León
Tolstói (1828-1910) es sin duda una de las grandes figuras
de la literatura universal. Entre sus novelas más famosas recordaremos siempre Guerra
y Paz (1869) y Ana Karenina (1877), consideradas como obras cumbre
del realismo ruso. Dentro de su extensa producción, que incluye cuentos, novela corta y obras didácticas recuerdo también La muerte de Iván Ilich (1886) y El
padre Sergio (1898), pero desconocía este título que hoy comento y ha resultado un
afortunado descubrimiento.
A mediados del XIX, el genial escritor
ruso se agregó al ejército y fue testigo de la Guerra del Cáucaso. Como resultado de sus experiencias e
impresiones escribió este relato que recoge la historia de un personaje real, Hadji Murat (1790-1852), un jefe
guerrillero de la resistencia frente a la invasión rusa que, por diversos avatares personales,
enemistado con su líder natural, el imán
Shamil, terminó entregándose y colaborando con los rusos. La novela,
titulada con el nombre del protagonista, resume los dos últimos años de su vida
(1851-1852), en una serie de causas y consecuencias que le abocan a un
dramático final. Tolstói apunta aquí
a una especie de determinismo histórico, teoría muy en boga por esa época, que
el escritor ya había expresado en Guerra
y paz.
Hadji Murat fue escrita a lo largo
del tiempo, como fruto de una intensiva documentación histórica sobre el personaje
en los últimos años de vida del autor, pero publicada póstumamente, y no
completa hasta 1917. Las razones de esta demora se comprenderán a continuación.
El realismo literario, como espejo que
pretende reflejar fielmente el ambiente y la realidad de la época, supone por
eso mismo una crítica implícita de las costumbres y de los vicios sociales. Así
lo entendieron los escritores del realismo francés cuando describieron la
hipocresía de la alta burguesía emergente tras la revolución. La sociedad rusa,
aún anclada en el feudalismo durante el siglo XIX, con sus grandes
contradicciones, era en sí misma un cuadro colorista, pleno en luces y sombras,
que los escritores de esa época pintaron con precisión. Pero en general en ese
retrato mantenían un cierto distanciamiento o imparcialidad. La crítica no
parece ser la intención aparente del escritor, que se limita a describir la
realidad y es el lector el que la tamiza en el cedazo de su propia conciencia y
descubre las injusticias y vicios que
oculta ese retrato social. Tolstói
sigue en sus grandes novelas ese mismo esquema. En todas ellas se hace
patente el fuerte contraste entre la privilegiada aristocracia rusa y la
miseria general de la población. En Guerra
y Paz es ese el ambiente de un relato épico, el de la invasión de Rusia por
las tropas de Napoleón. En Ana Karenina,
se percibe también, como telón de fondo,
en el retrato intimista de la protagonista enfrentada a su conciencia y su
drama personal.
Pero en Hadji Murat la aparente imparcialidad Tolstói se desvanece y toma partido. En la historia se vislumbra
claramente la denuncia de una guerra injusta, la del Cáucaso, sólo motivada por
el capricho de expansión territorial imperialista, a costa de unos pueblos
difícilmente asimilables en lo cultural, aprovechando su primaria organización
tribal y la debilidad de los imperios vecinos, turcos y persas. Una guerra muy
distinta para la aristocrática oficialidad que disfruta de enormes privilegios,
frente a una tropa miserable reclutada entre los siervos de la gleba que se
juega la vida por unas monedas en lucha contra guerrilleros emboscados. En este
sentido es ilustrativa y emotiva la inútil muerte del soldado Avdeyev, herido en el vientre por una
bala perdida. Es un campesino que se alistó en la recluta forzosa a cambio de
su hermano que tiene cinco hijos.
El capítulo 15 es una crítica feroz
del zar Nicolás I al que hace responsable
de esa guerra inútil que dirige personalmente a su capricho y con escasa
capacidad. Lo describe como despótico y de carácter colérico, petulante y engreído,
enemigo de las reformas y obsesionado por la revolución social. Poco
inteligente, desprecio hacia los polacos y otros pueblos conquistados y muy
cruel en sus decisiones. Ese despiadado retrato justifica por sí solo que la
novela no fuera publicada en vida del escritor.
En cuanto a Hadji Murat, no profundiza en exceso en el retrato psicológico ni en sus sentimientos por más que, ocasionalmente, nos muestre sus dudas respecto a
su situación y la de su familia, rehenes de su enemigo Shamil. El carácter heroico del personaje no se percibe bajo el
foco de los hechos narrados sino por la fama y los elogios de sus enemigos.
Fuerza y valentía, lealtad y hospitalidad para los amigos, respeto hacia el
enemigo, pero también la venganza como justicia primaria. Es el retrato de un
hombre de carácter noble y algo ingenuo, desconfiado a fuerza de traiciones, orgulloso
de su origen y tradiciones frente a los rusos, cuyas civilizadas costumbres
tolera pero no comprende. En cierto modo el personaje presenta rasgos que
aluden al mito literario del “buen
salvaje” que puso de moda Rousseau en
el siglo XVIII. A mí me recuerda un tanto a esos indios salvajes y nobles de la
filmografía norteamericana sobre el Far
West.
La historia se desarrolla de forma
lineal, en marco temporal de algunos meses, desde que Hadji Murat se entrega voluntariamente a los rusos. Se relata su obsesión
por conseguir ayuda para liberar a su familia, la desconfianza de los rusos,
pero también la amistad con algunos de los oficiales. En el último capítulo se
produce un salto en el tiempo y unos testigos relatan su dramático final.
A Destacar las observaciones del
narrador sobre el cardo tártaro, una planta difícil de destruir por el hombre,
que se recupera tras ser pisada o dañada, complicada de extirpar, toda una
metáfora sobre la fuerza y resistencia del protagonista, tan salvaje y rudo
como la planta, frente al poder civilizado de los rusos.
Para terminar, una novela corta poco
destacada en la nómina de obras de Tolstói.
Me ha gustado y me identifica más aún con este gran escritor de fuertes
principios e ideales sociales sorprendentes en un aristócrata de su época.