No es la primera vez que reivindico la utilidad de volver la mirada a los clásicos grecolatinos, no sólo en cuanto a retorno y revisión de nuestros orígenes culturales sino como forma de comprender mejor el presente. Llevo años leyendo, y modestamente estudiando, a los grandes escritores de la antigüedad. Me quedan aún los pequeños, aquellos cuyo interés radica más en la curiosidad como fuente histórica que en el contenido de su obra. A este grupo pertenece el autor que hoy comento.
En el mundo grecolatino, como en otras
culturas, las artes y la literatura en particular pasaron por varias fases
evolutivas. A los pioneros, a veces casi míticos como Homero, sucedieron los
grandes creadores y finalmente, casi coincidiendo con el declive político, surgieron
los eruditos que se limitaban a la recepción y compilación de escritores anteriores,
en obras enciclopédicas pero faltas de originalidad. Claudio Eliano
fue uno de estos últimos. De su biografía poco se conoce: Vivió entre finales
del siglo II y principios del III, fue profesor de retórica y tuvo su mejor
periodo creativo durante el imperio de Septimio Severo. Parece
que formó parte de la corte de intelectuales de la emperatriz Julia Domna,
entre los que se contaban el médico Galeno o los juristas Papiniano y Ulpiano.
De este autor nos han llegado sólo dos obras cuyo valor radica en la cita de
autores anteriores que se habrían perdido sin su recopilación. Como otros escritores
romanos de la época, prefería escribir en un griego ático un tanto arcaico que
al parecer era muy valorado por las élites intelectuales.
De Natura animalium es la
versión latina del título original griego. La traducción al castellano, Historia
de los animales, es admisible si se entiende como historia natural, es
decir naturaleza o características de los seres vivos. Se trata de una revisión
con pretensión enciclopédica de las cualidades naturales de distintos animales,
principalmente aves y peces. No es sistemática porque no los agrupa por
especies ni otros métodos taxonómicos. Más bien escribe las entradas conforme
le llega la información, de manera que un mismo animal aparece en varios
comentarios a lo largo de la obra. Del carácter libresco de esa información da
fe lo siguiente, referido a los peces; nacido en el Lacio y viviendo en Roma
presumía de no haber visto nunca el mar.
Las principales fuentes de Claudio
Eliano son tres: La Historia de
los animales de Aristóteles, la Historia natural de Plinio
el Viejo en cuanto a los animales, y la Historia de las plantas de Teofrasto
en las citas de vegetales que comen o utilizan los animales. A menudo
hace referencia a la información oral de pescadores, cazadores y colmeneros a
las que añade la coletilla “y yo les creo”. En otras ocasiones hace gala
de una gran ingenuidad cuando describe animales míticos, como el basilisco, la
mantícora y el grifo, siempre localizados en misteriosos países de Oriente.
Esta zoología mitológica se transmitió hasta la Edad Media, y todavía en el
siglo XIV Marco Polo seguía describiéndolos en sus viajes (Il Milione).
Claudio Eliano era también adepto a la filosofía
estoica que estima la Naturaleza como regla de conducta humana. Según la misma,
los animales irracionales son instintivamente fieles a las leyes naturales, en
cambio los humanos racionales y con libre albedrío las trasgreden con
frecuencia. Todo el libro muestra este paralelismo. A los animales se les dota
de virtudes y vicios. Estos últimos son despreciados bajo la óptica ética,
aunque su carácter instintivo les libre de culpa. Así, el pez escauro y la
perdiz son lujuriosos y eso facilita su pesca y captura; la lechuza y el zorro
son astutos; las hormigas y abejas laboriosas; el delfín y el perro son fieles;
el pulpo y el león voraces, el elefante inteligente y de fácil doma.
En ocasiones se describen curiosos
casos de zoofilia entre humanos y animales y de incesto entre ellos. El autor
ni ratifica ni niega su veracidad. Hay también historias de amistad entre
animales y humanos, como el delfín y el muchacho de Poroselene, o Androcles
y el león, que se han transmitido a la posteridad como auténticas fábulas.
Frente a estas, observaciones verídicas como el pez guía de los tiburones y
diversos ejemplos de simbiosis animal, pero también grandes errores como la
reproducción vivípara del buitre. La lista de curiosidades sería larga en
relacionar. Mencionaré solo dos más: Eurípides muerto por la tortuga dejada
caer por el águila y el canto del cisne anunciando su muerte.
En fin, también Claudio Eliano
es un personaje curioso y contradictorio: romano localista pero helenista,
naturalista sui generis pero sedentario, filósofo estoico y pragmático
profesor retórico. Sin duda un autor menor pero no despreciable porque junto a
otros muchos, casi anónimos hoy en día, contribuyeron, junto a los monasterios
y los árabes, a conservar y transmitir nuestra cultura.
Una aclaración final, la obra completa
consta de 17 libros (capítulos) de los cuales el presente volumen recoge sólo
los ocho primeros. Para muestra bien vale este botón.
José Antonio, magnifico resumen del libro de Claudio Eliano. Muy argumentada su obra y su trayectoria.
ResponderEliminar!!Chapeau!!
Gracias lector desconocido.
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