Cuando me
ofrecieron la invitación para este nuevo concierto en la Sociedad Económica me
sorprendió la extraña asociación de instrumentos musicales que acompañaban a la cantante.
Más tarde, cuando revisé el programa, comprendí
que no existía tal asociación sino que cada uno de ellos acompañaba en
solitario los distintos temas interpretados por la soprano.
Se elaboró un
recital con carácter antológico, y en cierto modo didáctico, que pretendía
ofrecer una visión general de la evolución del canto a través de la historia y, con ese objetivo, se precedió la interpretación de los distintos temas con
explicaciones al público sobre sus características particulares. Entre estas se
destacó el predominio mayor o menor de
la voz sobre la instrumentación, el grado de libertad o rigidez en el canon interpretativo, y otros aspectos relativos a la
lírica en distintas épocas.
El programa estaba dividido en bloques
bien definidos, correspondientes a otros tantos estilos. En el primero se
cantaron tres canciones sefarditas según arreglos musicales acompañados por el
saxo y otros instrumentos de viento que aportaron el toque orientalista propio de estas composiciones populares, tan particulares de
la España medieval. El bloque dedicado al renacimiento era también
hispánico, integrado igualmente por canciones populares acompañadas a la
guitarra. En los apartados dedicados al barroco, clasicismo, y romanticismo el
programa se hizo europeo y se interpretaron fragmentos de obras de Haendel,
Mozart, y Puccini, con el piano como
principal instrumento acompañante. Fue entonces cuando la soprano se ganó al
público gracias al volumen de voz que requieren algunas arias de la ópera
romántica. Y sin embargo, al margen de los espectacular, fue este aspecto el menos destacado entre las
dotes de la cantante que mostró mejores
cualidades, tales como una gran extensión de registros dentro de su tesitura y
el dominio de técnicas como el vibrato
y otras modulaciones de la voz. El apartado final, dedicado a la música atonal
del siglo XX, despertó menos entusiasmo quizás por la incomprensión que generalmente mostramos hacia este tipo de
música que requiere una determinada sensibilidad y educación musical.
Tras las disonancias finales, la cantante
supo recuperar el favor del público, mayoritariamente vetusto y conservador,
interpretando en el bis “Ojos verdes” de Valverde-León-Quiroga, una
copla especialmente sensual y emotiva que tradicionalmente ha formado parte del repertorio de
todos los grandes de la canción española, en cuya letra se dice que también
participaron García Lorca y Miguel de Molina.
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