Desde el
punto de vista histórico la literatura didáctica fue posterior a los tres
géneros clásicos (épico, lírico y dramático), y desde un remoto origen se
fue adaptando a distintos formatos para conseguir la finalidad de enseñar y
divulgar de manera artística. Entre los clásicos grecolatinos, Hesíodo (Los trabajos y los días) y Virgilio (Geórgicas) utilizaron el verso con esa
intención en sus poemas didácticos. En cambio Platón y Cicerón adoptaron el diálogo en sus escritos filosóficos y políticos. El tratado es otro
subgénero didáctico más extenso y complejo dirigido
principalmente a especialistas en una determinada materia. Pero, en mi opinión,
el ensayo es el género literario
que mejor se adapta a la didáctica; por su estructura más flexible y menos
sistemática, porque suele reflejar un enfoque subjetivo del autor, con mayor voluntad de estilo que aparato documental. En resumen, más interesado en
convencer de forma apasionada que en la fría y razonable demostración.
Pido disculpas por esta larga
introducción que sólo sirve para concluir que el libro que nos ocupa es un ensayo
didáctico. Fácil deducción si consideramos que su autor, el francés Daniel Pennac (1944), fue
profesor de literatura en un instituto y en sus comienzos escribió libros para
niños. En el resumen de contraportada se declara además el objetivo de
estimular la lectura entre los jóvenes.
Como
una novela (1993) tuvo en su momento un éxito notable y ha tenido muchas
reediciones hasta hace pocos años. El título expresa bien la intención del
autor que no es otra sino superar la aparente seriedad del ensayo y hacerlo
ameno. Le sugiere al joven lector que se lee tan fácil como una novela, y para
conseguir ese efecto utiliza un lenguaje sencillo y coloquial y un monólogo
interrumpido en ocasiones por citas literarias de escritores, la mayoría
franceses, que consigue aliviar y agilizar aún más la exposición-relato
apelando a la complicidad y conocimiento del lector. Ese último efecto se
diluye un tanto en el caso de lectores no franceses, menos familiarizados con
los escritores galos y sus obras.
En la primera parte se destaca la
importancia del tradicional cuento oral como fase previa de estímulo a la
lectura infantil. También se relacionan las causas, más o menos tópicas, que
dificultan la lectura de los jóvenes; entre otras, el predominio de lo
audiovisual en nuestra cultura y el exceso de actividades extraescolares. Pero
la principal, según el escritor, es el torpe empeño de padres y educadores que
la convierten en un deber. Durante toda la exposición la idea que trasciende y
se impone es la necesidad de la lectura como opción libremente elegida y el
placer que de ello se deriva. En la segunda parte se señalan las pautas
educativas necesarias para inducir la curiosidad del lector y se insiste en los
efectos benéficos de la lectura, al tiempo que la desmitifica e intenta
despojarla de ciertos aspectos que, por ser sobrevalorados, terminan por
desalentar su práctica, tales como la información, la formación o la cultura.
Si se consigue despertar esa curiosidad, si convertimos la lectura en una
aventura, todos los demás objetivos se consiguen por añadidura. En el capítulo
final se concluye con el decálogo de los derechos del lector, verdadera
exaltación de la libertad personal para
elegir la lectura como opción que se
sustenta en razones tan intimas, variadas e incluso extrañas, como la propia
vida.
Aunque los destinatarios principales
de este libro son los adolescentes, las reflexiones del autor son útiles a
lectores de todas las edades y experiencia. En el ámbito de la educación y
estímulo de la lectura, este ensayo me ha confirmado los muchos aciertos, a
veces intuitivos o inconscientes, que mis padres tuvieron conmigo y también
algunos errores, involuntarios y bienintencionados, que yo tuve con mis hijos.
En resumen, un libro ameno con ideas
interesantes y prácticas, escrito por un educador que cree de manera firme y
entusiasta lo que dice.
muy bueno , un saludo
ResponderEliminarGracias Carmen, una abrazo
ResponderEliminarGracias Carmen, una abrazo
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