En la
historia de la civilización occidental hay pocos casos en que se
confundan realidad y mito desde el mismo momento en que ocurrieron los hechos
históricos. El más conocido es el de Felipe II y la leyenda negra que su
secretario, Antonio Pérez, y el príncipe holandés Guillermo de Orange,
crearon con la complicidad de ingleses y luteranos. Otro caso típico fue el de
la familia Borgia y sus más famosos miembros, Rodrigo Borgia,
futuro
papa Alejandro VI, y sus hijos Cesar y Lucrecia. Los Borgia
dominaron la política pontificia, y por ende la italiana, en la segunda
mitad del siglo XV y primeros años del XVI, una época de esplendor cultural en
pleno auge del humanismo renacentista, pero de gran complejidad política, con Italia convertida en un gran mosaico de pequeños estados, algunas florecientes
repúblicas como Florencia y Venecia, además de los Estados Pontificios y el reino de
Nápoles. Con Francia, bajo el reinado de los reyes Valois, y el imperio
de los Habsburgo disputándose el dominio de la península. En este
complicado contexto, Alejandro VI y su hijo Cesar Borgia supieron
maniobrar, según principios maquiavélicos, utilizando el nepotismo, la
corrupción política, la diplomacia, la traición y posiblemente el crimen, como
instrumentos para acrecentar su poder. Eran los medios que utilizaron casi
todas las grandes familias italianas, los Médici, los Farnese,
los Sforza, los Colonnna y muchos más. El problema de los Borgia
era su origen aragonés y valenciano por lo que fueron considerados como
extranjeros advenedizos y odiados por el
resto de sus enemigos. La auténtica víctima fue Lucrecia, utilizada por
su padre y hermano como pieza determinante en una política matrimonial que
cambiaba según soplaban los aires del momento. Fue casada en tres ocasiones;
con Giovanni Sforza cuyo matrimonio fue anulado con el alegato de impotencia;
con Alfonso de Aragón, del que Lucrecia estaba enamorada, que fue
mandado asesinar por Cesar en el marco
de un cambio de alianzas; y finalmente con Alfonso de Este, duque de
Ferrara. Entre los dos primeros se le supuso un embarazo ocultado y un hijo
ilegítimo. Tras el último matrimonio llevó una vida dedicada a la religión, obras
de caridad y mecenazgo cultural y fue muy amada por el pueblo. Pero ese
misterioso hijo la hizo objeto de las acusaciones más aberrantes, incesto con
su padre o su hermano, lasciva seductora y experta en venenos. Desde entonces la leyenda negra ha sido
inseparable de su figura.
La
literatura y el cine han explotado el morbo histórico de esta familia. Entre
muchas novelas destacaré Los Borgia (2001) de Mario Puzo, en la que se
les presenta como un auténtico clan mafioso, y O Cesar o nada (1998) de Manuel
Vázquez Montalbán, más en la línea de ésta que comento hoy. Entre la
extensa filmografía destacaré uno de los episodios de la película Cuentos
Inmorales (1974) de Walerian Borowczyk, que se ceba en las
relaciones incestuosas en un tono a mitad de camino entre lo erótico y
pornográfico.
La ciudad escarlata (1952) de
la holandesa Hella S. Haase
tiene un subtítulo engañoso “La novela de los Borgia” quizás destinado a
explotar el morbo al que antes me refería. En realidad, la trama argumental se
centra en Giovanni Borgia (1498-1548) un hijo ilegítimo cuya paternidad
se atribuyeron sucesivamente Cesar Borgia y su padre Alejandro VI,
en sendas bulas. Las sospechas de maternidad recayeron en Lucrecia, pero
nunca se pudo demostrar. Las habladurías señalaron al incesto con alguno de los
dos anteriores, pero también hubo sospechas hacia un lacayo, Pere de Calders,
o incluso un cardenal de la familia Farnese. Lo cierto es que, el
llamado infante de Roma, fue protegido por distintos miembros de la familia y
llevó una vida totalmente anodina. En la novela se nos presenta como acosado
por las dudas sobre su origen, del cual todos opinan pero nadie se atreve a
demostrar o asegurar.
En realidad,
el protagonista, que cuenta su vida en primera persona, es una mera excusa para
relatar los acontecimientos históricos que sucedieron tras la muerte de los
principales Borgias, el papa Alejandro VI y su hijo Cesar.
Los recuerdos de infancia se dirigen tangencialmente hacia ellos, pero es el
presente de Giovanni lo que constituye la trama argumental. La
cronología se centra en el periodo que va de 1525 con la victoria de Carlos
V en Pavía y la prisión de Francisco I, hasta 1527 con el Saco de
Roma por las tropas imperiales. Además del protagonista hay más voces
narrativas. Las cartas en segunda persona entre Nicolás Maquiavelo y Francesco
Guicciardini, político florentino y gobernador pontificio, que ponen de
manifiesto el idealismo del primero frente al pragmatismo del segundo en cuanto
al objetivo fallido de la unidad italiana. Un tercer narrador omnisciente en
tercera persona se enfoca alternativamente sobre distintos personajes: Vittoria
Colonna marquesa de Pescara, poetisa, humanista e impulsora de un
movimiento reformista dentro la iglesia católica. Su marido Ferrante de
Ávalos, general de Carlos V y principal artífice de la victoria de
Pavía. También desfilan ante el lector personajes como Miguel Ángel
Buonarroti, siempre malhumorado y en conflicto con su propia obra, o Pietro
Aretino, apodado el “flagelo de príncipes”, escritor satírico,
pícaro, conocedor de los entresijos del poder y de los bajos fondos de Roma. Se
personifica a Tulia de Aragón, una cortesana que inspiró una de sus
comedias. Estos y otros personajes secundarios configuran todo un mundo de
intrigas políticas, diplomacia secreta, cambios de alianza, espionaje,
traiciones y crímenes. En resumen, una compleja partida de ajedrez en el
tablero italiano.
La novela está
bien escrita y cumple su objetivo como ilustración divulgadora de ese complejo
periodo histórico, pero no se recrea en detalles o explicaciones superfluas,
por lo que es recomendable tener algunos conocimientos previos de la historia
italiana y el ambiente cultural de esos dos periodos que van desde la segunda
mitad del siglo XV a la primera del XVI. Los conocidos por los italianos como Quattrocento
y Cinquecento.
Amigo Jose Antonio,con tu resumen del libro creo que casi es innecesario el leerlo. Totalmente esclarecedora e intrigante la manipulación de loreferidos Borgia.Genial.
ResponderEliminarBueno, en realidad lo que cuento es el trasfondo histórico, pero la novela tiene la virtud de humanizar a los personajes mediante la ficción. Cada uno de ellos aporta sus sentimientos y reflexiones en torno a su papel en esa complicada trama. En cuanto a Giovanni es un atormentado de la duda, al estilo de Hamlet. Gracias por tu comentario. Un saludo.
ResponderEliminar