En la
extensa producción literaria del hispano-peruano Mario Vargas Llosa son
frecuentes las novelas de tema político entre las cuales destacan algunos de
sus mejores títulos como La guerra del fin del mundo (1981) o  La fiesta del Chivo (2000).  Su última novela “El sueño del celta” puede
incluirse  por su temática en este mismo
grupo aunque yo la calificaría  como
una  biografía novelada pues se centra en
un personaje histórico  real, el irlandés  Roger Casement (1864-1916), cónsul británico
que a principios del siglo XX fue el primer europeo que denunció  la tremenda explotación, los abusos y crueldades
cometidos por  el sistema colonial en el
Congo belga y en las estaciones caucheras del  Putumayo, en la Amazonía peruana. Lo que hace
atractivo  a este personaje, según el
autor, son los fuertes contrastes de su peripecia vital que lo convierte en la representación de las  grandes contradicciones que están en la esencia del alma humana. En  la introducción de la novela se alude a
Proteo, aquél dios marino de la mitología griega con capacidades proféticas que
cambiaba continuamente de forma, lo cual lo hacía inaprensible. De su nombre deriva el término “proteico”
referente a quien muda continuamente de opiniones y afectos. Proteo y lo
proteico simbolizan lo que el ser humano tiene de cambiante, lo que nos hace no
ser uno sino muchos en uno, a veces de forma sucesiva y llena de
contrastes.  Desde luego el personaje
central de la novela fue todo un ejemplo de contradicciones y contrastes.  Nacido irlandés de padre anglicano unionista
y madre católica, fue bautizado en secreto por ésta y educado como anglicano.
De formación inglesa y con una visión paternalista del colonialismo
civilizador  pasó a ser un firme
anticolonialista tras ser testigo de las atrocidades del sistema. Sus informes
sobre el Congo belga y el Putumayo le dieron fama y reconocimiento en
Inglaterra pero a continuación  abandonó  el servicio diplomático de la corona
británica y abrazó los ideales del nacionalismo irlandés al tiempo que
abandonaba el anglicanismo y se hacía católico inducido más por motivos
políticos que por reflexión religiosa. 
Convertido en independentista radical, su mayor frustración era no
dominar el gaélico.  Su sentido práctico
le indujo a buscar la ayuda de Alemania a una sublevación en Irlanda durante el
trascurso de la Primera Guerra Mundial  y
por tal motivo pasó de ser un héroe a un traidor a los  ojos de Inglaterra. Tras la sublevación
independentista  conocida como “de Semana
Santa” o “de Pascua” fue detenido, aunque no participó en la misma, y
finalmente ejecutado. Su fuerte idealismo contrastaba con cierto grado de depravación,
y su homosexualidad, entonces un delito, fue utilizada para desacreditarle
mediante un supuesto y dudoso diario repleto de obscenidades que parece fue
manipulado.
          Casement conoció en sus viajes
a personajes como el explorador Henry Morton Stanley, cuya figura queda
desmitificada en la obra, y también al escritor Joseph Conrad que viajó por el río Congo y en su novela 
“El corazón  de las tinieblas”  expuso la tesis de que la naturaleza
exuberante y salvaje  de la selva  impone al europeo civilizado  unas duras condiciones de vida que lo
arrastran a la soledad, el miedo a lo desconocido, y finalmente hacia la locura.
Nuestro protagonista compartió inicialmente estas ideas pero luego se dio
cuenta  de que era la avaricia de los
europeos y su afán de enriquecimiento rápido lo que conducía  a la pérdida de valores morales, a la
crueldad y la locura. 
          La novela tiene una estructura doble,
es decir, dos líneas narrativas o dos tiempos entrelazados. La primera  se desarrolla 
en los capítulos impares  y se  localiza en la prisión de Pentonville
(Londres) donde  Casement  pasó 
los últimos meses  antes de ser
ejecutado en la horca  en agosto de 1916.
La segunda es el relato de su vida 
centrada en  sus etapas en el
Congo belga, en el Putumayo, y  como
nacionalista irlandés.  Ambas líneas
están narradas en tercera persona lo cual parece un intento del escritor por
enfriar el relato y darle un tono objetivo y desapasionado. 
          En resumen, el trasfondo de la
novela  es la denuncia de los estragos
que el colonialismo de finales del XIX y principios del XX provocó en muchos
países suramericanos y casi todos los africanos. Casi cincuenta años después se
produjo la descolonización e independencia de estos países pero las secuelas de
aquél  régimen colonial de las potencias
europeas aún se dejan sentir.
          Una nota final. La obtención del caucho
natural (latex)  fue una de las causas de
aquella explotación colonial. Era un producto indispensable para el desarrollo
europeo, principalmente en la incipiente industria de automoción. Ciudades  como Manaos en Brasil o Iquitos en Perú  se enriquecieron  de forma fabulosa en pocos años a costa de
este comercio, pero la  fiebre del caucho
duró poco. A finales de la Primera Guerra Mundial, los alemanes, sin un imperio
colonial que explotar y deficitarios en este producto, inventaron el caucho
sintético y ese fue el final de aquel espejismo de riqueza y ostentación.   

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