En medio de sofocos caniculares, preocupados aún por las secuelas de la pandemia y agobiados ahora por la crisis económica, los lectores solemos acogernos a la llamada literatura de evasión. Lecturas alejadas de profundos planteamientos conceptuales o estéticos. La novela policiaca es una buena opción, entretenida e intrigante. Ahora está de moda el thriller, una variante que no renuncia a la investigación criminal, pero supera el ámbito policial y lo acerca a protagonistas torturados por su pasado y afectados por irresolutos problemas personales o secretos familiares. El suspense sigue siendo la premisa fundamental de esta nueva modalidad, además del uso de la analepsis o flashback como fórmula para dinamizar la acción, y en su caso facilitar la versión cinematográfica. Suele ambientarse en periodos de la historia reciente poco conocidos, o con aspectos que refuercen el morbo y la curiosidad del lector.
Todos estos elementos están presentes
en El color del silencio (2017) de Elia Barceló, escritora
alicantina muy reconocida por la crítica como autora de ciencia-ficción en
castellano que cambia de tercio con esta novela de suspense. Es el último libro
recomendado en esta temporada por mi club de lectura. Lo agradezco por aquello
de la evasión, aunque me reconozco algo saturado por este tipo de obras y la
repetición, a veces abusiva, de ciertos esquemas estructurales.
Cuando se comenta la trama argumental
de este tipo de novelas el suspense se arruina. Así pues, como en otras
ocasiones, me acojo al fácil y pobre recurso de transcribir la sinopsis
promocional:” Islas Canarias, 16 de julio de 1936: Una muerte que
abrirá las puertas al golpe de Estado y a la Guerra Civil Española. Rabat,
Marruecos, 20 de julio de 1969: Una fiesta en el jardín de una antigua
mansión. Un asesinato que quedará sin resolver y destruirá una familia. Madrid,
época actual: Una mujer busca respuestas a lo que sucedió. Helena Guerrero
es una artista de renombre internacional, conocida por las sombras que invaden
sus cuadros y que, aparentemente, reflejan un misterio de su pasado que nadie
ha sabido nunca explicar…”
En esta ocasión Elia Barceló
riza el rizo y, a las dos líneas temporales habituales (presente y pasado)
añade una tercera de un pasado más remoto, que para mayor complicación
evoluciona desde el año 1934 y 1936 hasta la década de los años 50. Esta última
la necesita para aclarar los antecedentes familiares de la protagonista. Pero
la rápida alternancia de estos planos temporales en un continuo flashback,
obliga a datar bien las escenas para no confundir al lector. La misma intención tiene el recuso a cartas y
descripción de fotos antiguas que alivien una desmesurada extensión del relato.
La protagonista, Helena Guerrero,
narra en primera persona un sueño al inicio de la novela, pero la complejidad
de la trama hace obligado cambiar a un narrador omnisciente en tercera persona.
Las prolijas descripciones reflejan bien el ambiente, pero algunas escenas
parecen sobrar si no cumplieran el sospechado objetivo de superar las 400
páginas. Como es
habitual, nada es lo que parece en esta historia, y el asesino es al final el
menos esperado, pero de una u otra forma todos los personajes cargan con
secretos y culpas que los hacen sospechosos. En cuanto a éstos, el
conservadurismo e hipocresía social contrastan con sus ideas progresistas y las
transgresiones en el plano privado. La protagonista, con más de 70 años
persiste en la rebeldía y la estética pseudo-hippie de sus veinte, pero
también en los exquisitos y caros gustos de los “pijos” de aquella
época.
Encontramos aquí algo que parece estar
de moda en los subgéneros de aventuras, histórica y suspense; la ambientación
en la época del protectorado español de Marruecos. Fue este un periodo de
fuertes claroscuros, poco tratado por la historiografía española, al margen de
los grandes acontecimientos como Annual, y por tanto terreno abonado para la
ficción con tintes de misterio como es el caso.
Desde el punto de vista de estilo
literario poco que destacar en una novela que se lee con facilidad y recuerda
intensamente a un guion cinematográfico.
En fin, volviendo al principio, pura
literatura de evasión. Como otras, la he leído con gusto, pero encuentro poco o
nada destacable que comentar.
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