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domingo, 3 de noviembre de 2024

TOSCA. Giacomo Puccini

Otro año más, incluida en el programa del Festival de Otoño, hemos recibido la visita de la Compañía Lírica Ópera 2001 que ha puesto en escena Tosca de Giacomo Puccini (1858-1924), quizás la obra más dramática dentro de la abundante producción del compositor italiano. Esta ópera ya fue comentada en una anterior entrada (miércoles, 8 de junio de 2016) y por eso intentaré no redundar en información y resaltar otros aspectos no tratados entonces, además de las particularidades de esta representación.

Puccini, fue, junto algunos otros músicos, el creador del verismo operístico que insistía en representar la realidad con un realismo naturalista que no excluye la crudeza. En Tosca esa idea es palpable: celos, traición, lujuria que roza lo blasfemo, tortura, asesinato, ejecuciones, todo en un contexto histórico verosímil. Pero también se ha dicho que tiene una fuerte influencia verdiana en cuanto trata de los inicios del nacionalismo italiano. No en balde fue Verdi el espíritu musical inspirador de la unificación.

La ambientación histórica es importante porque es el pretexto que justifica el dramatismo argumental. En 1796, el cónsul Bonaparte invade el norte italiano e introduce las ideas revolucionarias con la creación de varias repúblicas entre ellas la de Roma. Después inicia la campaña de Egipto y dos años más tarde los austriacos restauran el poder real. En 1800 Napoleón vuelve a Italia y los enfrenta en Marengo. Se produce entonces un equívoco en las noticias sobre la batalla, que parece ganada por las armas austriacas. Eso es lo que desencadena la trama argumental y el auge de la reacción realista. Los hechos se insinúan en segundo plano, pero justifican acusaciones tales como volterianos, o el solemne Te Deum de acción de gracias en el final del I acto.

Resumiré brevemente la ficha técnica de la obra: Ópera en tres actos. Basada en la obra teatral La Tosca de Victorien Sardou. Libreto de Lugi Illica y Giuseppe Giacosa. Fue estrenada en Roma en 1900, un siglo después de los hechos representados.

No insistiré en detalles de la trama, que pueden ser consultados en cualquier fuente. Solo decir que gira en torno a tres protagonistas principales: Floria Tosca (soprano), amante del pintor Mario Caravadossi (tenor) y el malvado barón Scarpia (barítono), jefe de la policía realista. El prófugo excónsul Angelotti (bajo) sólo sirve para introducir la acción en el I acto, y el sacristán (bajo buffo) para aliviar el intenso dramatismo. En cuanto a la heroína, difiere mucho de otras de Puccini. Frente a la sumisa Cio-Cio San (Madama Butterfly), Tosca es enérgica y está dispuesta a todo, incluida la traición y el asesinato, para sacar adelante su idilio amoroso.

Quiero destacar la utilización de la música como un personaje más de la ópera. Así se entiende su práctica continuidad, solo interrumpida por dos o tres cortas arias, y la utilización del leitmotiv, un tema musical dominante y recurrente para identificar a los personajes principales, lo cual permite anticiparnos a la acción. Esto es decisivo para señalar al barón Scarpia, incluso cuando no está presente en escena.

Es el momento de ceñirse a nuestra representación. Es evidente que la principal protagonista, Tosca, es el papel ansiado por cualquier soprano. La coreana Yeonjoo Park lo interpretó a la perfección y no solo en su aria (Vissi d’arte) sino en los momentos culminantes y en los dúos. Me atrevo a decir que se trata de una soprano spinto, si por tal se entiende la fuerza vocal capaz de sobreponerse a la orquesta, y a la imitación de violentas emociones (llanto, grito). El japonés, Haruo Kawakami, (Caravadossi) me pareció un tenor lírico ligero, con una buena interpretación del aria del III acto (E lucevan le stelle) la más popular. Al barón Scarpia (barítono) se le exige el mayor histrionismo interpretativo que refuerce sus malévolas intenciones. El papel fue bordado por el georgiano Mamuka Lomidze.

Quiero destacar también la original escenografía, a cargo del italiano Alfredo Troisi. Nos ofreció una perspectiva deformada de los tres escenarios, la iglesia de Santa María del Valle, el palacio Farnese y el castillo de Sant’Angelo. El objetivo era conseguir un punto focal de fuga que contribuye a centrar la atención en los protagonistas. También lograr simbólicas alegorías como la contraposición de virtud y pecado (la Virgen y la Magdalena en el I acto) o la espada del Arcángel San Miguel, cual espada de Damocles que amenaza a los protagonistas.

En esta cuidada representación tengo una especial mención para la orquesta formada por jóvenes músicos, casi todos valencianos. En el contexto de duelo por la Dana de Valencia, es de agradecer su profesionalidad y entrega. Entendieron, creo yo, que la música es el mayor de los homenajes. Al comienzo de la representación se hizo una mención al desastre que fue respondida con un prolongado y emotivo aplauso del público.  

 

1 comentario:

  1. Si antes me lamentaba por no haber podido acudir a la representación, ahora, después de leer tu crítica, más aún me lamento. Pero me consuelo leyendo tu acertado comentario. Gracias.

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