El escritor franco-libanés Amin Maalouf (1949) resulta ser un buen ejemplo de mestizaje
cultural entre Oriente y Occidente que puede ilustrar ese ideal,
tan bienintencionado como utópico, que una vez fue definido con un título que nos suena algo rimbombante la “Alianza de Civilizaciones”. Nacido en Beirut de padre libanés y
madre francesa, de educación occidental pero conocedor a fondo de la realidad
social y política de Oriente Medio y Egipto, ejerció inicialmente como periodista
y abandonó Líbano a raíz de la guerra civil de 1975. Residente en París desde
entonces, ha publicado en francés toda su obra literaria en la que predomina la novela histórica.
Triunfó con la primera de ellas, “León el Africano” (1986) y desde
entonces ha sido muy premiado en Europa. Desconozco si su prestigio literario
es equivalente en el mundo islámico pero lo cierto es que en su obra intenta
conjugar aspectos de ambas culturas y resaltar los elementos
que a lo largo de la historia se han
transvasado entre las mismas. En
resumen, destacar lo que nos une más que lo que nos separa.
“Las Cruzadas vistas por los árabes”
(1983) es posiblemente su primer libro, en este caso un ensayo histórico pero en ningún caso un libro de historia, tal y como se reconoce en el prólogo. Faltan
aquí el afán de objetividad, la crítica y el análisis profundo de los hechos
históricos. El objetivo, declarado por al autor, es superar una aparente
injusticia. Las Cruzadas siempre fueron narradas desde la perspectiva de los
historiadores occidentales, y el propósito de Maalouf es repararla en el sentido que expresa fielmente el
título; relatar la misma historia desde el punto de vista árabe. Para ello nos
cuenta los acontecimientos de forma novelada, lo que él llama, no sé si con
ironía o cierta presunción, le roman vrai. En la narración se intercalan
los testimonios recogidos en escritos de historiadores árabes contemporáneos a los hechos, que por
lógica ni son ni pretenden ser imparciales.
La cronología histórica es la que
cualquier interesado por la historia conoce de sobra, de forma resumida:
conquista de Jerusalén por los cruzados
(1099); creación de reino del mismo nombre y los principados latinos que
dominarían parte de Siria y Palestina
durante casi dos siglos; derrota de los cruzados en Hattin (1183), reconquista
de Jerusalén por Saladino (1187); saqueo
cruzado de Constantinopla (1204);
y el fin del dominio cruzado en
Palestina con la caída de Acre (1291).
Junto a personajes cristianos tan
conocidos como Godofredo de Bouillon, Raimundo de Tolosa, Bohemundo
de Tarento, Balduino, Federico Barbarroja o Ricardo
Corazón de León, aparecen otros
paladines del bando árabe como Kilij Arslan, Zinki, Nureddin o Baibar. En cuanto al perfil histórico de Saladino,
las fuentes árabes coinciden con las occidentales a la hora de resaltar su
clemencia, caballerosidad, y respeto a la palabra dada, pero destacan también
aspectos negativos entre otros la acusación de traición a la dinastía de su
antecesor Nureddin, y el acceso al poder mediante un auténtico golpe de
estado.
En
el relato se apunta a la desunión del mundo árabe a principios del siglo XII como causa de los
primeros triunfos cruzados y de la prolongación del dominio cristiano. Bajo la óptica islámica se narra la división y luchas entre los
distintos sultanatos selyúcidas, sus interminables luchas sucesorias, el
declive del califato abbasida de Bagdad tutelado por sultanes turcos, el
ocaso de los califas fatimíes de Egipto, las luchas entre sumnitas
y chiitas, la secta de los assasins, la efímera hegemonía del
sultanato Ayyoubi, la orden de los templarios, y las invasiones
mongolas.
En
el epílogo el autor analiza brevemente las consecuencias de las Cruzadas y
reconoce que fueron más favorables para Occidente, tanto en aspectos económicos
como, y sobre todo, en el importante
trasvase cultural desde Oriente que propició el tránsito hacia el
Renacimiento y el comienzo de la
hegemonía europea. Por el contrario Maalouf opina que, a pesar de
restablecerse el dominio musulmán de Jerusalén, fueron una auténtica catástrofe para el Islam que a partir de entonces se encerró
sobre sí mismo y dejó de evolucionar. El
integrismo actual tiene, según el
escritor libanés, una de sus causas remotas en aquellas invasiones cruzadas.
En
resumen, se trata de una obra divulgativa, amena para los amantes de la
historia, y un cambio de enfoque enriquecedor.
Siempre quedo sorprendida con tus entradas. En esta ocasión porque veo que has leído el libro en su idioma original cosa de yo solo haría, y con mucho esfuerzo, en el caso de que me interesara muchísimo una obra y no estuviera traducida al castellano. Lo mismo me ocurre con el cine.
ResponderEliminarTe he hecho dos comentarios a modo de respuesta pero me hecho un lío con las teclas "responder" y "publicar" y creo que no te han llegado. Lo haré ahora de la forma que me parece correcta y si queda reflejada la respuesta en mi panel entenderé que no te han llegado. ¡Dios mío, que torpe soy con en el manejo de Internet'
EliminarSaludos
En efecto, estaba en lo cierto. Te decía que de vez en cuando busco en la sección de idiomas de las librerías algún ejemplar en francés para no olvidar el idioma que estudié durante siete años, y desde que buceo en Internet también me atrevo con el inglés. Pero todo en la vida tiene su truco. Siempre compro libros de las materias que más domino, historia, novela histórica, y por supuesto medicina. Así si me falla alguna palabra la traduzco por el sentido de la frase. Nunca se me ocurriría leer filosofía o poesía en francés.
EliminarEn general soy muy malo hablando idiomas porque nunca se me dio bien la pronunciación, pero soy un mediano traductor, sobre todo si son idiomas derivados del latín. Incluso me atrevía a leer las "Odas" de Horacio en portugués y varias novelas de serie negra en catalán.
Saludos
También te comentaba la importancia de las buenas traducciones ya que gran parte de lo que leemos son originales en idiomas extranjeros. A veces ocurre que notamos frase incongruentes, sin sentido o con errores que generalmente se deben a defectos de traducción. Pero es que también había traductores,la mayoría en la antigüedad, que sentían la tentación de añadir al original frases o palabras de su propia cosecha. Yo tengo un ejemplar de un clásico latino, "El asno de oro", que fue traducido por un tal abate Cortegana en el siglo XVI y quedó convertido en una novela picaresca,de moda en su época, del tipo "Rinconete y Cortadillo". También compré un ejemplar de "Las guerras judias" de Flavio Josefo, traducido por un cura actual que introducía alusiones a "nuestro Señor" sólo porque estas gueras fueron casi contemporáneas de Cristo. A este lo devolví directamente a la librería.
EliminarSaludos.
Con tus comentarios has terminado de arreglar mi “complejo” con los idiomas. Ahora estoy hundida del todo porque, además, soy incapaz de pensar en otro idioma. Qué le vamos a hacer. Yo creo que esa parte de mi cerebro deja bastante que desear.
EliminarSaludos.