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domingo, 17 de marzo de 2013

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA. Gabriel García Márquez


He leído por segunda vez Crónica de una muerte anunciada (1981) algo poco habitual entre mis costumbres lectoras. La primera fue hace más de treinta años, en los siguientes a su publicación, y debo admitir que en aquella ocasión, aun reconociendo la originalidad de esta novela corta, no sintonicé demasiado con el peculiar estilo literario de su autor. Años más tarde inicié la lectura de El general en su laberinto, una novela histórica que abandoné desalentado por razones que ahora no es el caso aclarar. Esa relativa desafección hacia la obra de Gabriel García Márquez  explica porqué aún no he leído su novela más famosa y representativa Cien años de soledad, lo que puede parecer imperdonable pero en cierta forma justificable por mi inexperiencia de entonces. Ahora mi ingreso en un club de lectura ha propiciado esta segunda oportunidad, más analítica  y profunda que la anterior, pero sobre todo bajo la perspectiva que me ofrece una mayor experiencia lectora, uno de los aspectos positivos de esos años que, como se suele decir, no pasan en balde. Este nuevo encuentro con la novela ha sido gratificante  porque he descubierto en ella aspectos y matices que  antes había ignorado, me he reconciliado en cierta medida con el escritor colombiano y eso me animará a leer al menos lo más representativo de su producción literaria.
         Del libro se pueden decir muchas cosas. Está a medio camino entre novela y crónica porque  la trama argumental está basada en un hecho real aunque modificado por la fértil imaginación narrativa del autor. La investigación  del suceso se presenta, ya desde el mismo título, como una crónica que es también un homenaje al periodismo, otra de las ocupaciones del escritor. Y para reforzar esa sensación de realismo narrativo y verosimilitud el narrador  es del tipo llamado narrador testigo, es decir, cuenta los hechos y  es personaje de la novela al mismo tiempo  pero no es protagonista de los mismos  sino solo un testigo que se limita a describir lo que ve y lo que le cuentan. Abundando en lo mismo, el narrador es además el propio escritor, algo que no se  admite de forma explícita  pero queda implícito en el texto cuando de forma colateral cita a su madre, a sus hermanos, y hasta su futura esposa, Mercedes Barcha, que también son personajes menores de la historia.  El cronista utiliza la primera persona sólo para referirse a sí mismo o a su familia y una voz más objetiva en tercera persona para relatar los pormenores del suceso. A partir de un hecho, anunciado y constatado desde el principio, la muerte de Santiago Nasar  a manos de los hermanos Vicario, García Márquez construye todo un espléndido mosaico narrativo basado en  la multiplicidad de personajes, casi todo el pueblo, que han sido testigos del asesinato o conocen  la vida de los protagonistas principales y con sus testimonios  y comentarios  al narrador  reconstruyen progresivamente unos hechos observados desde un punto de vista múltiple y en ocasiones contradictorio, de una veracidad que por eso mismo no es absoluta sino relativa. La historia del crimen y la indagación sobre el mismo es también una aproximación al subgénero de la novela negra y aunque aquí no se busque el suspense  y conozcamos de antemano  el crimen y el criminal, no por ello  pierde el relato atractivo sino que atrapa  al lector  hasta el final  y eso gracias a la genialidad del escritor que  con un lenguaje  casi siempre coloquial, directo y conciso, consigue desplegar ante nosotros todo un universo narrativo que va más allá  de los hechos y  nos muestra un perfecto retrato social, enmarcado por precisas coordenadas históricas, temporales, ambientales, y geográficas; el de  la sociedad colombiano-caribeña de los años 50, con sus leyes de honor,  religiosidad, fatalismo, machismo y violencia. Y todo impregnado de  realismo mágico, esa estética literaria  que introduce en la realidad, en la normalidad cotidiana, lo extraño y sobrenatural contado como lo más normal y natural.
         En cuanto al desarrollo argumental  hay que decir que  aunque  el relato carece de divisiones en capítulos o partes, se pueden distinguir  claramente dos bloques  narrativos. El primero  comienza con el anuncio del  asesinato  y termina en la frase ¡¡mataron  a Santiago  Nasar¡¡, de trágica resonancia operística, y constituye una indagación testimonial sobre  las motivaciones  del crimen y  los aspectos psicológicos o biográficos  de los protagonistas que nos ayudan si no a comprenderlo  al menos a explicarlo.  El segundo bloque comienza con la necropsia del cadáver y termina en la consumación del crimen relatandose los hechos como una  sucesión de fatales  casualidades. Es fácil comprobar  que en ambos bloques el tiempo narrativo no es lineal  sino circular  y pienso que se trata aquí de una velada alusión a la rueda de la fortuna, una representación simbólica  de la inestabilidad de la vida humana sometida a las variaciones del azar. Porque el tema principal  que subyace en el relato es la oposición dialéctica entre  azar  y destino. En este caso el azar  o la casualidad  entendida como instrumento  del destino y éste  como manifestación  fatalista, bien sea de la voluntad de los dioses sobre los hombres, al modo de la tragedia griega, o en todo caso de alguna forma de  predestinación sobrenatural.
         No seguiré comentando la riqueza  argumental, estilística, o estructural de la novela para no alargar este comentario. Si terminaré diciendo que  es difícil  encontrar  relatos  que en tan pocas páginas  y con tan pocas palabras logren desarrollar una  historia  simple en apariencia pero con tal variedad de matices narrativos. Algo que solo pueden conseguir los escritores de la talla  de Gabriel García Márquez.

