La lectura es siempre generosa en dones. Nos entretiene y evade de la cruda realidad. Satisface la curiosidad y nos forma. Modela nuestros conocimientos y creencias hasta un punto en que podemos ver reflejada en un libro nuestra propia personalidad. En concreto me refiero a esas lecturas de madurez en las que compartimos con el escritor sus pensamientos, incluso los más íntimos, y las ideas en torno a la experiencia de vivir, que son también las nuestras. En esas contadas ocasiones tengo la sensación de verme en un espejo. Hace treinta años, en medio de mi primera crisis vivencial, la tuve leyendo los Ensayos de Michel de Montaigne, y ahora con este corto ensayo de apenas cien páginas vuelvo a tenerla.
No conocería a Nuccio Ordine
(1958-2023) de no ser por su prematura muerte hace justo un mes. Esa
desgraciada circunstancia lo llevó a las páginas de las secciones literarias de
prensa. Este escritor calabrés fue un erudito humanista contemporáneo. Experto
en arte y literatura del Renacimiento y en el pensamiento filosófico de
Giordano Bruno. Conocido en todo el mundo por sus ensayos sobre esos temas.
Doctorados honoris causa por muchas universidades y un palmarés de
premios y distinciones honoríficas impresionante.
La utilidad de lo inútil (2013) es un ensayo que escribió por
encargo del Corriere de la Sera y El País. Se trata de un
manifiesto en defensa de los saberes humanísticos considerados inútiles porque
no reportan un beneficio económico. El texto se convirtió pronto en un best
seller traducido en 33 países, y la conferencia en torno al mismo,
publicada en la red ha tenido más de once millones de contactos, algo inaudito
en un erudito, comparable al éxito de los influencers en las redes
sociales, lo cual demuestra que no todo está perdido en el actual ocaso de
nuestra cultura occidental.
En el prólogo el escritor defiende la
unidad esencial de humanismo y las ciencias. A estas últimas las divide en
especulativas y aplicadas, al tiempo que defiende la libertad y aparente
inutilidad de las primeras que terminan por ser la base inspiradora de las
segundas.
El ensayo está dividido en tres
partes. La primera titulada: “La útil inutilidad de la literatura” es
una continua cita de escritores y filósofos de todos los tiempos, desde
Aristóteles y Platón, pasando por Dante, Petrarca y Montaigne, hasta llegar a
los clásicos del XIX. En los fragmentos recogidos se defiende la supremacía del
ser sobre el tener; la belleza y el arte siempre desinteresados; la locura de
la poesía como generadora de ideas. Se analiza a Don Quijote que más allá de la
crítica humorística reivindica la superioridad moral del idealismo frente al
utilitarismo de Sancho. Algo parecido ocurre con El mercader de Venecia
que enfrenta el mercantilismo veneciano al triunfo final del inútil idealismo
en el utópico reino de Belmonte. Se recurre a la ironía humorística cuando
analiza el interés numismático de Jim Hawkins en La isla del Tesoro.
Se citan a los poetas y escritores del XIX y su rechazo del soberbio utilitarismo
burgués. Y en los escritores del XX la defensa del arte comporta una velada
crítica al capitalismo actual. Por fin la leyenda de la flauta de Sócrates es
el colofón ideal que refuerza el conocimiento y el saber para dar sentido a la vida, aún al borde de la muerte.
La segunda parte es una crítica de la
deriva utilitarista de los estudios actuales y el abandono de la enseñanza por
parte del Estado. Las universidades consideradas como empresa, los profesores
burócratas y los estudiantes como clientes. De nuevo, citando a escritores del
XIX y XX, demuestra que no es un fenómeno nuevo sino progresivo, del que ya se
quejaban escritores como Víctor Hugo entre otros. Se denuncia el abandono
de las lenguas clásicas que son el origen de nuestra cultura. En la tercera parte
se insiste en la lectura de los clásicos como instrumento para mantener la
dignidad humana, y la duda como fórmula en una búsqueda incesante de la verdad,
nunca poseída en su totalidad, pero motor del progreso científico.
Todas las ideas que desarrolla el
ensayo se expresan en un lenguaje sencillo sin afectación ni exhibición de cultismos, y por tanto asequible para todos los lectores, de ahí su éxito. No
obstante, la bibliografía final es abundante para quien quiera profundizar en
alguna materia. El libro termina con un
corto ensayo de Abraham Flexner (1886-1959), un pedagogo
norteamericano que propuso un nuevo método educativo que se llevó a la práctica
en el Institute for Advanced Study de Princenton. Un experimento
parecido a nuestra Institución Libre de Enseñanza, basado en la libertad
de experimentación y el fomento de la tolerancia.
Si digo que en este libro he visto
reflejadas la mayoría de mis ideas es porque siempre pensé que mi afición por
los antiguos clásicos grecolatinos o la curiosidad por materias como la
heráldica o la epigrafía, tenían mucho de conocimiento inútil. Una sensación
quizás provocada por contraste con mi profesión médica, ciencia aplicada, práctica
y utilitaria. Ahora Nuccio Ordine me ha liberado de ese pequeño
complejo.
Para terminar, un ensayo muy asequible
y entretenido que recomiendo. Sobre todo, para aquellos que, más allá del puro
entretenimiento, persigan en la lectura la curiosidad por saber.
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