Este libro
forma parte de una colección titulada Ciudades andaluzas en la historia,
editado por la Fundación José Manuel Lara y escrito por Juan Bonilla (1966).
Quiero pensar, aún a riesgo de equivocarme, que
se trata de una de esas obras que se encargan a autores de cierto prestigio, y
ciertamente este escritor gaditano lo tiene acreditado con una considerable
producción en narrativa, poesía y ensayo. En este último género se podría
clasificar La costa del Sol en la hora
pop (2007). El ensayo, definido como especialidad literaria de carácter
didáctico en el que se analiza o interpreta un determinado tema, es un concepto
lo suficientemente amplio para englobar desde misceláneas de temas humanísticos a la disertación científica. La característica principal, uno de los nexos que
une a este tipo de obras, es la voluntad de estilo, es decir, esa mezcla de
lenguaje artístico, que puede llegar hasta la prosa poética, con recursos
literarios, retóricos o expresivos. Y no quiero decir que esta obra carezca de algunos, como la ironía y cierto grado de humor, tampoco le negaré una prosa depurada y
profesional. Pero me cuesta percibir esa intención de estilo literario antes
citado. Al margen de estas consideraciones, el libro es una buena crónica, asimilable a un informe de tipo periodístico.
Juan Bonilla analiza
con bastante rigor las causas del auge y decadencia de la Costa del Sol. En el origen
los pioneros, Soriano y Hohenlohe, descubridores de idílicos parajes
para el veraneo de las élites extranjeras, con visitantes ilustres como Jean
Cocteau o Edgar Neville, en el marco social de una España aún
deprimida. Después, en pleno desarrollismo de los años 60, el éxito como
vanguardia del cosmopolitismo y la modernidad que atrajo a estrellas del cine y
del espectáculo. Más tarde, la masificación turística, la especulación
inmobiliaria, los desastres urbanísticos y finalmente la completa degeneración,
la corrupción municipal y la parasitación de todo tipo de mafias.
En
particular, resulta original cuando analiza el arraigo de la estética pop en la cultura del ocio, durante aquellos glamurosos años iniciales. Una estética que
degeneró en desmesura y mal gusto. Algo menos llamativo es el repaso a los
fenómenos sociológicos asociados a esa modernidad que terminó por ser
decadente. Aspectos tan típicos como las “españoladas” de Alfredo
Landa o la aparición de depredadores a la caza de la turista, como manifestaciones
negativas de la supuesta liberación sexual.
El libro
pudiera ser interesante como crónica de toda una época, si no fuera porque
estudia un proceso histórico tan reciente y conocido en su evolución a través
de los medios de comunicación; desde los reportajes del NODO, hasta los ecos de
sociedad de la prensa del corazón. Por esa razón el lector va perdiendo poco a
poco interés conforme el relato se aproxima a nuestro presente. El propio autor
reconoce esto cuando, en referencia a lo que él llama literatura testimonial,
dice lo siguiente: “Se quiera o no literatura testimonial, lo cierto es que
pasado el tiempo puede a penas disfrutarse como testimonio e ilustraciones de
una época: la relación de las obras con la época es parasitaria; si el interés
del lector por la época no es previo a las lecturas de las novelas, difícilmente
las soportará”.
Pues eso,
una época demasiado cercana a nosotros para suscitar la curiosidad, sobre todo
cuando no forma parte de la ambientación de la obra, sino que es en sí misma el
objeto principal del ensayo.
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