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domingo, 10 de octubre de 2010

EN TIERRAS BAJAS. Herta Müller



Si revisamos la biografía de Herta Müller estaremos de acuerdo en que su infancia no debió ser demasiado afortunada. Nació en el Banato, una región al oeste de Rumania rodeada de ríos, entre ellos el Danubio, pero de tierras pobres en las que a penas se podía cultivar algo más que patatas, remolacha y maíz. Tan pobres que en el siglo XVIII estaban despobladas y sus penúltimos dueños, los austrohúngaros, las repoblaron con campesinos desposeídos del sur de Alemania. En el seno de esta minoría étnica germanoparlante, conocida como “los suabos del Banato” nació nuestra autora ocho años después de acabada la Segunda Guerra Mundial, cuando la región fue adjudicada en su mayor parte a Rumania. Igual que los sudetes de Checoslovaquia, estos alemanes pagaron las culpas del régimen nazi en la nueva Rumania comunista surgida de la guerra. Como ilustración de este pasado conflictivo destacaremos que el padre de la escritora fue miembro de las Waffen-SS y su madre fue deportada en 1945 a Rusia donde pasó cinco años en un campo de trabajo. Con estos antecedentes, y educada en la cultura alemana, es lógico que en su juventud se enfrentara al dictatorial régimen de Ceaucescu, siendo interrogada y acosada muchas veces por la policía. Esta oposición de la autora a la dictadura comunista se refleja en toda su obra y al parecer fue decisiva para que se le premiara en 2009 con el Nobel de literatura.

“En tierras bajas” fue su primera obra publicada (1982). Se trata de una colección de cuentos en los que se muestra las duras condiciones de vida de los campesinos alemanes y las difíciles relaciones familiares que la pobreza condiciona, todo esto visto por una niña y mezclado con sus ensoñaciones personales. La resultante es una muestra de fantasía y realidad que recuerda algo el llamado “realismo fantástico” de algunos escritores latinoamericanos. Con estos mimbres se podrían haber elaborado unos relatos conmovedores, pero la impresión que causan es bien distinta. Estos cuentos, mas que narraciones son mera descripción fría y minuciosa, carente de emotividad, que en ocasiones se recrea en los aspectos más sórdidos y escatológicos. Quizás la autora pretende destacar así la dureza de su tierra natal, pero la consecuencia, al menos en mi caso, es que acaba provocando el desinterés del lector.

Cierto que es injusto juzgar toda la obra de Herta Muller por estos relatos, pero tengo la impresión de que el Nobel ha premiado en ella el compromiso político antes que la buena literatura.

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