Hace más de doscientos años, los escritores de la Ilustración francesa definieron los conceptos políticos, éticos, y filosóficos que son la base de nuestra actual civilización occidental; división de poderes, laicismo estatal, contrato social, predominio de la razón, progreso científico, y tolerancia. En concreto esta última me sugiere una reflexión.
Desde que se formularon estos principios hemos sufrido en Europa toda clase de conflictos; revoluciones, dictaduras, guerras civiles, totalitarismos genocidas. Y cuando creíamos superados todos los fanatismos y estábamos cómodamente instalados en la democracia, el estado de derecho y del bienestar, basta una crisis económica para ver de nuevo el rebrote de la sinrazón en forma de xenofobia e intolerancia religiosa.
Por eso me resultó atractiva la lectura de este pequeño “Tratado sobre la tolerancia” que casualmente vino a mis manos. Y es que la tolerancia religiosa fue una de las ideas directrices del pensamiento de Voltaire (1694–1778), uno de aquellos ilustrados; escritor además de filósofo, historiador, abogado y precursor del periodismo, entre otras facetas. Sus escritos le llevaron a enfrentarse con la Iglesia católica, pero también con los calvinistas y hugonotes franceses. Fue encarcelado por este motivo y sufrió por ello exilio en Inglaterra hasta que finalmente fijó su residencia en Ginebra, fuera del alcance de los católicos franceses. Se le consideró ateo cuando en realidad era sólo deísta y creía en un Ser Superior no mediatizado por las religiones.
El autor introduce su ensayo mediante un caso judicial, el de Jean Calas un hugonote de Tolouse que en 1761 fue acusado y ajusticiado por el asesinato de su hijo que supuestamente quería convertirse al catolicismo. Voltaire escribió y publicó sobre este caso toda una serie de artículos denunciando un flagrante error judicial propiciado por los prejuicios fanáticos del vecindario católico de la víctima. Lo que hoy llamamos un “juicio paralelo” popular. Mediante una hábil campaña periodística en Paris consiguió la revisión del caso por la Corte real y la rehabilitación de Calas y su familia injustamente acusados. A continuación el filósofo ilustrado desarrolla su ensayo explicando las ventajas prácticas de la tolerancia religiosa, las consecuencias del fanatismo religioso en Francia durante el siglo anterior (guerras de religión, matanza de San Bartolomé). Hace historia y explica la tolerancia que en la antigüedad tuvieron griegos y romanos en materia de religión (excepto el caso de Sócrates). Mantiene que Cristo nunca fue intolerante y que tanto los Evangelios como los escritos apologéticos predican la indulgencia. Denuncia el fanatismo religioso medieval, fruto de la ignorancia, de la superstición y de las disputas teológicas estériles de los primeros siglos de cristianismo. Expone las ventajas sociales y políticas de la tolerancia religiosa, de su utilidad para el Estado y que la misma es acorde con el derecho natural y necesaria para el desarrollo de la razón y de la ciencia. Termina finalmente el ensayo haciendo una apología de la tolerancia universal y con una plegaria a Dios pidiendo el triunfo de la misma.
El estilo del texto es claro y sencillo, alejado de toda grandilocuencia. En ningún momento ataca la fe y las creencias católicas aunque manifiesta una fina ironía al exponer las consecuencias del fanatismo católico. Parece que escribió el libro bajo seudónimo y nunca admitió claramente su autoría quizás para evitar las represalias de la Iglesia que finalmente cayeron sobre toda su obra literaria.
Si hemos de juzgar por este ensayo, considero injusto el estigma de “ateo” que se le adjudicó a Voltaire. Mas bien pienso que algunas de sus frases e ideas deberían ser incluidas en los contenidos educativos, por ejemplo en esa asignatura de “Educación para la ciudadanía” tan controvertida y denostada en nuestra enseñanza actual.
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