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sábado, 6 de agosto de 2011

BROOKLYN FOLLIES. Paul Auster

Cuando disfrutamos de una película de Woody Allen,  o  lo muestran en los noticieros interpretando jazz, lo solemos asociar de inmediato con la ciudad de Nueva York. Algo parecido me ocurre con el mucho  menos mediático escritor Paul Auster. Ambos personajes son de origen judío y los dos nacieron y vivieron en Nueva York  o sus cercanías (Brooklyn, Nueva Jersey). No es casual por tanto que sus respectivas obras estén saturadas de ambiente neoyorquino. 
En el caso de Auster, muchas de sus novelas se desarrollan en esta ciudad. Por citar algunas mencionaremos esta que hoy nos ocupa, y otras como “ El palacio de la luna” o “Trilogía de Nueva York”, ambas publicadas a principios de los años 90 en España, que lo dieron a conocer en nuestro país y lo consagraron como autor de éxito.
          Paul Auster está considerado como  uno de los máximos representantes de la narrativa norteamericana actual. Además de su clara sensibilidad neoyorquina, su obra tiene otras señas de identidad. Sus relatos suelen contener facetas autobiográficas y   están impregnados de  matices existencialistas. Describen la desposesión, los conflictos en las relaciones interpersonales, o la incomunicación. Con frecuencia sus personajes son  seres fracasados, que quedaron marginados en el camino de esa “moral del triunfador” que tan bien define a la sociedad norteamericana. El triunfo, según Auster, es el premio de los  ambiciosos y amorales, a los cuales uno de sus personajes llama “granujas con temple”. Estos rasgos distintivos dan a sus novelas un cierto tinte de pesimismo vital, aunque el autor suele redimir  a  sus personajes y les concede una segunda oportunidad rematando la historia, por lo general, en un final "feliz".
         Otras de las obsesiones del escritor norteamericano es el azar  y su influencia en la existencia del ser humano. En sus narraciones se destacan los errores o los acontecimientos aparentemente anodinos que conducen a bifurcaciones vitales  y terminan por dar un giro total a la vida de sus personajes. En “Brooklyn Follies” se relata una anécdota que ilustra lo ilustra bien, la del judío alemán que sobrevive al exterminio nazi y muere, poco antes de reunirse con su hijo, en un estúpido accidente de tráfico.
         El estilo literario de Auster es sencillo y directo, con toques de sarcasmo e ironía y, cuando la ocasión lo requiere, no renuncia incluso al lenguaje procaz para reforzar una apelación directa a la complicidad del lector.  No obstante, esta aparente sencillez esconde una estructura narrativa compleja, con frecuentes cambios de narrador, digresiones, e historias dentro de la historia.
         Todos los aspectos mencionados hasta el momento los podemos encontrar, en mayor o menor grado, en  “Brookly Follies” (2005), una de sus últimas novelas. El título hace referencia a  los relatos que para distraerse  escribe ( en folios sueltos)   un recién jubilado con problemas, que retorna a sus orígenes y se instala de nuevo en dicho barrio neoyorquino. Este es el personaje principal que a su vez contacta con otros de su entorno familiar y vecinal estableciendo así relaciones y vínculos de amistad que dan un nuevo sentido a su vida e influye decisivamente en la de los demás.
         No tiene objeto ampliar más la sinopsis de la novela, pero si  cabe destacar  las situaciones inesperadas y las coincidencias (azar) que dan a la narración un tono optimista en medio de  los problemas existenciales de los personajes. En resumen, una historia con sabor agridulce muy típico del escritor. Destacaré también, como curiosidad, las alusiones críticas a la política y la sociedad norteamericana que entreveran el relato.
         Aún en el terreno de lo anecdótico quiero  resaltar, por último, dos párrafos que, a modo de disquisición, aparecen al final de la novela. En el primero  se hace una breve alusión a la fisiopatología del infarto de miocardio bastante curiosa porque el autor, con sencillez, renuncia a una descripción documentada, por otra parte nada difícil de conseguir, para explicarlo como lo haría un paciente, profano en la materia, que acaba de ser informado superficialmente  por su médico. En el segundo se reflexiona sobre la muerte y sobre la inmortalidad, no trascendente sino basada en la fama perdurable en el tiempo. Unas reflexiones que comparto y a las que  el autor termina dando una salida en clave de humor.
         Se trata pues de una novela interesante, de obligada lectura para los seguidores de  Auster.

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