Esta novela
es una de las más populares de Benito
Pérez Galdós (1843-1920). Junto con Fortunata y Jacinta y el
ciclo narrativo de los Episodios Nacionales, es la que siempre
recordamos cuando se nos pide citar alguna obra del escritor canario, el mejor
exponente del realismo del XIX en nuestro país y uno de los clásicos de la
literatura española.
Marianela (1878) fue adaptada al teatro por los
hermanos Álvarez Quintero y llevada
al cine en varias ocasiones. Ha sido emitida en serial radiofónico, versionada
en telenovelas, miniseries y cómic. Con tanta difusión, es fácil conocer la
historia mucho antes de haberla leído. Así pues, en esta ocasión no me parece
incorrecto hacer un breve resumen de la trama argumental: Nela es una huérfana de escasa belleza y mucha bondad. Sirve de
lazarillo a Pablo, un joven ciego, de
rica familia, que ve el mundo a través de sus ojos y se enamora de ella. En la
casa solariega, donde vive con su padre, aparece Teodoro Golfín, un médico que promete intervenirlo para que
recupere la visión, y esto provoca en Marianela
un conflicto interior que se resolverá de forma un tanto forzada y poco
creíble, pero de un dramatismo muy efectista.
En mi opinión, el relato adolece de
maniqueísmo, por la bondad o maldad sin matices de los personajes. El idilio de
los enamorados resulta empalagoso por momentos. Frente a ellos, la hipocresía y
el paternalismo de las clases altas y la incultura, la opresión y el
embrutecimiento de los pobres. Nela
vive sin queja una vida miserable con su familia de acogida que recuerda mucho
el cuento de Cenicienta. Quizás esa
extrema polaridad ética en el retrato psicológico de los personajes esté
motivada por una clara intención de crítica social, aunque la ausencia de
gradación de grises, entre el blanco y el negro, parezca algo ingenua a
nuestros ojos.
La emotividad algo sensiblera de
relato justifica su popularidad, pero la obra tiene una segunda lectura mucho
más interesante. Es lo que los críticos conocen como novela de tesis, es decir, aquella que se escribe para demostrar
una teoría o suscitar un debate ideológico sobre determinada materia, social,
política o moral, entre otras. En este nuevo aspecto destaca como personaje, el doctor Teodoro Golfín. Desde su entrada en acción no
sólo es el único en apreciar la belleza moral de Nela y la injusticia que la rodea, sino que en sus discursos a los
demás y en sus reflexiones expone claramente ideas políticas, sociales y
filosóficas, hasta que caemos en la cuenta de que nos habla un alter ego del propio escritor. En lo político
exalta al hombre hecho a sí mismo gracias a su esfuerzo, una idea típica del liberalismo. En lo social es partidario del progreso científico, técnico e
industrial que saque al país del subdesarrollo, también de la educación y
protección de los pobres, como acto de justicia social frente al paternalismo
de la caridad cristiana, ideales propios del regeneracionismo de Joaquín
Costa. En el aspecto ético, nos hace ver la inteligencia de Marianela, basada en la naturaleza y en
su bondad instintiva y algo supersticiosa, que él considera propia de pueblos
paganos. Aquí vemos reflejado el mito del
buen salvaje, bueno por naturaleza y malo en contacto con la sociedad. Algo
que se podía corregir, según Rousseau y
los ilustrados, mediante la educación y unas leyes justas y civilizadoras.
Pero el tema principal que subyace en
la novela es el conflicto entre el bien y la belleza. Se trata de las ideas más
importantes de la filosofía platónica. Las dos cualidades máximas que el
filósofo atribuye a la divinidad y fueron asumidas por nuestra civilización
cristiana. En este sentido, Marianela asocia
bondad y belleza en Florentina cuando
la compara a la Virgen María. Cuando se refiere al ciego Pablo, Golfín alude con
frecuencia a la alegoría platónica de la caverna para explicar su idealismo y
la falsa asociación en su mente esas dos ideas: Sí Marianela es buena necesariamente ha de ser bella.
El
conflicto, al menos en literatura, suele resolverse de forma dramática en favor
de la belleza y esta novela no es caso único. Baste citar el drama Cirano de Bergerac de Edmond Rostand. Por el contrario, en el conocido cuento de La Bella y la Bestia, concluye
favorablemente cuando éste último es liberado del hechizo y retorna a ser
apuesto príncipe. Parece que en nuestro subconsciente colectivo el bien sin
belleza no es deseable.
Pérez
Galdós escribió esta
novela a los 35 años. Si aceptamos que las ideas que expone Teodoro Golfín, incluida su diatriba
final contra el suicidio, son las propias del escritor, podemos descubrir un
profundo cristianismo teñido de platonismo, a un liberal con ideas
regeneracionistas y a un republicano. En
resumen, considerada como novela de tesis, merece la pena leerla para ir un poco más allá
de la desmesura emotiva de tan conocido melodrama.
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