Una de las muchas ventajas que ofrece la pertenencia a un club de lectura es la posibilidad de
conocer a escritores aún no consagrados por la fama literaria, o ausentes de la
lista de superventas, en fin, esos que frecuentemente nos pasan inadvertidos.
Es cierto que en ocasiones los criterios de selección de las obras pueden ser
dudosos, y que el descubrimiento de un autor desconocido no presupone de
entrada un feliz encuentro pero, en cualquier caso, siempre tiene aspectos
positivos aunque sólo sea
la mera satisfacción de la curiosidad, una cualidad que debería poseer todo
buen lector. El autor que hoy comentamos ha sido uno de esos hallazgos propiciado
por la programación de lectura en mi club.
El escritor francés Philippe
Claudel (1962) es además guionista de cine y televisión, y este dato de su biografía tiene importancia para mí, como luego se verá. Su obra narrativa, no
muy extensa, es bastante desconocida en nuestro país, solo cuatro de sus
novelas se han editado en español, pero su calidad literaria viene avalada por
el prestigioso Premio Goncourt que ha
recibido en dos ocasiones.
La
nieta del señor Lihn
(2006) es un relato breve pero muy emotivo. Cuenta la historia de un anciano
que pierde en la guerra a toda su familia, salvo a su nieta de pocos meses. Con
ella es evacuado en un barco que lo llevará al exilio en una ciudad extranjera,
y a ella dedica todos sus cuidados porque es la única razón que le queda para
vivir. Aunque no se cita
expresamente el país del que huye ni la ciudad en la que es acogido, por los
datos que se ofrecen a lo largo de la narración podemos establecer las
coordenadas temporales y espaciales en la Guerra del Vietnam, en la década de
los 60 o principios de los 70, y la ciudad a la que llega está en la costa
francesa, quizás Marsella. Estos datos solo valen como nota curiosa, porque el
relato no los necesita ya que el tema de fondo, el drama de los refugiados y
del exilio, es universal e intemporal, incluso de plena actualidad, por lo que
apela fácilmente a nuestra sensibilidad.
Volviendo al detalle de la trama. El señor Linh, agotado por la vejez y en la
añoranza de su país de origen, se siente sólo y aislado por un idioma que no
entiende y una cultura que le es extraña, y solo encuentra alivio y sentido en
el cuidado de su nieta, Sang Diu, a
la que protege en todo momento. En esa situación de indefensa debilidad conoce
al señor Bark, un hombre robusto y
afable cuya mujer ha fallecido recientemente. A pesar de las distintas lenguas
que hablan, surge entre ellos una amistad sustentada en pequeños gestos y
contactos. La historia de esa relación trascurre salpicada de incidentes
emotivos hasta un final que intuimos dramático y termina por ser sorprendente.
Lo trascendente del relato es la soledad y la capacidad del ser humano para
superarla a través de la solidaridad.
He leído, en alguna crítica, que el
estilo narrativo es depurado y minimalista. Estoy de acuerdo con esta
afirmación, pero yo añadiría que casi no aprecio trazas de lo que puede
entenderse como estilo literario. El
lenguaje es directo y no encontraremos aquí analogías, metáforas,
ironía, elipsis, o cualquier otra figura retórica, en fin ese tipo de recursos
habituales que definen el lenguaje literario. En cuanto al perfil de los
personajes se busca antes el efectismo emotivo que profundizar en el retrato
psicológico de los mismos. Por todo eso y algunas impresiones más, que no
conviene aclarar para no anticipar la trama, yo diría que esta novela se parece
demasiado a un guion, sí no lo ha sido en un principio, y merecería llevarse a
la pantalla. Estoy seguro que la versión cinematográfica nos evitaría esas
deficiencias que enfrían la lectura y en cambio reforzaría la emotividad
directa y efectiva tan propia del medio audiovisual.
De cualquier forma no quiero
desalentar a nadie. En mi opinión es una novela entretenida y de fácil lectura,
capaz de agradar a un amplio sector de lectores porque toca nuestra fibra
sensible.