V de vendetta es ya un clásico del cómic.
Fue publicado a principios de los años 80 integrando una serie de diez revistas que después fueron recopiladas y editadas
como novela gráfica. Tanto el guionista como el dibujante son
británicos. El primero, Alan Moore,
es un escritor curioso por su actitud misantrópica y tendencia a lo caótico,
simpatizante político con el anarquismo, se hizo famoso desde joven como
guionista de este trabajo, que él considera como obra de juventud, y muchos
otros muy conocidos entre los que citaremos Wachtmen. Por ellos ha sido
reconocido mundialmente como innovador
en las técnicas narrativas del cómic. En cuanto al dibujante, David Lloyd, se dio a conocer
con esta obra en la que muestra un gran dominio del claroscuro y la técnica del zoom, ambas de clara inspiración cinematográfica. Para intentar reforzar esta impresión recomendó a Moore que evitara en lo posible las
leyendas, los efectos de sonido, y los globos de pensamiento. En base a esto,
era previsible que en 2006 se produjera la película del mismo título dirigida
por el australiano James McTeigue, que como suele suceder ha suscitado
división de opiniones entre los lectores del cómic. En mi caso particular creo
que la novela gráfica supera con mucho al filme que es mediocre y desvirtúa el
guión original en muchos aspectos. En eso coincido con el escritor que según parece
no quedó muy satisfecho. En cambio Lloyd ha sido un firme defensor de la
adaptación.
La trama
argumental de V de vendetta se puede considerar como una distopía,
un concepto tomado del inglés que designa lo contrario de una utopía, es decir,
una sociedad ficticia e indeseable en sí misma. En este caso el guionista situó
la acción en un futuro distópico que ya es pasado porque se desarrolla
en Inglaterra y en la década de los 90 del siglo XX, tras una guerra nuclear parcial
cuya consecuencia es la instauración de un régimen político neofascista. El
protagonista principal es “V”, el héroe
que se rebela contra el gobierno totalitario y protege su anonimato bajo una
máscara y disfraz de Guy Fawkes, un católico inglés que en
1605 participó en la conspiración de la
pólvora que pretendía derrocar al rey Jacobo I; intentó volar el Parlamento
pero fue detenido y ejecutado antes de llevar a cabo su plan. La letra V tiene
un doble sentido en este personaje marcado psicológicamente por su pasado; venganza sobre los que lo sometieron a
tortura en un antiguo campo de concentración, pero también victoria final sobre el totalitarismo mediante provocación
terrorista del caos y la anarquía de la que pretende que surja un nuevo régimen
político de libertad y paz.
Se ha dicho que en la obra subyace
una velada crítica a la política de Margaret Thatcher durante los 80. No
podría asegurar en que medida el conservadurismo de la premier británica condicionó o inspiró el guión, pero si encuentro
dos claras inspiraciones literarias. De una parte, la estética del personaje
recuerda mucho al Fantasma de la Ópera
de Gastón Leroux. En cuanto al
trasfondo político tiene importantes similitudes con “1984” la novela de George
Orwell, que es también una distopía
totalitaria aunque la intención del escritor fuera en este caso una crítica del
estalinismo comunista.
Quiero destacar un detalle
curioso de esta novela gráfica. Aunque la acción trascurre a finales de los
años 90, los personajes visten a la moda de los 50 y la estética de los
objetos, los edificios. y los decorados, son de esos años. Un anacronismo que
parece intencionado, quizás un guiño nostálgico en relación a las lecturas infantiles de cómic ya a que, tanto el guionista como el dibujante, nacieron en esa década. Y por último señalar que la máscara de V ha trascendido al personaje y se ha popularizado actualmente entre los miembros del movimiento conocido como "15M" y creo que no sólo con intención de anonimato frente a las cámaras de vídeo de la calle, que nos traen a la mente de nuevo el "gran hermano" de Orwell, sino por lo que tiene de símbolo de rebeldía ácrata frete a los abusos de poder de un sistema económico y político, en una sociedad en crisis con claros aspectos distópicos, no por ficticios sino por indeseables.
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