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miércoles, 22 de noviembre de 2017

LA NIETA DEL SEÑOR LINH. Philippe Claudel

Una de las muchas ventajas que ofrece la pertenencia a un club de lectura es la posibilidad de conocer a escritores aún no consagrados por la fama literaria, o ausentes de la lista de superventas, en fin, esos que frecuentemente nos pasan inadvertidos. Es cierto que en ocasiones los criterios de selección de las obras pueden ser dudosos, y que el descubrimiento de un autor desconocido no presupone de entrada un feliz encuentro pero, en cualquier caso, siempre tiene aspectos positivos aunque sólo sea la mera satisfacción de la curiosidad, una cualidad que debería poseer todo buen lector. El autor que hoy comentamos ha sido uno de esos hallazgos propiciado por la programación de lectura en mi club.
El escritor francés Philippe Claudel (1962) es además guionista de cine y televisión, y este dato de su biografía tiene importancia para mí, como luego se verá. Su obra narrativa, no muy extensa, es bastante desconocida en nuestro país, solo cuatro de sus novelas se han editado en español, pero su calidad literaria viene avalada por el prestigioso Premio Goncourt que ha recibido en dos ocasiones.
La nieta del señor Lihn (2006) es un relato breve pero muy emotivo. Cuenta la historia de un anciano que pierde en la guerra a toda su familia, salvo a su nieta de pocos meses. Con ella es evacuado en un barco que lo llevará al exilio en una ciudad extranjera, y a ella dedica todos sus cuidados porque es la única razón que le queda para vivir. Aunque no se cita expresamente el país del que huye ni la ciudad en la que es acogido, por los datos que se ofrecen a lo largo de la narración podemos establecer las coordenadas temporales y espaciales en la Guerra del Vietnam, en la década de los 60 o principios de los 70, y la ciudad a la que llega está en la costa francesa, quizás Marsella. Estos datos solo valen como nota curiosa, porque el relato no los necesita ya que el tema de fondo, el drama de los refugiados y del exilio, es universal e intemporal, incluso de plena actualidad, por lo que apela fácilmente a nuestra sensibilidad.
Volviendo al detalle de la trama. El señor Linh, agotado por la vejez y en la añoranza de su país de origen, se siente sólo y aislado por un idioma que no entiende y una cultura que le es extraña, y solo encuentra alivio y sentido en el cuidado de su nieta, Sang Diu, a la que protege en todo momento. En esa situación de indefensa debilidad conoce al señor Bark, un hombre robusto y afable cuya mujer ha fallecido recientemente. A pesar de las distintas lenguas que hablan, surge entre ellos una amistad sustentada en pequeños gestos y contactos. La historia de esa relación trascurre salpicada de incidentes emotivos hasta un final que intuimos dramático y termina por ser sorprendente. Lo trascendente del relato es la soledad y la capacidad del ser humano para superarla a través de la solidaridad.
He leído, en alguna crítica, que el estilo narrativo es depurado y minimalista. Estoy de acuerdo con esta afirmación, pero yo añadiría que casi no aprecio trazas de lo que puede entenderse como estilo literario. El  lenguaje es directo y no encontraremos aquí analogías, metáforas, ironía, elipsis, o cualquier otra figura retórica, en fin ese tipo de recursos habituales que definen el lenguaje literario. En cuanto al perfil de los personajes se busca antes el efectismo emotivo que profundizar en el retrato psicológico de los mismos. Por todo eso y algunas impresiones más, que no conviene aclarar para no anticipar la trama, yo diría que esta novela se parece demasiado a un guion, sí no lo ha sido en un principio, y merecería llevarse a la pantalla. Estoy seguro que la versión cinematográfica nos evitaría esas deficiencias que enfrían la lectura y en cambio reforzaría la emotividad directa y efectiva tan propia del medio audiovisual.
De cualquier forma no quiero desalentar a nadie. En mi opinión es una novela entretenida y de fácil lectura, capaz de agradar a un amplio sector de lectores porque toca nuestra fibra sensible.    

