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lunes, 3 de agosto de 2015

RELATOS. Raymond Chandler

La novela policiaca, surgida a mitad del siglo XIX como un género menor que pronto alcanzó enorme difusión y popularidad, debe  su origen a los relatos de misterio de Edgar Allan Poe. En su evolución posterior, ya a principios del XX, se suceden dos grandes tendencias o escuelas dentro de la misma. La inglesa, representada por A. Conan Doyle y Agatha Christie, y cronológicamente posterior la escuela norteamericana, iniciada por los escritores Dashiell Hammett y Raymond Chandler. De hecho fue este último autor quien definió el subgénero policiaco conocido como novela negra. El nombre lo debe a que este tipo de relatos se publicaron inicialmente en la revista Black Mask, editados en papel barato e impresión rústica, un tipo de publicaciones conocida como pulp. Para seguir con la identificación color-género, la editorial francesa Gallimard los editó en Europa dentro de una colección llamada Série Noir. El nombre es por otra parte muy adecuado porque generalmente la acción se desarrolla en ambientes oscuros de marginalidad y bajos fondos. En estas novelas lo importante no es tanto la  resolución del caso criminal como la descripción del ambiente social de miedo  y violencia. Eran en suma fiel reflejo de la opresiva atmosfera generada en los Estados Unidos tras la depresión económica del 29 y la ley seca de los años treinta con sus secuelas de gansterismo y crimen organizado.
          Raymond Chandler (1888-1956) es un clásico del género gracias a sus dos novelas más conocidas, El sueño eterno (1939) y El largo adiós (1956) ambas protagonizadas por Philip Marlowe. Reconozco que no he leído ninguna de las dos, quizás porque he visto, y varias veces, sus versiones cinematográficas. En cuanto al primer título, creo que el actor Humphrey Bogart encarnó a la perfección la personalidad del detective creado por Chandler; fracasado y cínico un poco de vuelta de todo, duro y estoico, de dudosa moralidad pero salvado siempre por un personal sentido del honor y la fidelidad. Por cierto, en El sueño eterno (1946), la película de Howard Hawks, Lauren Bacall borda también el papel de chica mala otro de los personajes típicos en los relatos de nuestro autor.
          El volumen que comentamos, con el título genérico de Relatos, es una antología que recoge siete de sus historias cortas, casi todas fechadas en los años treinta, es decir en sus comienzos narrativos. Todas fueron publicadas en la mencionada revista Black Mask o en Dime Detective, otra conocida publicación pulp. Un detective es siempre el protagonista, Philip Marlowe en algunas de ellas, y la mayoría están narradas en primera persona. En los cuentos aparecen todos los personajes y ambientes típicos del género; chantajistas, policías y políticos corruptos, delincuentes de gatillo fácil, mafias del juego o apuestas ilegales etc. La trama argumental es siempre algo enrevesada, con multitud de nombres y personajes secundarios y con el habitual tono de apariencia engañosa que se resuelve, a veces de manera algo forzada, en el típico desenlace sorprendente. El lenguaje es claro, directo y brusco, con diálogos a base de frases lacónicas o propias de la lengua vulgar y un tanto chulesca, típica de los ambientes delictivos. Tanto en éstos como en las descripciones abundan los sobrentendidos, sin dificultad para un norteamericano pero no tanto para un lector latino. Por eso la novela negra se adapta bien al lenguaje visual cinematográfico que evita prolijas descripciones y reduce al mínimo los aspectos implícitos en la trama.
          Al ser una colección de relatos breves, hemos iniciado este libro en mi club de lectura como alternativa para cubrir lagunas temporales entre novelas más extensas aún por recibir. Me sorprendió que fuera acogido con frialdad general y prontamente abandonado a pesar de ser el policiaco un género hasta cierto punto ligero e intrascendente. Las  razones aducidas para este desafección se explican parcialmente por las dificultades antes indicadas que percibí claramente durante la lectura. Es verdad que la novela negra no se adapta bien a la estructura del relato corto porque la complejidad argumental, que es uno de sus atractivos, es difícil de encajar  en un formato que necesariamente obliga a limitar los diálogos y los recursos descriptivos. Pero en mi opinión hay algo más que tiene que ver con un enfoque distinto en la lectura. En resumen, se trata de comprender que no es necesario seguir de forma minuciosa la intrincada trama argumental, que sólo es un medio para mantener nuestra atención hasta el final, y centrarnos en lo ya comentado y verdaderamente importante en este tipo de novelas, es decir, el ambiente de violencia, injusticia y corrupción política que imperaba en la sociedad norteamericana de los años 30. En la serie negra, deberíamos olvidar un tanto su carácter de literatura de evasión y valorarla más como retrato social de una determinada época y lugar.
          Para terminar una nota curiosa. En la traducción de los relatos de este volumen  se alterna un traductor español con otro sudamericano y  así vemos como las chaquetas se convierten en sacos y las faldas en bombachas. Un pequeño inconveniente que se añade a los anteriores y desmotiva un tanto cuando imaginamos a Marlowe hablando en argot argentino. Y a pesar de todo me ha gustado Raymond Chandler y supongo que sus dos grandes novelas deben ser superiores a estos relatos, pero no prometo leerlas, conozco de sobra el argumento.


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