Charles Bukowski (1920-1994) fue un norteamericano de origen alemán, escritor de vocación tardía pero muy
prolífico, con una abundante obra que incluye poesía, ensayo, novela, y cuento,
entre otras especialidades. Como literato siempre fue una figura
polémica. Algunos le consideran
como representante de las vanguardias
literarias y destacaron su autenticidad y la visión satírica de la sociedad americana que lo ha convertido
en escritor maldito; otros lo critican por su lenguaje soez y por una constante reiteración de sus obsesiones personales. Se le ha considerado
como miembro del movimiento conocido
como “realismo sucio” que apareció en los años setenta y ochenta del
pasado siglo y se caracteriza por
un minimalismo literario que conduce a un lenguaje sobrio, conciso y
superficial en las descripciones
para que sea el contexto el que
sugiera el fondo de la obra, al tiempo que retrata personajes vulgares de vida
convencional.
“La máquina de follar”, a pesar de lo explícito del título, no es
una novela porno-erótica. Se trata de
una colección de relatos breves de
evidente carácter autobiográfico si se repasa
la propia vida del autor. En la mayoría de ellos, el personaje de Henry Chinaski, alter ego
del mismo, cuenta en primera persona sus
experiencias con el sexo y el alcohol
utilizando un lenguaje directo, crudo, deliberadamente obsceno, vulgar y
hasta escatológico en la acepción más negativa de este término. Por los cuentos
pasan una gran variedad de personajes marginales como prostitutas, borrachos, vagabundos
y pervertidos. Seres sin ambición, fracasados y hundidos que viven historias
sórdidas y deprimentes en los barrios
más degradados de las grandes urbes como Los Ángeles, en una lucha
diaria por la supervivencia. La narración está saturada de inconformismo y sátira de la ortodoxia moral de la burguesía americana. El relato más genial en mi opinión es
aquél en que describe su estancia en un
hospital de beneficencia, y la escena más
repugnante es una de pedofilia por la que fue muy criticado y de la que tuvo que defenderse alegando que su obra no es siempre fiel reflejo de sus
convicciones.
Para
terminar, y utilizando un símil gastronómico, un buen lector debe ser curioso
y estar dispuesto a probar recetas
originales pero cuidado porque este plato es sólo apto para estómagos fuertes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario