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miércoles, 5 de octubre de 2022

UN CRIMEN EN CALCUTA. Paul Theroux

 

Tras la remisión de la pandemia, y con las vacaciones estivales, hemos recuperado nuestro deseo de viajar. Por eso, aunque no lo parezca de entrada, nos viene al pelo esta novela recomendada por mi club de lectura para iniciar el curso a comienzos del otoño.

       La literatura de viajes es uno de los géneros literarios más antiguos. La épica Odisea fue la primera de una larga lista que se continúa en el medievo con Los viajes de Marco Polo o la Embajada a Tamorlán de Ruy González de Clavijo, que añaden un claro componente de aventuras fantásticas. Después la nómina sigue con las crónicas de conquistadores españoles como Bernal Díaz del Castillo o Álvar Núñez Cabeza de Vaca. En el siglo XIX abundaron los escritores viajeros como Gustave Flaubert (Viaje a Oriente) o Stendhal que publicó dos libros sobre sus viajes por Italia. Entre los del XX, destacaré al español Javier Reverte y al autor que hoy nos ocupa.

          Paul Theroux (1941) es un viajero novelista, en mi opinión en ese mismo orden de preferencia. La mitad de su producción literaria son libros de viajes que resumen las experiencias de largas travesías en ferrocarril por varios continentes. Pero aún sus novelas de ficción recogen parte de esas vivencias de viajero. Entre estas últimas tuve ocasión de leer su novela más conocida, La costa de los mosquitos (1984), y entre los primeros En el gallo de hierro: viajes en tren por China. En sus libros, el escritor estadounidense  reduce al mínimo los aspectos descriptivos de los países que visita, casi no cita monumentos y solo  datos geográficos o toponímicos imprescindibles para el trascurso narrativo. Se centra ante todo en las costumbres de sus gentes, del pueblo llano. Entre el relato de sus vivencias personales surgen opiniones o reflexiones que nos ofrecen un retrato vívido, fresco y espontáneo en apariencia, que refuerza nuestras impresiones e ideas, más o menos tópicas, sobre otras culturas, pero también las desmitifica exponiendo sus contradicciones. Todo ello refuerza la veracidad de la narración, lo cual no es óbice para que el escritor nos muestre la autoconciencia de su parcialidad subjetiva y sus propios prejuicios.

          Un crimen en Calcuta (2011) es una de las últimas obras de Theroux. El propio título ya sugiere lo que después comprobaremos durante la lectura. Se trata de una novela a medio camino entre la ficción de suspense y el relato de viajes. Me atrevo a decir que la primera es la excusa perfecta para desarrollar el segundo. No obstante, una excusa imprescindible porque es la que nos mantiene a la expectativa hasta el final. Para no arruinarla adelantaré parte de la trama con el resumen promocional: “Jerry Delfont, un escritor de reportajes de viajes falto de inspiración, recibe una carta de la señora Unger en la que le informa de un escándalo relacionado con un amigo de su hijo, la historia le intriga lo suficiente como para querer investigar sobre ella. ¿Quién es el joven muerto, encontrado en el suelo de una habitación de un hotel barato?”.

      La historia está narrada en primera persona por el protagonista, Jerry Delfont, un evidente alter ego del propio escritor. Como nota curiosa destacaré que en uno de los capítulos el protagonista se reúne en la ficción con su otro yo, Paul Theroux. Entonces se establece un diálogo entre ambos escritores de viajes y se hace una reflexión sobre ese tipo de literatura y su intencionalidad. Aquí Theroux se representa a sí mismo asumiendo todos los aspectos negativos del oficio mientras que su protagonista reúne todo lo positivo.

         Pero Calcuta es sin duda la principal protagonista. Una ciudad caótica, vieja y desestructurada, superpoblada y acosada por la miseria, ruidosa y maloliente, con oasis de lujo y antiguos edificios coloniales, calurosa y oscilante entre el deseo y temor a los mozones. También una sociedad de fuertes contrastes: la espiritualidad del yoga y los ascetas hindúes (sadhu). Sus dioses ambivalentes, creadores y destructores. El tantrismo y la medicina ayurvédica, pero también el atrasado sistema de castas, el servilismo y la obsesión por la jerarquía o la explotación infantil. A medida que seguimos y nos interesamos por la trama argumental, el autor nos va confirmando algunos tópicos y desmitificando otros.

          Pero el relato va más allá y está hilvanado con reflexiones y opiniones del escritor sobre una gran variedad de temas, entre otros los siguientes: Virtudes y defectos coloniales durante el periodo del Raj británico. Críticas a la supuesta actitud filantrópica de la Madre Teresa de Calcuta. Ideas sobre la desigualdad del amor (amante y amado) y su enfoque como posesión (dominación, sumisión). Aspectos diversos sobre el matrimonio hindú incomprensibles para nuestra mentalidad occidental. Crítica de la cultura imperialista inglesa y del complejo cultural norteamericano que conduce a la admiración por todo lo británico. Alusiones a la falta de inspiración del escritor conocida como “síndrome de la hoja en blanco” o “la mano muerta”. Descripción de los trucos del escritor viajero para mantener la atención del lector. Incluso hace una reflexión metaliteraria cuando describe el proceso intelectual y emocional que le llevó a escribir la novela.

          Para terminar, se trata de una estupenda lectura, fácil y sencilla en cuanto estilo literario, pero muy rica en matices de todo tipo. La trama de ficción nos mantiene interesados en tanto vamos asimilando los valores y contradicciones de la cultura hindú.

          Pocos de nosotros se pueden permitir ser algo más que un turista, pero gracias a libros de viajes como éste podemos ir un poco más allá y ser viajeros. Y como turistas, a visitar el Taj Mahal sin mirar horrorizados a los niños mendigos, o tolerar la miseria sin falsa compasión. 

         

 

 

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