domingo, 19 de noviembre de 2017

NABUCCO. Giuseppe Verdi

Como viene siendo habitual, la actual edición del Festival de Otoño de Jaén ha incluido en la programación una ópera. No abundan las representaciones de este tipo en nuestra ciudad, y es por eso que los aficionados agradecemos el anual retorno de las mismas que asociamos ya con esta melancólica estación.
En esta ocasión hemos asistido a una de las obras más representadas a nivel internacional, la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi, que fue el primer éxito del compositor romántico, la que inició su abundante producción entre la que se cuentan los títulos más populares del  repertorio lírico.
          El espectáculo fue una promoción de Concerlírica Internacional que, junto con Ópera 2001, suele organizar estas representaciones itinerantes de temporada a nivel nacional, gracias a las cuales podemos disfrutar en provincias de los títulos que sólo serían accesibles en los grandes teatros de Madrid y Barcelona. La interpretación ha estado a cargo de la compañía Teatro de la Ópera Nacional de Moldavia. No conozco los nombres de los cantantes solistas y director de la orquesta por no disponer del programa de mano, que se agotó precozmente por una masiva afluencia de público, según parece no prevista.
          Nabucco fue estrenada en 1842 en la Scala de Milán. El libreto es de Temístocle Solera y está basado en una historia del Antiguo Testamento, la conquista de Jerusalén por el rey Nabucodonosor II, la destrucción del primer templo y el exilio del pueblo judío en Babilonia. No añadiré más datos a este breve resumen de la ficha técnica. Tampoco detallaré la trama argumental, solo decir que incluye una historia de amor, de celos y traición, en un entorno de intriga política, mesianismo religioso y añoranza de la patria perdida; en fin los ingrediente adecuados para una buena tragedia con tintes épicos.
          En cuanto a la distribución de voces, en esta ópera me ha sorprendido la ruptura de un esquema que, en mi corta experiencia lírica, me parecía tradicional. Y es que en esta ocasión los papeles principales no están reservados a la pareja soprano y tenor  sino a soprano y bajo, quedando el tenor y otras voces relegadas a un segundo plano.
          La obra comienza con una obertura que compendia todas las melodías que se irán desarrollando, incluida un esbozo del va, pensiero. En el plano instrumental predomina claramente el metal sobre el resto de instrumentos, lo que presta, a lo largo del desarrollo, un intenso dramatismo a la acción teatral, aportando brillantez con un mínimo de recursos, dentro del papel secundario reservado a la orquesta.
          En Nabucco, el coro adquiere máxima importancia y es un personaje más de la representación ya que su actuación es casi continua. El coro de los esclavos que entona el va, pensiero,sull’ali dorate, en la segunda escena del tercer acto, se ha convertido en la pieza coral más famosa y popular, todo un paradigma de la ópera. En la época de sus primeras representaciones, tuvo además un valor político al convertirse en una especie de himno nacional, que simbolizaba el ansia de independencia de los italianos del norte frente al dominio austriaco.
          En cuanto a los personajes, el más destacado es el de Abigaille (soprano) que se muestra celosa y perversa al principio de la trama y se humaniza y redime en su dramático final. Su tesitura es la más exigente de toda la representación porque sus  continuos diálogos con la masa coral le obligan a sobrepasarla en volumen y efectos vocales. Se dice que muchas sopranos se negaron a interpretar este papel por el esfuerzo agotador que suponía. En nuestro caso la cantante estuvo magnífica, no solo por la intensidad de sus agudos sino por una magistral ejecución del efecto técnico conocido como messa di voce, que consiste en cantar una nota musical con una dinámica de pianissimo para lentamente abrirla y hacerla más poderosa hasta un forte y luego reducirla hasta pianissimo como al principio.
          El segundo papel en importancia dramática y vocal es el Sumo Sacerdote Zaccaria (bajo). También aquí Verdi se mostró más exigente de lo que es habitual para esta tesitura. Su participación en arias es frecuente y a menudo tiene que dominar al coro. Su voz grave es adecuada para representar esa nobleza y solemnidad que requiere el personaje. Nuestro solista tuvo también una actuación sobresaliente que fue reconocida por el público.
          En papeles secundarios también destacaron, pero a un menor nivel,  la pareja de Fenena (mezzosoprano) e Ismaele. Los críticos dicen que éste último es el tenor con menos protagonismo de todas las óperas de Verdi, con una actuación mínima y sin un solo aria para lucirse. En cuanto a Nabucco (barítono), el personaje que da título a la obra, necesita, más que altura vocal, grandes dotes interpretativas que fueron ampliamente satisfechas por el solista de turno.
      En fin, el Nabucco de Verdi que presenciamos fue estupendo. Un espectáculo grandioso y equilibrado en instrumentación musical, sobresaliente en coros y solistas, de gran fuerza dramática y brillante escenografía.

