Los que somos lectores habituales, más
aficionados que expertos, en ocasiones escogemos como lectura el libro más
representativo, por famoso o premiado, de un determinado autor sin profundizar
más en su obra. Puede que ese libro nos haga descubrir a un buen escritor pero
no vamos más allá. De Antonio
Tabucchi (1943-2012) leí hace años Sostiene Pereira (1994), su
novela de mayor éxito, me gustó y de ahí a otra cosa. Ahora encuentro este
nuevo título y debo admitir que me ha
resultado más atractivo que aquel, porque de alguna forma tengo la sensación de
haber conectado mejor con la sensibilidad del autor, tan impresionado por la
poesía de Fernando Pessoa que llegó a convertirse en experto y traductor
de su obra al italiano y terminó
enamorado de la cultura portuguesa y de Lisboa, hasta el punto de alternar su residencia
entre esta ciudad y la Toscana durante la segunda mitad de su vida.
Se
dice de este escritor italiano que en su juventud fue un lector tenaz y viajó
mucho por Europa persiguiendo las huellas de sus autores favoritos en un
intento de profundizar en sus vidas y obras. Así fue como encontró a Pessoa
que en cierto sentido significó la culminación de su peregrinaje, y pienso que aquella
obsesiva indagación juvenil bien pudo
ser el sustrato que después cristalizó en estos relatos escritos en la madurez
literaria.
Sueños de sueños (2000) es una
colección de veinte relatos muy cortos en los que Tabucchi fabula sobre
la vida de una serie de personajes, literatos, pintores, y músicos la mayoría,
presentados de forma cronológica ascendente, desde el mitológico Dédalo
y los clásicos Ovidio y Apuleyo, hasta Maikovsky y Lorca;
unos muy conocidos como el poeta granadino, Goya, o Freud, y
otros casi desconocidos -al menos para mí- como Cecco Angiolieri o François
Villon.
Estos cuentos
mezclan fantasía y realidad en una especie de biografía ficticia que se ha
considerado como un micro-género literario cuyo iniciador fue el escritor
francés Marcel Schwob (1867-1905) con sus Vidas imaginarias
(1896), que leí hace años. De este mismo género he leído algunos relatos cortos
de Marguerite Yourcenar (1903-1987) y creo que también pertenecen al
mismo los cuentos de Jorge Luis Borges (1899-1986) reunidos en Historia
universal de la infamia (1936). Lo original de Tabucchi en esta
colección lo expresa bien el título, la fantasía del escritor sobre los sueños
de otros, es decir, una licencia literaria, la ficción dentro de la ficción. En
sus sueños, los personajes redimen sus culpas, presienten su trágico destino,
se rebelan contra el mismo, o lo asumen con resignación. Entre lo onírico y a
veces la pura alucinación mental, patológica o inducida, afloran las obsesiones
que modularon sus vidas y condicionaron sus obras. Es en suma la visión
subjetiva y emotiva del autor respecto a los escritores y artistas que más le
impresionan, a los que hace traspasar los límites de su propia biografía para
convertirse en personajes dramáticos.
El
lenguaje es elegante y conciso, impresionista, impregnado de simbolismo y
alusiones, que permite interactuar a los personajes con los fantasmas de sus
creaciones y termina por desvelarnos aquellas partes más íntimas y ocultas de
su personalidad. Un estilo que, trascendiendo lo literario, recuerda mucho a
dos de los protagonistas, Goya y Debussy,
precursores del impresionismo pictórico y musical.
Como
es lógico, estas otras “vidas imaginarias” apelan a la sensibilidad del
lector buscando su complicidad que será tanto mayor cuanto más familiarizado
esté con los personajes históricos que protagonizan los cuentos. Como esto no siempre
es posible, al final de los mismos se incluyen unas breves notas, no frías y
objetivas, sino tamizadas por la subjetividad del escritor resaltando los
rasgos biográficos que más llamaron su
atención.
El
libro se completa con Los tres últimos días de Fernando Pessoa un
relato breve pero de mayor extensión que los anteriores. El título es de nuevo
bastante explícito respecto al argumento. Fernando Pessoa, aquejado de
cirrosis en fase terminal, ingresa en un hospital acompañado de sus amigos.
Cuando se queda sólo, entre sueños y alucinaciones provocadas por el láudano,
recibe la visita de sus heterónimos; Álvaro de Campos, snob, nihilista y
homosexual; Alberto Caeiro, el maestro precursor, el padre que no tuvo; Ricardo
Reis, monárquico, materialista, imitador de los clásicos; Bernardo
Soares, humilde, soñador y poeta lírico; Antonio Mora, pagano y
latinista. Todos dialogan con el escritor, van a despedirse pero en realidad
van a reunirse con él. Esta historia imaginada de los últimos momentos de Pessoa
tiene en mi opinión un sentido alegórico en tanto que simboliza la
reconciliación final con sus propias contradicciones, esas que le obligaron a
desdoblarse en múltiples personalidades, una pluralidad que, antes de la
muerte, vuelve a integrarse en un todo. Al final Tabucchi por boca del
poeta portugués hace un canto a la imaginación y la fantasía como motor del
alma humana.
Para
terminar quiero comentar que los relatos ofrecen otros muchos aspectos
originales que sería prolijo enumerar. Para muestra un ejemplo; El escritor
escocés Robert Louis Stevenson, joven y convaleciente de su tisis, antes
de iniciar sus viajes, sueña con los días previos a su muerte en Samoa y en su
sueño recuerda su pasada vida viajera, lo cual convierte su visión onírica en
una profecía de futuro. En fin, la imaginación que hace volar al Minotauro con
las alas de Ícaro.