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domingo, 20 de marzo de 2016

MÚSICA SACRA EN LA SEMANA SANTA 2016

Quizás algo esté cambiando en el ambiente cultural de nuestra ciudad, tradicionalmente apático, que ahora comienza a mostrar signos incipientes de animación. A lo peor resulta una falsa impresión pero, en los últimos años, creo haber notado un interés creciente por la música clásica. Proliferan las orquestas y bandas de jóvenes músicos, estudiantes y profesores de los Conservatorios de Jaén, se han formado varias agrupaciones corales y diversas instituciones culturales, religiosas y políticas, patrocinan con relativa frecuencia conciertos y recitales. El público  llena casi siempre los aforos y parece distinguir y apreciar mejor las buenas interpretaciones y, en resumen, ampliamos nuestra cultura musical con cada audición.
          Los días previos a la Semana Santa ofrecen el marco temporal adecuado para la música sacra más culta y clásica, antes de que se torne popular y tradicional en las bandas de metal y percusión que acompañan los desfiles procesionales, por cierto cada vez más numerosas. Este año hemos tenido varios conciertos, la mayoría agrupados en el I Ciclo de Música Sacra, una iniciativa que espero tenga continuidad en años venideros. Las obras interpretadas han sido las tradicionales de estas fechas, distintas Misas de Requiem y el clásico Stabat Mater de Pergolesi. Dentro de esta amplia oferta he tenido oportunidad de asistir a dos conciertos que comentaré a continuación.
          El primero fue el Requiem Op. 48 de Gabriel Fauré (1845-1924), músico francés al que la crítica considera de transición entre el romanticismo y la moderna música del XX, que introdujo innovaciones armónicas y melódicas y fue maestro de grandes músicos, Maurice Ravel entre otros. Su Requiem no me es desconocido y está considerado como una de las obras más populares del autor, pero en nuestra ciudad creo que es la primera vez que se interpreta que yo sepa,  siempre postergado frente al más famoso de Mozart. Esta obra presenta algunas novedades respecto a otros requiem, y es que el autor suprimió la Sequentia, con los tradicionales pasajes del Dies irae y Rex tremendae, que expresan la cólera divina en el juicio de las almas, y añadió una parte final, In Paradisum. Con estas modificaciones quiso quitar dramatismo a la muerte y resaltar sus aspectos serenos y apacibles referidos a los goces celestiales. El Requiem de Fauré está escrito para orquesta, coro y dos solistas, barítono y soprano, con una actuación limitada a casi dos cortas arias. En esta ocasión fue interpretado en lo instrumental por la Banda Sinfónica del Conservatorio Superior de Música “Andrés de Vandelvira” de Jaén, y en la parte coral por el Taller de Canto Coral de la Universidad Popular de Jaén. La actuación de la banda fue buena y, si bien es verdad que Fauré se caracteriza por introducir en su obra musical moderados acordes disonantes, me pareció que en la introducción al Offertorium la disonancia fue un poco mayor de lo esperable, al menos comparativamente con otras interpretaciones que he oído.  La actuación del coro fue muy buena, y quiero destacar aquí la valentía de la agrupación coral a la hora de ampliar su repertorio afrontando este nuevo Requiem. Los solistas bien en sus respectivas tesituras; la soprano tenía una preciosa voz pero ambos con ciertas deficiencias en intensidad y volumen propias quizás de cantantes amateur, y entiéndase esto último como mérito a su favor.    
En el último concierto, que se ofreció en la Catedral de Jaén, tuvimos ocasión de disfrutar, una vez más, del popular Requiem de Mozart (KV 626) que fue, en mi opinión, la mejor interpretación del mismo que yo recuerdo. Estuvo a cargo de la Orquesta Filarmónica de la Mancha y el Coro de la Ópera de Granada. No voy a destacar las particularidades y aspectos de esta obra, porque ya he tenido ocasión de hacerlo en anteriores entradas. Sigo pensando que es el más espectacular y grandioso de los requiem, seguido muy de cerca por el de Verdi. En esta ocasión los solistas estuvieron magistrales, los cuatro, soprano, mezzo, tenor y bajo. Además la obra fue dirigida, e interpretada por orquesta y coros, en un tempo más vivaz que el de otras versiones anteriormente interpretadas. No puedo decir si un tiempo más rápido de ejecución supone una dificultad adicional, pero a mí me gusta así porque, aunque pierde algo de solemnidad, gana mucho en lo espectacular y en efecto dramático. La respuesta del público a la convocatoria fue masiva. En resumen, fue una delicia  musical en la noche del Viernes de Dolores.


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