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martes, 15 de septiembre de 2015

DISTINTAS FORMAS DE MIRAR EL AGUA. Julio Llamazares

Alguna vez he reconocido la costumbre de imponerme un relativo y voluntario distanciamiento de la actualidad editorial, y eso con la intención de alejarme de los cantos de sirena del marketing y evitar en lo posible los best sellers, que no siempre son garantía de calidad -léase Cincuenta sombras de Grey-, dejando que el tiempo y la crítica los decante y depure como los buenos vinos. Quizás ese hábito no sea acertado, pero en todo caso la lectura de hoy supone una excepción a la regla porque se trata de una novela editada a principios de este año que ha recibido elogiosos comentarios en prensa, aunque desconozco sí es ya un éxito de ventas. Algo percibí en esas críticas, nada que pueda concretar, pero de alguna forma despertaron mi curiosidad  y ahora, con el libro concluido, me alegro de haber roto mi propia norma en esta ocasión.
          Julio Llamazares (1955) es un escritor nacido en las filas del periodismo. Una buena parte de su obra es ensayo, en una serie de recopilaciones de artículos de prensa. También ha escrito algo de poesía y una considerable producción narrativa. Es natural  de la montaña leonesa y parece que una parte de su obra está inspirada por el amor a su tierra, en especial  la literatura de viajes  centrada en León y el valle del Duero.
          Distintas formas de mirar el agua (2015) no es en absoluto una novela autobiográfica pero recoge un hecho histórico que parece haber marcado la infancia del escritor y es motivo central de la misma. En efecto, nació en Vergamián, pequeño pueblo de un valle leonés donde su padre era maestro. La construcción del pantano del Porma, que fue inaugurado en 1968, lo sumergió en el agua junto a otros cinco pueblos, y a la edad de 13 años tuvo que abandonarlo junto al resto de la población, expropiada a bajo costo y obligada a desplazarse a otras zonas.
          La trama argumental recoge ese episodio y se centra en una familia de desplazados que muchos años después viajan desde distintos puntos del país y se reúnen a las orillas del pantano para arrojar en sus aguas las cenizas del patriarca; la última voluntad de un montañés que no quiso volver a su tierra en vida pero nunca la olvidó. En cada capítulo se suceden los familiares, esposa, hijos y nietos, que aportan en primera persona sus reflexiones en torno al protagonista ausente, y su personal visión de esas aguas embalsadas que virtual o realmente cambió sus vidas. Se trata pues de una óptica multifocal que termina por configurar un relato coral. Porque, a través de las opiniones y sensibilidad de cada uno de los personajes, penetramos en la complejidad de las relaciones familiares y asistimos a la evolución cultural de varias generaciones, propiciada por un progreso económico y social que actualmente vemos de nuevo en peligro. Un progreso que a pesar de serlo dejó víctimas como inevitable secuela.
           De la historia trascienden ideas tales como el decisivo influjo del paisaje en los seres humanos; la sensación de desarraigo y el desgarro emocional de la emigración; el azar como condicionante de nuestras vidas; el apego a la tierra y la nostalgia del pasado, y otras muchas que aportan una gran variedad de matices enriquecedores al relato.
          He leído en alguna crítica que toda la novela está impregnada de lenguaje poético, y no estoy totalmente de acuerdo. En mi opinión es sencillo, directo y preciso, y más allá del carácter propio del lenguaje literario, necesariamente distinto al coloquial, las reflexiones y opiniones de los personajes son tan realistas y literales que cualquier lector las puede compartir y podría expresarlas con la misma naturalidad que los personajes en el texto. El relato nos gusta porque su estilo es emotivo y claro, y porque apela directamente a nuestra propia sensibilidad.
          En mi opinión lo poético no está en el lenguaje sino en el fondo, es decir, en la capacidad del escritor para transformar la prosaica y necesaria realidad del suceso histórico en una historia dramática. En la idea del agua, símbolo universal de la vida, convertida en representación de la muerte o al menos en tumba de lo vital. En la descripción del bello paisaje circundante y las apacibles aguas del pantano convertidas en una imagen fantasmal que esconde algo siniestro. En resumen es la realidad modificada por la sensibilidad poética. La comparación de la reunión familiar con un trágico funeral griego, y  el retorno del patriarca con el regreso de Ulises a Ítaca, son las dos únicas figuras que pueden asimilarse al lenguaje poético y desde luego refuerzan esa impresión de fondo. 
        En resumen, una novela corta y emotiva, quizás tiene momentos algo reiterativos pero es interesante y digna de ser recomendada.

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