En este año 2014, que tiene los días contados,
hemos perdido a Gabriel García Márquez (1927)
uno de los grandes de la literatura hispanoamericana, y también el representante más genuino del llamado realismo
mágico. Si hubiera que elegir en su producción narrativa las tres mejores novelas, la crítica es casi unánime
en destacar como su obra cumbre Cien
años de soledad (1967). Aunque no la he leído aún, acepto esa preferencia,
y añadiría en segundo lugar ésta que nos ocupa hoy, seguida de Crónica de
una muerte anunciada (1981).
El amor en los tiempos del cólera
(1985) fue desde su edición un gran éxito de ventas. No hace muchos años que la
versionaron al cine y, como suele ocurrir, parece que decepcionó a los
admiradores incondicionales de la novela. Entre éstos últimos se cuentan
algunos de mis amigos y uno de ellos la ha comparado, creo que acertádamente con una cebolla, ya que, al núcleo central que relaciona a los protagonistas
principales, el escritor va añadiendo, a modo de capas, más y más personajes
secundarios -hasta 86- con sus propias historias que enriquecen la trama
argumental, configurando así un conjunto armónico y -valga el símil hortense-
concéntrico y redondo. Entre esa multitud de personajes algunos, citados de
pasada, son reales e históricos y sirven para encuadrar el relato en sus
correctas coordenadas temporales y espaciales. Porque al escritor colombiano le
gustaba interactuar con el lector e implicarlo en la historia, y con esa
intención omite deliberadamente las ciudades que son el principal escenario de
los hechos narrados, así como el tiempo
en que transcurren. Como recursos orientativos utiliza la alusión a dichos
personajes, la cita de unos pocos
sucesos históricos y algunos topónimos de lugares más remotos, todo lo cual nos
permite ambientar la historia en la costa caribeña colombiana, con Cartagena de
Indias como escenario principal, y en el margen temporal de los sesenta años que van de 1870 a 1930, una
época de transición entre el extinto régimen colonial y la modernidad. Años de
grandes cambios sociales, culturales y políticos, plagada de conflictos que
reproducen y recuerdan los del siglo XIX español, cuyas secuelas configuran
y aún condicionan a la Colombia
actual.
No obstante,
con ser destacable el ambiente histórico y local caribeño, enriquecido éste en
colorido y sensualidad por las descripciones del autor, no estamos ante una
novela histórica sino, como indica el título, frente a una estupenda historia
de amor; el que siente el joven Florentino Ariza por Fermina Daza,
frustrado desde sus comienzos cuando ésta se casa con el doctor Juvenal Urbino. Un amor
al que se mantendrá fiel en alma, que no en cuerpo, hasta su vejez. García
Márquez dijo haberse inspirado en una historia parecida; las difíciles
relaciones de sus propios padres, aunque aclaraba que: «La única diferencia
es que mis padres se casaron. Y tan pronto como se casaron, ya no eran
interesantes como figuras literarias». En realidad la novela es casi un
tratado sobre el amor y sus múltiples variantes que van desde el romántico o
platónico hasta la sensualidad más carnal; del posesivo al tierno y sosegado;
del amor materno a la amante maternal;
del cobijo en la amante madura y en la adolescente casi púber; de la rutina a las
fantasías del juego amoroso. También se reflejan en el relato los sentimientos
y condicionantes negativos del amor; el orgullo, los celos, los prejuicios de
clase y los convencionalismos sociales, o el matrimonio de conveniencia. Por
último es una reflexión sobre el paso del tiempo que nos destruye y de cómo
reconciliarnos con nuestra memoria. Los
dos viajes de Florentino Ariza por el río Magdalena simbolizan este
devenir temporal, y el sorprendente final es su personal ajuste de cuentas con
el pasado.
La
novela está narrada en tercera persona, por un narrador omnisciente, con casi
total ausencia de diálogos y sin el recurso al monólogo interior de los
personajes, pero con una precisión descriptiva tal que nos sumerge de lleno en
la trama argumental y nos aproxima a los sentimientos de los mismos. El
relato se va desarrollando centrado en los protagonistas principales mediante
una técnica de enfoque alternativo e individual de cada uno de ellos en
distintos momentos de sus vidas, dentro del marco temporal que antes se indicó,
es decir, desde su juventud hasta la vejez. En torno a éstos se despliegan los
personajes secundarios y sus respectivas historias.
El
lenguaje es muy rico y abundante en palabras propias del argot local
caribeño, entreverado de frases sencillas y rotundas que todos podríamos sentir
como propias y en ocasiones adornadas de ese humor tan típico del autor. Para
ilustrar lo que digo destacaré dos: Un hombre sabe cuándo empieza a envejecer
porque empieza a parecerse a su padre. O este consejo de la madre a su hijo
Florentino que sufre por los desaires de su amada: Aprovecha ahora que eres
joven para sufrir todo lo que puedas. Que estas cosas no duran toda la
vida.
La historia es por otra parte muy rica en todo tipo
de matices y curiosidades. Oscila entre escenas y ambientes que recuerdan el
romanticismo decimonónico hacia otras más realistas y crudas, que rozan a veces
lo escatológico, y por fin con algunas de una gran comicidad matizada por la
ironía. En cuanto a la etiqueta de realismo mágico yo diría que es la
menos mágica de las tres novelas más importantes del escritor, aunque tiene sus
toques al respecto.
En
fin, pienso que estamos ante un libro que puede ser justamente incluido entre
los grandes clásicos de la narrativa y no debería ser obviado por quien aspire
a ser un buen lector.