En base a mi experiencia lectora, he llegado a una conclusión que vengo repitiendo en sucesivos comentarios. Y es que, lo que hace un libro interesante para el lector es el equilibrio entre el fondo y la forma del relato, entre el tema tratado y la estética o la estructura de la exposición, en suma, entre lo que se cuenta y el cómo se cuenta. Así, una historia mediocre puede resultar atractiva gracias a una brillante narración que la justifique. Pero esa adecuada conjunción entre la idea trascendente y el arte narrativo, que es la esencia de la buena literatura, puede desequilibrarse en sentido inverso a lo anterior. Ocurre cuando un tema interesante o emotivo se desarrolla mediante un relato cuya estructura o estética no consigue conectar con el lector, o al menos lo desinteresa. En mi opinión, algo de esto último ocurre con la novela que hoy comento.
Es mi primer contacto con el autor, Javier Pérez Andújar (1965), catalán hijo de emigrantes que, en su currículum y a tenor de lo leído, me atrevo a calificar de escritor de buen oficio. Su formación en filología hispánica se traduce en un lenguaje depurado y directo, y en cuanto a estilo controla bien las técnicas más frecuentes de la narrativa actual, en este caso: Uso equilibrado del diálogo. Escenas cortas muy cinematográficas con utilización ocasional de la analepsis como fórmula para romper la cronología lineal del relato. Mezcla de personajes ficticios y reales que interactúan entre sí con frecuente referencia a personas e instituciones de la época.
El tema central, y creo que el
objetivo de la novela, es el homenaje a las Misiones Pedagógicas, un
proyecto solidario de la Segunda República que pretendía llevar la cultura a
las zonas rurales más aisladas, pobres y despobladas, lo que hoy conocemos como
la España vacía. El proyecto estaba dirigido por Manuel Bartolomé
Cossio, sucesor de Giner de los Ríos en la Institución Libre de
Enseñanza. Se pretendía llevar a cabo las ideas de la pedagogía krausista y
formar al pueblo en los valores laicos de libertad y democracia. Los
instrumentos no eran solo las campañas de alfabetización de adultos o el
refuerzo de los maestros rurales mediante bibliotecas escolares. Se extendía
también a componentes lúdicos tales como la proyección de películas,
representaciones teatrales, exposición de copias de pinturas famosas, teatro de
marionetas, conferencias etc. A estas campañas culturales se unieron de forma
entusiasta intelectuales de la talla de Luis Cernuda, García Lorca, Machado,
María Moliner o Carmen Conde entre otros, pero también una multitud de jóvenes
maestros y estudiantes, voluntarios sin remuneración, ilusionados por el ideal
republicano que asociaba cultura con libertad, deseosos de aliviar el atraso
secular de un país con elevadas tasas de analfabetismo y contribuir al progreso
mediante una regeneración desde abajo, desde el pueblo.
Con estos mimbres, el autor podría
haber escrito un ensayo, género que domina bien. Pero, por lo específico del
tema, interesante aunque poco conocido, quiero pensar que hubiera tenido menos
difusión entre el público.
Todo lo que se llevó el diablo
(2010) me parece un libro a medio camino entre lo que se conoce como ensayo
novelado y la novela histórica. En principio cuenta la experiencia de tres
maestros jóvenes y novatos, María Luisa, Maruja y Reposiano
Guitarra. Los tres viajan, en el verano de 1935, en misión a un pueblo
perdido en la zamorana Sierra de la Culebra. Los acompaña como conductor Arcos
Paulín, un colaborador que, tiempo después, exiliado en Bruselas tras la
derrota de la República, se dedica al dibujo de comic.
Pero en vez de centrarse en estos
protagonistas, en sus experiencias y emociones, el escritor opta por abrir una
segunda línea argumental con la historia de otro joven, Velasco Flaínez,
un lobero, descendiente de loberos, que inicia un viaje al mismo lugar en busca
de un tío suyo, su único pariente vivo. En su deambular, se encuentra con los
personajes más variopintos: tres anarquistas huidos de la reciente revolución
de Asturias a los que roba las pistolas; dos lingüistas obsesionados por el
estudio de los acentos del idioma castellano; tiene una relación con una de las
actrices de la Barraca; roba la moto a Espiridión Gonzáles un etnólogo.
Al final acaba uniéndose a los maestros y encontrando a su tío Orfilio
Velasco, que provoca un final absurdamente dramático. En resumen, esta
segunda línea que recuerda las aventuras picarescas con algunas notas
surrealistas (el muerto viviente), intenta aportar el necesario componente de
ficción que acreciente el interés de una trama concebida como novelesca. El
resultado es una novela coral, con excesivos personajes que parecen confluir,
pero en realidad difuminan y alejan poco a poco la acción, en medio de
abundantes flashback y digresiones que fragmentan la línea argumental.
La historia de los maestros opera como telón de fondo ambiental en el que sus
ilusiones e ideales se ven confrontados con la cruda realidad social que
contemplan de primera mano. En cuanto a la odisea del lobero, tampoco consigue
atrapar la atención del lector por más que desarrolle un humor con ciertas
resonancias de realismo mágico.
Cada novela es como es y así hay que
aceptarla, pero me pregunto si una ficción con una única línea argumental,
menos disgregada, más concreta y emotiva,
no hubiera resultado más atractiva. Algo comparable a la película La lengua
de las mariposas genialmente protagonizada por Fernando Fernán Gómez.
Para terminar, dos aclaraciones. Primera:
El título de la novela alude a un libro que fue editado en 1940 por la
dictadura franquista, tras ser abolidas las Misiones Pedagógicas. En el
mismo se las califica como “apostolado del diablo”. Segunda: La frase
inicial atribuida a Azaña (la república soy yo), amputada y sacada de
contexto, fue utilizada por la prensa de derechas para resaltar la egolatría
del presidente de la República. La real, dicha en tono de humor al diputado de
la CEDA González Fernández, fue: “La derecha de la República soy yo, y ustedes
unos aprendices extraviados”. Con esa extensión, el sentido de la frase
parece claro, pero lo dejo a la interpretación de cada cual para no alargar
este comentario.
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