La
elección de una lectura suele estar inspirada por factores muy variados. Los más determinantes son la información
previa sobre la obra, los gustos particulares del lector, y hasta su estado de
ánimo en ese momento concreto del inicio de la misma. También pueden ser
decisivos otros aspectos triviales en apariencia. En el caso de esta novela del
escritor francés Laurent Binet me atrajo la combinación de una portada sugerente e
inquietante y un extraño título. Después de haber leído la breve sinopsis de
contraportada decreció un tanto mi interés; una novela histórica más sobre nazis,
un tema y un subgénero literario de
moda, con abundante producción y no siempre de calidad suficiente. Lo que al
final inclinó la balanza a su favor fue
el haber conseguido en el año 2010 el
prestigioso premio literario Goncourt, aunque es verdad que este tipo de
galardones no siempre asegura el mérito
de una obra.
Se trata de la biografía novelada de un personaje siniestro, Reinhard Heydrich
(1904-1942) segundo, tras Heinrich Himmler, en el mando de las SS y de la Gestapo, temido y odiado hasta por
los propios jerarcas nazis, planificador de la llamada Solución Final al
problema judío, nombrado Protector de Bohemia-Moravia y conocido con apelativos tales como “la bestia rubia” o “el carnicero de Praga”. Es
también la historia del atentado que
sufrió en 1942 a manos de patriotas checos, en cierta medida frustrado, a
resultas del cual murió ocho días más tarde.
La vida y muerte del personaje no están exentas de tintes novelescos pero
el principal atractivo, o repulsión, de Heydrich es que simbolizó al
nazi perfecto, frio, calculador, disciplinado, de ideología simple pero
obsesiva, capaz de llevar a cabo las mayores atrocidades con eficiencia
burocrática y sin el menor escrúpulo.
Ahora podemos aclarar el extraño título de la novela; HHhH
son las siglas de una frase que
expresaba lo que sus subordinados de las SS pensaban de él, “Himmlers
Hirn heisst Heydrich”, “el cerebro de Himmler se llama Heydrich”.
La crueldad y determinación con que desempeñó el papel de verdugo en la
barbarie nazi contrasta con el ámbito privado en el que fue buen deportista,
experto en esgrima, refinado melómano intérprete de violín, y aparentemente buen padre y
esposo. Es precisamente esa amoralidad intrínseca, esa falta de arrepentimiento
y la planificación científica del terror lo
que impresiona del nazismo. Nunca se vieron a sí mismos como sádicos ni
irracionales, se creían personas normales
que ejercían su trabajo con metódica responsabilidad.
Volviendo a la novela; lo que tiene de
original HHhH, por lo que ha sido
premiada es sin duda la forma en que Laurent
Binet nos cuenta la historia.
No está narrada en tercer a
persona ni mediante el recurso de un
personaje que la relata a modo de
memorias personales, que son las técnicas narrativas
más frecuentes en la novela histórica. Está escrita en primera persona
porque es el propio escritor el que nos
cuenta la historia y de esa forma se convierte también en protagonista de la
novela. El relato se sucede a través de capítulos muy cortos que el autor llama escenas, en las que describe
a modo de pinceladas breves la ascensión de Heydrich a la cúpula nazi en forma paralela a la
conquista del poder por el nazismo. Al mismo tiempo el
escritor se introduce e intercala en el relato y nos cuenta el proceso
de elaboración de la historia; de su interés casi obsesivo por la figura del nazi, o más bien por su
dimensión novelesca; de la abundante
documentación recogida sobre el personaje y de las lagunas que tuvo que
rellenar renunciando a lo real en favor de lo verosímil; de cómo sucesos aparentemente triviales pueden
cambiar el curso de la historia y de cómo el novelista puede caer en la
ucronía (aquello de: “¿qué hubiera
pasado si….?”); de las dudas sobre la
veracidad de algunas escenas y sobre la posible falsedad de los documentos que
las sustentan. En definitiva, Laurent Binet nos plantea de nuevo una
idea que obsesiona de forma recurrente a muchos escritores actuales, a saber, los
imprecisos límites entre realidad y ficción, entre historia y
novela. Y también, de cómo la memoria histórica
de los pueblos está construida con elementos sustentados en ese mismo
terreno vago e indefinido.
Las
frecuentes disgresiones
provocadas por la intromisión del
escritor en el ámbito de la narración tienen, no obstante, la virtud de no alejar
nuestra atención sobre el eje principal de la trama argumental. Dicho de
otra forma, la frialdad de los hechos históricos relatados se complementa y
enriquece con la visión subjetiva, las emociones y los juicios del escritor y
también con su particular forma de contarlos. En este ámbito, su pericia narrativa
consigue convertir la historia final del
atentado y sus secuelas posteriores en un
auténtico relato de suspense.
Para terminar y resumiendo, una novela
histórica muy original en su estructura
narrativa, escrita en lenguaje sencillo y directo que consigue mantener nuestro
interés a pesar de conocer de antemano el desenlace. En mi opinión, el premio Goncourt lo
merece sin discusión.
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