En los
últimos años se prodigan en nuestra ciudad los conciertos de Navidad y Año
Nuevo, estos últimos siguiendo la senda del que se interpreta anualmente en la Sala
Dorada de la Musikverein. En general son un homenaje a la música
centroeuropea del XIX y un nostálgico recuerdo del aristocrático ambiente de
Viena que, junto con París, ostentó la hegemonía cultural en nuestro continente
durante todo ese siglo. En mi caso los melifluos valses y las animadas polcas
de los Strauss me hacen evocar la escena de la orquesta del Titanic,
tocando impasible mientras el gran transatlántico imperial austro-húngaro se
hundía a principios del XX.
Este
tipo de conciertos suelen reunir esos temas de baile junto a tradicionales
canciones navideñas, todas muy populares y, por eso mismo capaces
de convocar a gran cantidad de público en teatros y salas de música. En mi opinión, el
mayor aliciente de estas audiciones es la inclusión en el programa de algunas
piezas que se alejan algo del esquema habitual sin romper del todo el
predominio de las tradicionales que terminan con la popular marcha militar.
Este
año hemos asistido al Gran Concierto de
Año Nuevo interpretado por la Orquesta
Sinfónica Ramón Garay dirigida por Francisco Bernal. Una
agrupación de unos 70 músicos, la mayor parte alumnos del Conservatorio
de Jaén, creada en 2012, que está iniciando una brillante trayectoria en
certámenes internacionales.
La
primera parte del programa incluyó ese tipo de obras algo divergentes de las
habituales. Se inició con la obertura de Caballería Ligera de Franz
von Suppé, un músico austriaco de origen belga que compuso numerosas
operetas. Como dato curioso cabe señalar el triunfo de esta obertura,
que todos reconocemos, frente al resto de la opereta de la que forma parte, que
permaneció desde el principio casi ignorada. Por esa razón se suele interpretar
separada de la misma y es una de las piezas más conocidas del compositor. El
inequívoco aire de marcha militar, que evoca una carga de caballería
decimonónica, resulta paradójico si tenemos en cuenta que el argumento de la
obra es una historia de intrigas amorosas y el título, caballería ligera,
alude al nombre de una compañía de ballet que, en la trama, dirige la
protagonista. Resulta congruente, sin embargo, si consideramos que las operetas
son obras cómicas y se basan a menudo en la parodia.
En
segundo lugar, se interpretó la Suite El cascanueces op.71a de Tchaikovsky.
Se trata de un conjunto de ocho piezas que el genial compositor ruso seleccionó
entre todas las que formaban el ballet del mismo nombre, destinadas a ser
interpretadas en concierto. En realidad, esta suite obtuvo gran popularidad
antes que el propio ballet y el público reconoce pronto las alegres melodías de
los distintos números, desde la obertura inicial, siguiendo con las distintas
danzas, la del hada del azúcar, la rusa, la árabe, la china, hasta finalizar
con el muy conocido Vals de las flores.
La
segunda parte del programa se centró en las obras más tradicionales de estas fechas,
comenzando por el villancico del compositor austriaco Franz Gruber, Stille
Nacht, Heilige Nacht (Noche de paz…). Se interpretó después la famosa Barcarola
de la opera Los cuentos de Hoffman, del alemán Jacques Offenbach,
inspirada en antiguas canciones de los gondoleros venecianos. Una pieza que ha
sido banda sonora de muchas películas, entre otras Titanic y La vida
es bella. El concierto siguió con la interpretación de la Pizzicato
Polka, compuesta por los hermanos Strauss. Una divertida polca
compuesta en su totalidad con la técnica de ese nombre, que consiste en pulsar
o pellizcar (pizzicato) las cuerdas de violines, violas y demás instrumentos de
arco, como si fueran guitarras. Le siguió una de las obras más interpretadas,
el famoso Danubio Azul, un vals que encanta al público con su romántica
melodía. Finalmente se interpretó un popurrí de temas navideños. Una versión de
Christmas Festival de Leroy Anderson que intercaló entre las
canciones norteamericanas algunos villancicos españoles. La velada terminó con
la Marcha Radetzky acompañada por las palmas del público.
La
interpretación de la orquesta fue muy buena en mi opinión, más si tenemos en
cuenta la juventud de los músicos y la dificultad técnica de algunas piezas. El
público que abarrotó el aforo del teatro quedó encantado y les premió con
prolongados aplausos que fueron agradecidos con la interpretación de alguna
obra extra y el bis de una de las danzas de El cascanueces.
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