2 comentarios:

  1. No podía dejar de hacer un comentario a tu entrada porque, por una vez, has tratado a un autor del que he leído bastante. Que yo recuerde: Ojos de perro azul, Los funerales de la Mamá grande, La hojarasca, el coronel no tiene quien le escriba, La mala hora, Cien años de soledad, Ojos de perro azul, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, El general en su laberinto, Del amor y otros demonios, Noticia de un secuestro y Vivir para contarla.

    Siendo una niña me leí “Cien años de soledad” porque teníamos en mi casa un ejemplar adquirido a través del Círculo de lectores. Como podrás suponer, la experiencia no fue muy positiva.

    Por suerte, mi acercamiento a García Márquez se produjo a través de una asignatura optativa que elegí cuando estudiaba: Novela Hispanoamericana.

    Lo cierto es que quedé fascinada por el realismo mágico o fantástico de García Márquez pero también por el de Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Vargas Llosa.

    Sin embargo, el estilo literario que más me gusta de García Márquez no es el de su primera etapa sino el que, a mi entender, desarrolla a partir de su gran novela “El amor en los tiempos del cólera”.

    Un saludo

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  2. Vaya, según parece eres una experta lectora de García Márquez y en general de los escritores hispanoamericanos. Sin duda esa asignatura te sirvió para profundizar y comprender la estética del realismo mágico. Yo reconozco que esa falta de sintonía con el escritor colombiano, el representante más auténtico de ese estilo, se debe a mi formación (o deformación) excesivamente racionalista. Pienso que nuestra cultura europea hace siglos que distinguió de forma nítida entre realidad y fantasía, reduciendo esta última al terreno de la mitología, los cuentos populares, y en todo caso como representación simbólica de lo real. Una cultura excesivamente analítica nos impide ver a menudo los aspectos extraordinarios o mágicos que pueden estar inmersos en la realidad. En cambio los suramericanos con ese mestizaje entre el elemento europeo y las cultura indígenas pueden identificarse más con esa otra mezcla que es el realismo mágico. Tenemos la misma lengua pero la sensibilidad y el pensamiento son desde luego algo diferentes a uno y otro lado del Atlántico. Hace años leí "Leyendas de Guatemala" de Miguel Ángel Asturias y me dí cuenta de mi ignorancia sobre la mitología maya sino también sobre las costumbres populares y la mentalidad de los centroamericanos.
    En fin, espero que este nuevo encuentro con García Márquez me sirva para mirar a los escritores hispanoamericanos con otros ojos. De entre los que has citado le leído bastante de Alejo Carpentier y Vargas LLosa, quizás porque me parecen los de mentalidad más europea de entre ellos, sobre todo Vargas LLosa en su última época.

    Saludos

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