jueves, 5 de julio de 2018

EL ORDEN DEL DÍA. Eric Vuillard


Cuando casi se cumple un siglo de la fundación del partido nacional socialista alemán, el nazismo, la ideología política que autoproclamó el Tercer Reich, sigue siendo fuente inagotable de estudio histórico e inspiración literaria. Ahora, cuando parece que no hemos aprendido nada o lo hemos olvidado todo, surgen de nuevo con fuerza los nacionalismos en el centro y norte de Europa. Este contexto ha propiciado la aparición de una corriente de revisionismo histórico, peyorativo y subsidiario de estas ideologías, que pretende hacer pasar por mitos verdades tan evidentes como el holocausto. A esta aberrante tendencia se quiere oponer otro revisionismo, más académico, que indaga, a la luz de nuevos datos, en las causas del ascenso al poder político del partido nazi, el expansionismo alemán previo a la guerra o el antisemitismo y la sistemática aplicación de la eufemística solución final
En ésta última corriente parecen particularmente implicados los historiadores franceses, quizás con cierta vocación expiatoria porque, a fin de cuentas, la república francesa toleró hasta lo intolerable las anexiones territoriales nazis, y media Francia (el régimen de Vichy) fue colaboracionista durante la guerra mundial.
En el marco de esta tendencia, no es casual que dos escritores que tratan estos temas hayan recibido el prestigioso Premio Goncourt en los últimos siete años. Me refiero a Laurent Binet por HHhH en 2010, y ésta que nos ocupa hoy, premiada en 2017. Ambas novelas presentan notables similitudes en cuanto a técnica narrativa, pero no aludiré a la primera que ya fue objeto de una anterior entrada en este blog.
El orden del día de Éric Vuillard  es una obra de difícil clasificación. No podemos definirla como novela histórica porque carece de trama de ficción. Tampoco es un tratado de historia, aunque todos los acontecimientos narrados son reales e incluso están datados con precisión cronológica. Se trata más bien de historia novelada, o si atendemos a los verosímiles diálogos de personajes históricos y a los comentarios del narrador, podemos hablar de dramatización de la historia.
Se trata de una novela corta y cuenta unos hechos decisivos que sucedieron tras el nombramiento de Hitler como canciller de la República de Weimar, los que en cierta medida propiciaron la ocupación nazi del poder y el expansionismo territorial  del nuevo régimen hasta la anexión de Austria (Anschluss). En efecto, los primeros capítulos describen una reunión secreta de los grandes industriales alemanes, el 20 de febrero de 1933, encabezada entre otros por Gustav Krupp (foto de portada) el magnate de la industria metalúrgica. Su objetivo era financiar al partido nazi en su ambicioso proyecto golpista. Siete días más tarde se produce el incendio del Reichstag y la proclamación posterior del Tercer Reich.
Tras poner en evidencia la vergonzosa implicación política de las grandes empresas alemanas, el relato da un salto temporal hasta 1938 y enfoca las  maniobras nazis que culminaron con el Anschluss.  Entre otras, la agobiante presión de Hitler sobre el canciller austriaco Schuschnigg, bajo amenaza de invasión, hasta su capitulación  final ante el führer, con la  cobarde aquiescencia de los líderes europeos, el inglés Chamberlain y el francés Daladier. Una invasión pacífica finalmente llevada a cabo, que pretendía ser un rápido paseo militar y se vio bruscamente detenida por un ridículo atasco de tanques en la ciudad de Lindtz, resuelto con el transporte de los carros en tren para la entrada triunfal de Hitler en Viena.
Al margen de aportar nuevos datos históricos, la sucesión de escenas cortas, casi cinematográficas, nos hace evocar los reportajes en blanco y negro y las fotos de  época a las que se alude con cierta frecuencia. Este esquema narrativo puede dar la impresión de enfrentarnos ante una relación fría y algo tediosa de lo tantas veces visto. Nada más lejos de la realidad porque Eric Vouillard, actuando como narrador de los hechos históricos, se implica emocionalmente en los mismos y transmite sus impresiones subjetivas al lector. Mediante descripciones precisas de los gestos y la actitud anímica de los personajes logra evidenciar sus emociones y de esta forma adquieren colorido, se encarnan y cobran vida ante nosotros. La amenazante prepotencia, el cinismo y el miedo expresados en breves frases y diálogos, ficticios pero muy creíbles, añaden una impactante sensación trágica a los acontecimientos.
En los capítulos finales el escritor aporta sus reflexiones personales impregnadas de ironía y profundo sentido de drama histórico. Así cuando destaca la paradoja de los vieneses celebrando inconscientemente el carnaval del 38 mientras entre bastidores se negocia la anexión de Austria. También el paseo del führer aclamado por las masas brazo en alto, presentado a bombo y platillo en los noticieros, que coincide con una oleada de suicidios en todo el país. En el capítulo final Gustav Krupp  despierta de una pesadilla que simboliza el oculto sentimiento de culpa de los grandes magnates que durante la guerra se beneficiaron de mano de obra esclava en sus empresas; esas mismas que aún hoy siguen siendo las grandes marcas de la industria alemana. En este caso, una apelación a la memoria histórica que no quedó totalmente saldada con el suicidio de Hitler en el bunker de la Cancillería.
En resumen, estamos ante una gran novela. De original planteamiento narrativo, breve y directa en el relato histórico, que nos atrae por su depurada estética y una emotividad contenida que apela a la sensibilidad política del lector.

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