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viernes, 21 de junio de 2013

EL MAESTRO DEL PRADO. Javier Sierra

Las doctrinas esotéricas siempre han despertado curiosidad en amplios sectores del público lector y muy particularmente en la juventud atraída por el hermetismo y el halo de misterio que las rodea y oculta.  En lo que a mí concierne, y en esa etapa de mi vida, reconozco haber leído con verdadera avidez sobre masonería, cátaros, templarios y otras sectas consideradas heréticas en muchos estudios históricos y ensayos de aparente seriedad y bien documentados pero que ahora, con la perspectiva de los años, juzgo de escaso rigor. También recuerdo con cierta nostalgia la credulidad de entonces contrastada con mi escepticismo de ahora respecto  a estos temas.
 En cuanto al esoterismo considerado como materia literaria  parece haber sufrido un cambio cualitativo y cuantitativo en los últimos años. En la década de los 60 del pasado siglo El retorno de los brujos, un libro de Louis Pauwels y Jacques Bergier, puso de moda temas por entonces novedosos tales como la alquimia,  las sectas secretas, el esoterismo nazi y otros. Bajo su inspiración surgieron otros muchos títulos que se adaptaban al género literario del ensayo  para dar la impresión de verosimilitud. Pero desde principios de este siglo, tras el éxito editorial de El código da Vinci de Dan Brown,  lo esotérico  combinado  con el suspense detectivesco ha conquistado  el género de la ficción narrativa y ha ocasionado una verdadera eclosión de este  tipo de novela  que ha saturado el mercado editorial de títulos, muchas veces de calidad más que discutible, que a pesar  de todo siguen atrayendo a un amplio sector de lectores. La explicación de este éxito seguro que es múltiple y merecería un análisis más extenso de lo que este comentario permite. Se me ocurre pensar que, inmersos en una cultura excesivamente racionalista, nos atrae  lo misterioso y oculto porque nos evade de un realismo que a veces conduce a una visión excesivamente materialista de la vida.  No es algo nuevo, en el mundo clásico  eran los mitos y los cultos iniciáticos llamados misterios, como los eleusinos o los órficos, los que cumplían esta función; ahora  lo que centra nuestra curiosidad en lo hermético y mistérico son estas novelas que divulgan antiguas doctrinas y sectas esotéricas  envueltas en una trama de ficción que las hace más interesantes en tanto que, utilizando como instrumentos el símbolo y la analogía se les quiere dar un tinte de presunta veracidad.
         Javier Sierra (1971) es un periodista que parece mostrar interés por el mundo de lo desconocido  y lo ha demostrado con su participación en programas de radio y televisión como El Arca Secreta  o Cuarto Milenio. De ahí pasó a investigar enigmas y arcanos de la historia que supuestamente no han sido aclarados por estudios históricos más ortodoxos.  Ese interés lo ha llevado a la literatura y creo que su obra La Cena Secreta (2004) fue todo un superventas en Estados Unidos.
        El maestro del Prado (2013) es su última novela esotérica en la que intenta desvelar los secretos que encierran algunas pinturas del Prado. Y no pongo en duda que pinturas como El jardín de las delicias de el Bosco, El triunfo de la muerte de Bruheguel   el Viejo, o los tres paneles titulados Nastagio degli Onesti de  Boticelli, son de por sí enigmáticas y merecen una observación detenida. También es cierto que los cuadros antiguos contienen objetos o detalles de carácter simbólico o alegórico que pueden ser explicados incluso en un sentido iniciático. Pero relacionar estos símbolos y deducir de ellos supuestos lenguajes encriptados de sectas heréticas renacentistas, teorías milenaristas y mesiánicas secretas como las del papa angélico, para terminar adornándolas con los habituales toques de Santo Grial, cátaros, y templarios, me parece excesivo por más que se citen en notas finales los textos consultados; porque la fantasía de un escritor citada como prueba por otro escritor no la hace más creíble.

         Con todo, la parte expositiva sobre las pinturas puede resultar entretenida y amena como curiosidad. En este sentido recomiendo buscar en Internet los cuadros citados para poder ampliar la imagen y observar mejor los detalles que se aluden en el texto. Pero lo que hubiera quedado bien como ensayo divulgativo resulta ser en mi modesta opinión, siempre subjetiva y discutible, un total fracaso como novela. La trama argumental  es poco creíble, el final totalmente previsible y los personajes planos y desdibujados por lo que no hay suspense que anime a terminar la lectura. Sobre el estilo y lenguaje literario mejor no hablar. En fin, no creo conveniente  insistir en más aspectos negativos cuando posiblemente  esta novela esté ya en la lista de superventas. Sobre gustos  no hay nada escrito, nunca mejor aplicado el dicho. 

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