Ha comenzado ya una nueva edición del Concurso Internacional de
Piano “Premio Jaén” y debemos de felicitarnos porque este
certamen no haya sido una nueva víctima
de la actual política de recortes, como lo fue en el pasado verano el Festival
de Jazz o parcialmente el último Festival de Otoño. Me alegro, e
incluso me reconozco algo sorprendido de que algún periodista
o político local haya desaprovechado la ocasión para criticar este aparente despilfarro en plena crisis económica. Y es
que nos han convencido de que “no podemos gastar lo que no tenemos”,
un principio simple que parece no admitir matices, que nos abruma y nos hace
olvidar que hay bienes de consumo
intangibles en los que hay que seguir invirtiendo. En caso contrario siempre serán la
cultura, la educación,y la investigación las primeras víctimas
de las políticas de ahorro y al final
seremos menos libres, más oprimidos, menos ciudadanos, más súbditos,
porque en el camino habremos renunciado a nuestra capacidad crítica y nuestras
posibilidades de progreso intelectual y humano. Espero que se me disculpe esta
digresión motivada sin duda por un tiempo difícil que no solo afecta a nuestra
economía sino también nos hace más excitables y emotivos.
Volviendo a la música. El
concierto inaugural fue ofrecido por Ramón
Coll, un pianista menorquín con una dilatada carrera profesional que este
año formará parte del jurado. Su curriculum
musical es impresionante y no menor su faceta pedagógica. Sus meritos quedaron
de sobra demostrados con una interpretación magistral que pienso dejó al
público muy complacido con su actuación quizás algo fría y distante. El
programa era muy apropiado para este tipo de conciertos, integrado
mayoritariamente por obras de músicos del XIX y principios del XX, casi todos
románticos, con piezas que por su dificultad interpretativa se prestaban al
virtuosismo pero poco conocidas y por tanto sin concesiones a un público fácil
sino más bien dirigidas a interpretes y conocedores, grupos selectos de los que no formo parte, a pesar
de lo cual disfruté mucho de las mismas.
El programa comenzó con unas “Piezas
para piano” Op. 76 de Brahms,
un autor tradicionalmente incluido entre los románticos pero
demasiado clásico y académico para mi gusto. Se me puede criticar por
decir que estas piezas me dejaron frio e incluso estuvieron a punto de
provocarme algo de somnolencia. Por suerte todo cambió con los “Valses olvidados” y la “Tardes
de Viena” de Franz Liszt,
unas piezas alegres y brillantes con toques de música de salón de baile. El programa continuó en la segunda parte con
los “Valses nobles y sentimentales”
de Ravel, un autor que me encanta
por la originalidad de su música que tiene en mi opinión la virtud de provocar
sensaciones. Una música difícil de describir para un profano pero fácilmente
reconocible. La parte final estaba
formada por “Preludios” Op. 32
y otra pieza adaptada para piano de Rachmaninov,
piezas llenas de fuerza, dramatismo, y bella melodía de este autor del XX
considerado como el último de los románticos.
En fin, y
para terminar, en esta ocasión debo de agradecer a los políticos
correspondientes, al margen de ideologías o motivaciones pragmáticas, que hayan
resistido la tentación de aplicar la tijera a este concurso de piano con más de
medio siglo de antigüedad, que se ha ganado el reconocimiento internacional y difundido en nombre de nuestra ciudad en el
exterior.
Me quedo sin palabras cuando leo tus entradas.
ResponderEliminarYo también me alegro de que se esté celebrando el concurso de piano sin recortes.
Eres muy modesto cuando no te incluyes entre los grupos selectos, conocedores de determinadas composiciones musicales con una especial dificultad. Lo creas o no, te guste o no, formas parte de una “élite” cultural y no te quepa la menor duda de que eres un
privilegiado por tu capacidad intelectual y tu sensibilidad artística. Por eso, y muchas cosas más, la mayoría de los mortales no podemos llegar donde tú, y que conste que no estoy haciendo un juicio de valor, ni tener la capacidad crítica que sería deseable en los tiempos que corren.
Por cierto, mi madre me enseñó que “no debía” gastar lo que no tenía pero también me enseñó a hacer una selección de las cosas que debían ser prioritarias y a gastar de acuerdo con ese criterio pero, curiosamente, lo que para mí es importante, otros lo consideran absurdo, banal, inútil, o vaya usted a saber…
Saludos y disfruta lo que queda del concurso.
Créeme, no es falsa modestia si te aseguro que no me considero experto en algo. Y es que el día que pretenda dominar algún conocimiento o arte, no sólo seré un presuntuoso sino que además habré agotado mi curiosidad y por tanto la capacidad para saber más.
ResponderEliminarLlevas toda la razón en el final de tu comentario. la mayoría de la gente nos considera unos "frikies" ( no se si se escribe así) por interesarnos por esas cosas aparentemente inútiles. Sin embargo, el arte en general y el interés por conocer y profundizar en el sentido de las cosas es lo que nos hace verdaderamente humanos. Si conseguimos ser inteligentes, por obra de Dios o de la evolución, no fue para dominar nuestro entorno e incluso arrasarlo, fue también para desarrollar nuestra sensibilidad y trascender así nuestra condición limitada y mortal. Esas cosas que se consideran banales por la mayoría,la curiosidad y la pasión por saber y sentir, son las que nos hacen llevar algo más que una vida vegetativa y para la humanidad han sido el motor de las artes y de las ciencias.
Una anécdota; Se dice que Socrates, la noche antes de cumplirse su condena a beber la cicuta, estaba ensayando una melodía con la flauta. El carcelero extrañado le dijo: " no se para qué te esfuerzas si mañana se acabará todo para ti" y el filósofo le respondió: "Para sentir el placer de saber algo más antes de morir".
No te rindas, sigue cultivando lo que es importante.
Saludos