“El rojo emblema del valor” fue re-editada
hace algunos años dentro de una colección de novelas dedicada al subgénero de
aventuras. Después de haberla leído no estoy de acuerdo con dicha
clasificación. Es cierto que la narración
se desarrolla durante la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), una
contienda propicia para ambientar novelas de este tipo, muy explotada también
por Hollywood en multitud de películas. Pero en esta ocasión están ausentes los
elementos románticos o melodramáticos, tan frecuentes en los relatos de
aventuras, y por el contrario se ofrece una visión tan desmitificadora de esta
guerra que permite encuadrar e incluir la obra en el movimiento del realismo literario.
El autor,
Stephen Crane (1871-1900), murió
de forma prematura víctima de la tuberculosis y por este motivo su producción
literaria fue reducida. “El rojo emblema del valor” fue su novela más afamada y
por ella se le reconoció como uno de los iniciadores de un nuevo subgénero, la “novela
de guerra”. Y es que las descripciones de los combates son minuciosas, de un
realismo crudo que recuerda al naturalista Zola. Tal precisión narrativa es más
destacable si cabe en un escritor que ni vivió la guerra civil ni tuvo
experiencia militar propia.
Pero esta
novela no es sólo una desmitificación, realista hasta lo brutal, de la guerra. Es
además un estupendo retrato psicológico del soldado, el protagonista y víctima
principal de la misma. Se describen y analizan
los sentimientos, a veces contrapuestos, que le asaltan antes, durante,
y después de la batalla; patriotismo, valor casi siempre inconsciente y ciego,
orgullo, miedo, vergüenza, insensibilidad ante el dolor ajeno.
El relato
está narrado en tercera persona, por un narrador omnisciente que no sólo
refiere los hechos y conoce el desenlace sino que penetra y describe los pensamientos
de los protagonistas. En cuanto al lenguaje, se torna poético y lleno de
lirismo cuando se describen los escenarios naturales o la indiferencia de la
naturaleza frente a los actos humanos, y esto contrasta con el lenguaje frio y
crudo utilizado en la narración de los combates.
En mi
opinión, la Guerra de Secesión americana, considerada en cuanto a táctica
militar, fue la última guerra al estilo napoleónico, con batallas de infantería
de línea, descargas de fusilería, artillería en posiciones elevadas de
retaguardia y cargas de caballería envolventes. Todos estos ingredientes le
otorgaban un matiz romántico y anticuado. Un velo que se rompe, como aquel del
templo, con la dura realidad que nos transmite esta gran novela. Un efecto muy
parecido a la sensación visual que producen dos escenas sucesivas de la
película “Lo que el viento se llevó”; la heroica carga de la infantería sudista
y la posterior estación de ferrocarril de Atlanta sembrada de cadáveres y
heridos agonizantes.
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