístico islámico, justo en el momento que el reino comienza su decadencia política, una coincidencia que es casi una constante histórica. La protagonista es una joven de origen provenzal, criada en Génova, cuyas peripecias vitales la llevan hasta Granada, donde adopta el nombre de Wallada, una antigua poetisa cordobesa de época califal, y convertida al Islam termina siendo la favorita del sultán Muhammad VII (1392-1408). De esos dieciséis años de reinado existen pocas fuentes históricas: El padre, Yusuf II asesinado en una conspiración; ascenso al poder ilegítimo y encierro de su hermano en el castillo de Salobreña;torpeza política frente a Castilla; ilusorio expansionismo militar con pequeñas razzias de frontera y derrotas en batallas decisivas; muerto a los 38 años de enfermedad con sospecha de envenenamiento; sin hijos, le sucede su hermano Yusuf III, el heredero encarcelado.
Con estos pocos datos históricos, el escritor  tiene la habilidad de recrear un  perfecto retrato de época del reino nazarí. El difícil equilibrio con los reinos vecinos, entre una Castilla cada vez más agresiva y el reino benimerín de Marruecos, antaño un aliado militar y ahora debilitado y solo interesado en el control del estrecho de Gibraltar. También de la neutralidad y apoyo comercial del reino de Aragón y la república de Génova. La ambientación se recrea en aspectos culturales, en el carácter de los granadinos nazaríes, en las continuas intrigas políticas de los clanes rivales y el papel del harem y las favoritas en la complicada política. En fin, vislumbramos un mundo complejo, culto y refinado, en franca decadencia y aún ignorante de su  trágica desaparición.
Como suele suceder en estas novelas, Wallada escribe sus memorias, evocando el pasado mientras cuida en su lecho de muerte al sultán y desde ese presente relata en tercera persona sus aventuras en esos años de reinado. Es una mujer inteligente y pragmática que aprovecha sus encantos para encumbrarse  como favorita y desde ese privilegio participa activamente en la política.
Como los diálogos son inexistentes y escasas las reflexiones de la protagonista, su perfil psicológico queda algo desdibujado y sus aventuras, a partir de la llegada  a Granada, coinciden con los avatares del reino. En este sentido, el equilibrio entre ficción y realidad queda relativamente descompensado. Estamos ante una pequeña protagonista en un gran escenario histórico.
En el perfil literario, todo son aspectos positivos. Lenguaje sencillo y elegante. Con los términos antiguos justos y necesarios para ambientar el relato pero sin abusar ni dificultar la lectura. Los anacronismos son muy escasos lo cual es de agradecer. En resumen, una buena novela, de lectura agradable y fácil. Con calidad literaria y una trama interesante aunque algo previsible.     

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