En contradicción con mi carácter, que
tiende claramente al orden y la
regularidad, soy bastante anárquico en la lectura porque a la hora de elegir suelo dejarme llevar por impulsos caprichosos con poca sistemática en
cuanto a preferencias, aunque el estado de ánimo
pueda ser un criterio determinante. No obstante, en esa elección suelo mostrar un recurrente y periódico
retorno a los clásicos
quizás como un inconsciente intento de anclaje a lo estable y seguro
frente al imprevisible resultado de mis
compulsivas y caóticas tendencias lectoras.
A esa cíclica propensión he
vuelto con esta obra de teatro que comento hoy.
Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635)
fue el gran renovador del teatro español en el llamado Siglo de Oro de nuestra
literatura. Todo en su biografía y en su
obra resulta excesivo. Vivió muchos años para la media de su época, fue soldado y secretario de nobles, sufrió
destierro, se casó dos veces y tuvo
amores estables e ilegítimos con al menos cinco mujeres además de amantes
temporales, sus hijos entre legítimos y bastardos fueron muchos. A los 52 años
abrazó el sacerdocio sin renunciar del
todo a sus amoríos. Alcanzó fama y
reconocimiento como poeta y dramaturgo recibiendo honores del rey y del papa,
pero en los últimos años de su vida tuvo que sufrir la muerte de varios de sus
hijos. En cuanto a su obra fue apodado Fenix
de los ingenios y Miguel de Cervantes lo llamaba Monstruo de la naturaleza
debido a su ingente producción literaria. Se dice que escribió 1800
obras de teatro, si bien es cierto que sólo una parte de ellas está catalogada
y parece que en aquellos tiempos era
escasa la vigencia de los derechos de autor y muchas se le atribuyeron
falsamente para sacar provecho de su fama ya que la frase “es de Lope” aseguraba por sí sola el triunfo de una
representación.
El perro del hortelano (1613) es
una de sus piezas teatrales más famosas.
El título hace alusión a un conocido refrán castellano “el perro del hortelano ni
come ni deja comer”. Está clasificada como una de sus comedias palatinas,
aquellas en las que el enredo se desarrolla en ambientes aristocráticos. En ésta, la condesa Diana siente celos de su
criada Marcela que es pretendida por
su secretario Teodoro. Se enamora de
éste, o más bien se encapricha por
orgullo y afán de posesión, pero se siente frenada por la diferencia social que
los separa. Teodoro por su parte es
ambicioso y se deja querer pero teme fracasar en sus aspiraciones. Esto provoca
un enredo de la trama que tiene su
desenlace en el tercer acto mediante un recurso narrativo llamado anagnórisis,
en virtud del cual un personaje descubre
de repente datos importantes de su
identidad ocultos hasta ese momento. En nuestro caso, el criado de Teodoro, Tristán, urde una trama engañosa que convierte a su amo en el hijo
perdido de un noble, lo cual permite
unir a los dos amantes al igualar
su posición social.
La comedia abunda en diálogos
ingeniosos y pícaros, se recurre a la hipérbole, las comparaciones, y los
equívocos como recursos cómicos. También son frecuentes las metáforas y las
referencias cultas a la historia y los mitos clásicos. En particular se repiten
los de Faetón e Ícaro, personajes que se quemaron por los rayos solares al
pretender ascender al cielo y cayeron de nuevo a la tierra, en clara alusión
a la inútil y peligrosa pretensión de ascenso en la
escala social.
Esta obra es también un buen ejemplo de
la renovación teatral de Lope de Vega que abandonó las tradicionales tres unidades del teatro. La unidad de acción
se rompe porque a la trama principal, los amores de la nobleza,
se une una segunda, los líos amorosos de los criados, es decir, no se cuenta
una sola historia sino dos y algunas más accesorias. La unidad de espacio
también se rompe porque aunque la acción
se desarrolla en Nápoles, son varios los lugares de la misma, el palacio de Diana, la taberna, o los jardines del
palacio del conde Ludovico, y
finalmente la unidad de tiempo es bastante imprecisa. Tampoco se respeta una
cuarte unidad de tema porque se alternan las situaciones trágicas con las
cómicas. El verdadero tema de fondo es el conflicto entre el amor y el honor
pero los personajes están tratados de
forma original porque lejos de ser espejo de virtudes morales que finalmente
triunfan, en esta ocasión destacan más bien por sus defectos. Diana es efectivamente caprichosa, celosa y abusa de
su poder. En cuanto a Teodoro, llevado de su ambición de ascenso social no duda en abandonar a Marcela que es la única que parece realmente
enamorada. En cuanto a la feliz solución final
se llega mediante un engaño.
En la estructura también aparecen aquí muchas de las innovaciones de
Lope que era partidario de utilizar
distintos tipos de estrofas y metros según cada situación o escena de la trama argumental. Así en esta comedia alternan cuartetos o
redondillas, décimas, octavas, sonetos y romances, y en la métrica se mezclan endecasílabos y octosílabos.
No es pertinente prolongar este
comentario con un análisis más profundo de la obra. Sí quiero destacar la presencia en el texto de algunos términos
castellanos ya en desuso, tales como alboroque
o arcaduz, de clara inspiración
etimológica árabe. Particularmente
me ha llamado la atención la utilización
para el queso del antiguo término formache
que deriva de la misma raíz latina que sus equivalentes en
catalán, francés, e italiano (formatge,
fromage, formaggio).
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