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jueves, 6 de febrero de 2014

FROM HELL. Alan Moore/Eddie Campbell

La novela gráfica objeto de este comentario ha sido considerada como la más importante, o de mayor calidad, entre las del guionista británico Alan Moore (1953), reconocido como el gran innovador de este género híbrido de literatura y cómic que se afianzó como tal en la década de los 80 del pasado siglo. Y, aún contando con el favor de la crítica, no parece haber alcanzado la popularidad de otros de sus títulos como V de vendetta ( 1982-87) o Watchmen (1986-87), a pesar de  haber sido llevada al cine como éstos, en una adaptación que, según dicen, guarda escasa fidelidad al original. Debo admitir que tras haber leído la novela comparto la opinión favorable a la misma pero creo comprender los motivos de esa menor aceptación.
         From hell (Desde el infierno) fue realizada y publicada a lo largo de una década (1989-1999), primero en forma de serie integrada por diez capítulos sucesivos y finalmente recopilada en uno sólo volumen. Aunque tiene elementos propios del ensayo, es una obra de ficción que indaga sobre los crímenes de Whitechappel y especula sobre la identidad del misterioso asesino, aún no identificado, conocido como Jack el Destripador, una figura mítica en la historia de la criminología. El interés y morbo suscitado por dichos asesinatos, en el que fue el distrito más empobrecido del East End del Londres victoriano, ha generado abundante literatura y todo tipo de teorías, hasta las más disparatadas, y aún sigue provocando la curiosidad del público. En el epílogo de la novela, el propio guionista ilustra la complejidad que las sucesivas investigaciones y especulaciones han aportado al caso mediante el ejemplo geométrico del llamado copo de nieve de Koch; un triángulo equilátero, inscrito en un círculo, a cuyos lados se van añadiendo otros triángulos hasta que la figura se hace más y más compleja y se convierte en un copo de nieve pero nunca rebasa el círculo. Este último representa los hechos concretos de sobra conocidos, el asesinato de cuatro prostitutas, con ensañamiento que sugiere macabros rituales, en  Whitechappel durante el otoño de 1888.  Esos fueron los hechos reales que nunca pudieron ser aclarados en su motivación ni en su autoría.  

         En From hell, Alan Moore dirige sus sospechas hacia personajes concretos y se inspira en la obra de Stephen KnightJack the Ripper: The Final Solution, pero admite desde el principio la poca credibilidad que le merece, y también reconoce que su intención no fue tanto resolver el enigma de ¿quién lo hizo? sino intentar aclarar ¿qué ocurrió?, es decir, realizar una especie de disección o examen del suceso que pretende evocar la impresión de vivisección anatómica que sugerían los cadáveres de las víctimas. Para conseguir su objetivo, el autor se documentó de forma exhaustiva y esto generó casi cincuenta páginas de notas que intentan aclarar el texto, separando de forma meridiana la ficción de  la realidad y valorando la fiabilidad de las fuentes. Esta prolija anotación es pertinente y necesaria pero al coste de añadir una complejidad tal que exige mucho del lector y lo selecciona, excluyendo a los meros aficionados al cómic tradicional  de más amplia difusión.  La novela  en sí misma es compleja por los continuos saltos temporales y las percepciones oníricas de algunos protagonistas, pero el resultado final es magnífico. Moore despliega ante nosotros toda una panoplia de presuntos implicados tales como el príncipe Eddy, nieto de la reina Victoria, su amigo el pintor Walter Sickert, el médico real Sir William Withey Gull, el inspector  Frederick Abberline. Todos estos personajes históricos se vieron envueltos en una complicada trama que puso de manifiesto aspectos tan atractivamente morbosos como prostitución, prácticas homosexuales, chantajes, razones de estado, conjuras masónicas, sectas y rituales ocultistas, videntes, etc. Todos ellos hábilmente interrelacionados, nos muestran el vivo retrato de un época, el final de la era victoriana, de transición entre dos siglos. En tanto se desarrolla la historia percibimos claramente los cambios de todo tipo que se avecinan, sociales, políticos, e ideológicos. Una impresión que se refuerza cuando intuimos el comienzo de los avances tecnológicos y científicos que anunciarán el nuevo siglo. El autor pretende sin duda evidenciar ese ambiente de transición cuando se aventura a decir que los crímenes de Jack el Destripador señalaron el comienzo efectivo del siglo XX.  

         Se ha dicho también, y estoy de acuerdo, que  la novela trasciende el mero relato de los hechos y  resulta ser además una profunda crítica de la sociedad victoriana, de su injusticia y de sus profundas desigualdades sociales. En el retrato de los ambientes de miseria, delincuencia, y prostitución de los barrios bajos londinenses no se evitan ni las escenas más truculentas de violencia ni las más escabrosas y explícitas de sexo callejero. Este objetivo crítico se refuerza con los dibujos de Eddie Campbell, en blanco y negro, cuando utiliza imágenes con suaves tonos graduales de grises, que recuerdan la técnica de la acuarela, para describir la apacible vida de la sociedad burguesa londinense, en contraste con los dibujos a plumilla con tinta de hollín, a base de rayados y oscuridades, con los que describe los ambientes miserables del East End

         La ilustración de la novela presenta además algunas contradicciones notables. De una parte, los rostros dibujados con rasgos toscos e imprecisos, junto a la multiplicidad de personajes, puede ocasionalmente dificultar el reconocimiento de los mismos. En el resto, es decir, en cuanto a la ambientación, muestra una minuciosa precisión que llega  a la miniatura. En ocasiones un pequeño calendario al fondo, un periódico, un libro abierto con letras diminutas, el letrero de un comercio o un bar, son detalles fundamentales para encuadrar la acción en sus correctas coordenadas temporales y espaciales. Otras veces, un objeto situado en primer plano, aparentemente fuera de contexto, aporta una información importante, directa o simbólica. En particular me ha resultado curiosa la utilización de bocadillos con letra muy pequeña que aumenta de tamaño en sucesivas viñetas para reforzar la sensación de movimiento de dos personajes que se acercan al primer plano  dialogando desde la lejanía.
         Para terminar quiero insistir, se trata de una gran novela, rica en matices pero que demanda por su complejidad un esfuerzo del lector.

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