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL CASCANUECES. Piotr Ilich Tchaikovsky

Hemos asistido, dentro de la programación del XVIII Festival de Otoño de Jaén, a la representación de El Cascanueces, una de las obras más populares en el repertorio de ballet clásico. En esta ocasión ha repetido el Ballet Nacional Ruso dirigido por Sergei Radchenko que ya nos deleitó el pasado año con El Lago de los Cisnes. No comentaré nada sobre aspectos generales de esta compañía porque ya lo hice en una anterior entrada.
          La música de este ballet, estructurado en dos actos, fue compuesta por Piotr I. Tchaikovsky y debe señalarse que, antes del  estreno, el genial compositor ruso seleccionó ocho de los números que integraron la Suite El cascanueces, op. 71ª para ser interpretada de forma independiente en concierto. Dichas composiciones, entre las que destacan el Vals de las flores y las cuatro danzas (española, árabe, china y rusa), han sido repetidamente reproducidas en cine y televisión por lo que son muy conocidas. El ballet fue estrenado en el teatro Mariinski de San Petersburgo en 1892, y cabe señalar que en ese momento no tuvo demasiado éxito, pero en 1950 Walt Disney seleccionó algunas de sus piezas para su película Fantasía y a partir de entonces su popularidad creció de forma exponencial hasta ser hoy en día una de las obras más representadas, principalmente en Navidad.
         El libreto fue escrito por Ivan Vsevolozhsky y el famoso coreógrafo Marius Petipa y está basado en un cuento de hadas del alemán E.T.A Hoffmann adaptado por Alejandro Dumas.
        El argumento se desarrolla a partir del primer acto que está ambientado en un hogar alemán a principios del XVIII. En casa de los Stahlbaum comienza una fiesta en torno al árbol navideño, rodeado de niños alborotadores que esperan sus regalos. Aparece un misterioso personaje, Drosselmeyer, con aspecto de mago, que distribuye regalos entre los niños. A Clara, su ahijada, le regala un el muñeco Cascanueces, pero su hermano Fritz diputa con ella por el mismo y lo rompe. Mientras Drosselmeyer lo  repara, la niña se duerme y a partir de ese momento se introduce en un mundo onírico de fantasía donde el Cascanueces interacciona con otros personajes como la benéfica Hada del Azúcar o el malvado Rey de los ratones.
      En su momento esta trama argumental fue criticada y se la calificó de alocada e inconexa. Da la sensación que la fantasía del cuento es una mera excusa para hilvanar toda una serie de cuadros escénicos y permitir el lucimiento de coreógrafo y bailarines.
       Para centrarnos en la representación que nos ocupa. En esta ocasión, el coro de niños del primer acto, que puede ser interpretado por adultos, lo fue por niños reales que supongo alumnos incipientes de una escuela de la propia compañía. Su actuación me pareció buena en baile e interpretación mímica, y en todo caso meritoria dada la edad de los mismos. La escenografía y coreografía muy buena en la ambientación, y los coros y bailarines de las danzas bastante notables dado su papel secundario. En cuanto a los primeros bailarines me parecieron de menor nivel comparados con otros que he tenido ocasión de admirar en otras representaciones de esta ballet, e incluso con los del pasado año en El lago de los cisnes. Bien es cierto que en esta obra destaca más la mímica y la interpretación coral que la actuación de los solistas. Baste decir que la prima ballerina únicamente tiene oportunidad de lucimiento en un solo, dentro de un pas de deux, tras el Vals de las flores, al final del segundo acto, en la conocida como Danza del Hada del Azúcar. Como dato curioso destacar que en ésta pieza musical, Tchaikovsky introduce la celesta, un original  instrumento musical  de percusión, parecido al armonio, que funciona mediante teclas que percuten en láminas metálicas. También conviene destacar que, en la introducción y las primeras danzas del primer acto, el autor romántico se esforzó por inspirar un cierto aire rococó barroco para sugerir la época en que se ambienta el relato.
       En resumen, aún con los aspectos negativos de esta crítica, no demasiado cualificada, mi opinión general es buena y disfrutamos de un espectáculo total que por desgracia no es frecuente en nuestra ciudad.