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miércoles, 4 de enero de 2012

EL ROJO EMBLEMA DEL VALOR. Stephen Crane


“El rojo emblema del valor” fue re-editada hace algunos años dentro de una colección de novelas dedicada al subgénero de aventuras. Después de haberla leído no estoy de acuerdo con dicha clasificación. Es  cierto que la narración se desarrolla durante la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), una contienda propicia para ambientar novelas de este tipo, muy explotada también por Hollywood en multitud de películas. Pero en esta ocasión están ausentes los elementos románticos o melodramáticos, tan frecuentes en los relatos de aventuras, y por el contrario se ofrece una visión tan desmitificadora de esta guerra que permite encuadrar e incluir la obra en el  movimiento del realismo literario.
El autor, Stephen Crane (1871-1900), murió de forma prematura víctima de la tuberculosis y por este motivo su producción literaria fue reducida. “El rojo emblema del valor” fue su novela más afamada y por ella se le reconoció como uno de los iniciadores de un nuevo subgénero, la “novela de guerra”. Y es que las descripciones de los combates son minuciosas, de un realismo crudo que recuerda al naturalista Zola. Tal precisión narrativa es más destacable si cabe en un escritor que ni vivió la guerra civil ni tuvo experiencia militar propia.
Pero esta novela no es sólo una desmitificación, realista hasta lo brutal, de la guerra. Es además un estupendo retrato psicológico del soldado, el protagonista y víctima principal de la misma. Se describen y analizan  los sentimientos, a veces contrapuestos, que le asaltan antes, durante, y después de la batalla; patriotismo, valor casi siempre inconsciente y ciego, orgullo, miedo, vergüenza, insensibilidad ante el dolor ajeno.
El relato está narrado en tercera persona, por un narrador omnisciente que no sólo refiere los hechos y conoce el desenlace sino que penetra y describe los pensamientos de los protagonistas. En cuanto al lenguaje, se torna poético y lleno de lirismo cuando se describen los escenarios naturales o la indiferencia de la naturaleza frente a los actos humanos, y esto contrasta con el lenguaje frio y crudo utilizado en la narración de los combates.
En mi opinión, la Guerra de Secesión americana, considerada en cuanto a táctica militar, fue la última guerra al estilo napoleónico, con batallas de infantería de línea, descargas de fusilería, artillería en posiciones elevadas de retaguardia y cargas de caballería envolventes. Todos estos ingredientes le otorgaban un matiz romántico y anticuado. Un velo que se rompe, como aquel del templo, con la dura realidad que nos transmite esta gran novela. Un efecto muy parecido a la sensación visual que producen dos escenas sucesivas de la película “Lo que el viento se llevó”; la heroica carga de la infantería sudista y la posterior estación de ferrocarril de Atlanta sembrada de cadáveres y heridos agonizantes. 

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