Señora de rojo sobre fondo gris
(1991) no me parece su mejor obra, pero sí una de las más emotivas. El relato
se ambienta en 1975 y está narrado por Nicolas, un pintor en fase de
esterilidad creativa, que en un largo monólogo cuenta sus recuerdos a la hija,
evocando la figura de su esposa Ana, muerta un año antes. Se trata de
una novela autobiográfica, salvando los nombres ficticios. Tanto que parece que
el escritor pidió permiso a sus hijos antes de publicarla. Se ha dicho que el
paralelismo entre la pareja real, Miguel y Ángela, y protagonista, Nicolás y
Ana, es tanto que casi se trata de unas memorias. Pienso que Delibes estuvo
acertado en elegir la ficción narrativa antes que la crónica, porque de esta se
espera la verdad, aunque parcial o subjetiva, mientras que a la novela sólo se
le exige verosimilitud. Eso permite al autor idealizar a la protagonista, que
es tanto como elevar a su esposa a una apoteosis casi olímpica. A fin de
cuentas, la literatura es otra forma de trascendencia. El haber escrito la
novela diecisiete años después de su muerte apunta a la misma finalidad, porque
el paso del tiempo hace prevalecer los buenos recuerdos y olvidar el resto
gracias a nuestra memoria selectiva.
Todo lo dicho no merma ni un ápice el
amor que el protagonista siente, y el escritor debió sentir por su esposa
cuando pone en boca de un personaje: “una mujer que con su sola presencia
aligeraba la pesadumbre de vivir”. A destacar, el dramatismo de la ausencia
y la soledad del creador, privado de inspiración por esa pérdida.
No podemos obviar que la novela pone
de manifiesto un tipo de relación matrimonial paternalista propia de su época,
pero ya casi periclitada. Frases como “en toda pareja existe un elemento
activo y otro pasivo”, pueden sugerir a los lectores actuales aquel tópico:
“Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”. A esto hay que
decir que no todo era negativo en aquel tipo de relación, ni todo positivo en
la actual de pareja. Simplemente, el paso del tiempo y los cambios sociales han
impuesto un nuevo modelo más igualitario y justo que, a pesar de todo, no está
totalmente consolidado. De ahí los desajustes que todos podemos apreciar. Pido
perdón por esta digresión que solo pretende exponer la realidad, o mi opinión
sobre la misma, sin ninguna intención dogmática.
Volviendo a la novela. En el trasfondo
de la trama aparecen, a modo de tenues pinceladas, detalles del ambiente
político de mediados de los 70. El proceso 1001 del régimen franquista contra
los dirigentes de Comisiones Obreras, y la presagiada y cercana muerte de
Franco, un momento de agitación social ante los cambios que se avecinaban. De
otra parte, lo trascendente es la importancia de la estética y el arte como
savia vivificante que anima nuestra vida.
Las descripciones sobre el alcohol
como paliativo de la depresión, pero sobre todo el proceso de la enfermedad
neurológica de Ana se ajusta a la verdad, no solo presenciada sino también
documentada. El personaje del amigo familiar, Primitivo Lasquetti, me
recordaba al escritor Francisco Umbral. Una superficial información en la red me
aclara que ambos escritores trabajaron como periodistas en el Norte de
Castilla, se les considera maestro y discípulo además de amigos, y sostuvieron
una relación epistolar de más de cuarenta años.
Terminando ya, una novela corta y
emotiva, más aún para los que tenemos cierta edad. A mí me toca la fibra
sensible porque tuve la suerte de crecer en medio de una relación matrimonial
muy parecida, y debo decir que a ella debo la estabilidad emocional y mi
personal escala de valores.
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